LA TRIBU

Un Boadella

Apliquemos un Boadella como reacción a cualquier disparate. De cualquiera. No falla

Presentación de la plataforma Tabarnia, con la participación virtual de Albert Boadella PEP DALMAU
Antonio García Barbeito

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No sé desde cuando corre esa frase de «hacerle un Tal» a alguien, lo cierto es que si algo se toma como original, en cuanto ocurre algo parecido ya se usa como copia; así que si un tipo llamado J., como reacción a unas protestas se baja los pantalones y muestra al contrario su culo pelado, creo que a esa acción le llaman hacerle un calvo a alguien. Y así, cien más. De las más conocidas, creo recordar, es la de al ir a saludar a alguien, uno de los dos alarga la mano como para saludar y cuando el otro hace lo propio, aquél se lleva la mano a la cabeza, al bolsillo o al hombro, y a eso le llaman «hacerle una cobra» a alguien. Desde que tengo memoria, a eso se le ha llamado un «queo» gestual, que existe otro «queo», el oral, ya saben, decirle a alguien unas palabras sin sentido, mal vocalizadas, y cuando el otro dice «¿Qué?», el del «queo» contesta cualquier frase, por lo común no de muy buen sonido. Conocí a un compañero de trabajo que le daba «queos» al lucero del alba, incluso a quienes conocíamos sus habilidosas maneras para darlos. Si por sistema no me gusta, confieso que hay ocasiones en las que no hay mejor respuesta —o contraataque— que un buen «queo».

Albert Boadella ha hecho arte de un «queo» a la catalana, o al estilo de Tabarnia. Lo que estaba pidiendo a gritos la actitud caricaturesca de los separatistas catalanes, con Puigdemont a la cabeza de col de Bruselas, no era ningún discurso serio, ningún argumento que precise de un texto minuciosamente elaborado, ningún cabreo, ningún disgusto, ninguna pérdida de tiempo; lo que pedían a gritos, aunque sólo el genio lo haya visto, es lo que han recibido de don Albert: «un Boadella». Justo la horma de su zapato; cachondeo fino, reírse de su sombra, hacer un chiste —fino—, mofa, guasa cara. Desde el «No sòc aquí», todo es para sacarlo en hombros, para aplaudirlo como el mejor contraataque a la estulticia, a la locura, al empecinamiento majara de los separatistas. En un pleno, hace muchos años, vi cómo un concejal, harto de que los que gobernaban no consideraran ni una sola de sus propuestas, se dio a la coña marinera, a la guasa, todo muy seriamente dicho, muy seriamente planteado, que el concejal empezaba a hablar como si fuera a decir la solución de las soluciones y, cuando tenía encandilado al pleno, soltaba la guasa, la coña, el «queo», y aquello, aquel cachondeo fino —según me contaron—, acabó siendo más temido que todos los cabreos que el concejal había cogido cuando le echaban para atrás cualquier propuesta. Apliquemos un Boadella como reacción a cualquier disparate. De cualquiera. No falla.

antoniogbarbeito@gmail.com

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