TRIBUNA ABIERTA

Los «idóneos» en su burbuja

En Sevilla van a lograr que la llamada «izquierda de Pineda», que por mucho que se escore siempre será derecha, vote al socialista Juan Espadas

CARLOS DEL BARCO

El «idóneo» no es siempre el político de mayor idoneidad. El prototipo responde a algo genuinamente español de los estertores de la Restauración, en los que sin el vigor fundacional de Cánovas y Sagasta surgió ese perfil conformista y acomodaticio, sin más inquietudes y compromiso que el arreglo y el parche para ir tirando, nada nuevo bajo el sol.

Enterrados los principios en la componenda, esa época también dio nombre al fenómeno del «fulanismo», cuando amortizada la ideología en enjuagues y caciquismo, los grandes partidos se diluyeron en seguidores de un fulano u otro sin ideales vitalizadores o iniciativas capaces, no ya de entusiasmar, sino de satisfacer medianamente a su clientela.

Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), un grande de la Historia de España, fue el arquitecto de la Restauración borbónica en su creencia en que hay una constitución interna en nuestro país basada en la razón y la hondura de su propia historia. Era un amplio sustrato común a la mayoría de españoles que él llamaba «el alma» de la Nación y que, mucho más tarde, le sirvió a Manuel Fraga para argumentar esa mayoría natural hoy tan desasistida. Cuando lo asesinó en Mondragón, España, el anarquista italiano Angiolillo, Práxedes Mateo Sagasta sentenció aquello de que «muerto Cánovas, podemos tutearnos todos».

La continuidad de esa alma española se da en lo bueno y en lo malo, también en los «idóneos» y los fulanos que hoy se enseñorean al margen del gran espectro moderado de la sociedad con el que la brecha es ya una sima. Y lo es porque el PP ha dimitido de casi todo lo esencial y sigue sin enterarse de lo que pasa en la calle de tan ocupado que está de lo suyo, de la intriga a beneficio de inventario y de una demoledora selección inversa de los perfiles: las andanzas en Sevilla se ajustan como un guante.

Nunca tantos han dilapidado tanto y dejado huérfanas de opciones a tanta gente en asuntos capitales como el modelo educativo, la defensa de las creencias y valores sociales y religiosos, la dejación en Cataluña, las Vascongadas y el pacto vergonzante con el PNV, las falacias en los impuestos, los complejos ideológicos ante la izquierda política y mediática, los pactos en ingeniería social de corte zapaterista, la infame continuidad de la «(Des) Memoria Histórica», las patadas ministeriales a la separación de poderes... Y todo por no tener una mínima, ni máxima ni ninguna, idea de España y otra que no sea la de atornillarse al gobierno a costa de lo que sea.

Abandonados ya en una esquina estatutaria tantos principios, entre ellos el del humanismo cristiano de su fundación, el PP no ha hecho más que dimitir, claudicar y abandonarse a un «trantrán» tecnocrático perfectamente intercambiable con el de la socialdemocracia y no se le conoce ni un posicionamiento que no sea el perfil, ni una arista por defender a quienes le han votado y, perdido ya el miedo, pueden dejar de hacerlo en todos los escalones de la administración y para los restos.

Existe una derecha librepensadora, heterodoxa, un punto escéptica y otro entre liberal y anarquizante, por biblioteca y vida mayormente, que asiste atónita a la endogamia de quienes dicen representarla e indiferente a los oportunistas de aluvión que aspiran al cetro sin moverse de donde están, sin que los conozca nadie y sin hacer más nada que reunirse entre ellos y dar muchas vueltas en su endogamia estéril. A esa derecha no le gusta que la ofendan.

No es lo mismo una cosa que otra, ni un nombre que otro y, por ello, se le falta el respeto a los andaluces y sevillanos si se confunde el interés de un grupo con el general, si se cree que cualquiera vale para cualquier puesto y, sobre todo, que al electorado propio se le pueden suministrar más ruedas de molino en forma de una inanidad que nunca pudo imaginarse el PSOE.

Y si en Andalucía llevan caminos preautonómicos, en Sevilla van a lograr que la llamada «izquierda de Pineda», que por mucho que se escore siempre será derecha, vote al socialista Juan Espadas como lo hacen en Pino Montano porque, como bien sabe el responsable del desaguisado, no todo vale.

El padre Aldama s.j. nos explicaba en sus clases de Filosofía las mónadas (no confundir nunca el acento) de Leibnitz como sustancias constitutivas del universo en las que se contenía la esencia del ser y que en la pizarra de Portaceli eran unas burbujas en las que nada entraba y nada salía, como en esos conciliábulos en los que se debate el «modelo de ciudad» y la ciudad sin enterarse. Es como ese protozoo de la segunda acepción de la RAE, que vive en aguas estancadas y tiene unos flagelos que no le sirven de nada: que por muy idóneos que parezcan, no les permiten salir del lío del fulanismo.

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