Opinión

Políticos acomplejados

Acusar a un ex alcalde de Cádiz de «asesino» es un hecho lo suficientemente grave como para que no se haga a la ligera

Ignacio Moreno

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Las leyes están para cumplirlas. Faltaría más. Todas y cada una de ellas. Y la Ley de Memoria Histórica dice en su artículo 15 que las administraciones públicas están obligadas a «tomar las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura». Hágase pues. Pero hágase con rigor, no en base a dos fotocopias y los complejos políticos de muchos de nuestros actuales políticos, cuyo máximo exponente en Cádiz es el concejal Martín Vila, de ‘Ganar Cádiz en Común’, antes Izquierda Unida, antes aún Partido Comunista. Acusar a un ex alcalde de Cádiz de «asesino» es un hecho lo suficientemente grave como para que no se haga a la ligera. Si el señor Vila, Don Martín, hubiese vivido en la época de la Inquisición, pobre de aquel que le tocara de vecino, pues tenía alta probabilidad de acabar en la hoguera acusado de robar una gallina.

El problema no es acabar con los símbolos franquistas.A estas alturas es obvio que todos estamos de acuerdo. De hecho, parecía superado durante las cuatro últimas décadas. Pero hete aquí que Vila y sus compinches del PSOE gaditano, muchos de ellos nacidos bastantes años después de la muerte del dictador, vienen ahora a remover la mierda, a dar lecciones con su moralina barata. No sé qué cuentos le contaban de pequeños a muchos de los actuales políticos de la izquierda española antes de irse a la cama, pero es obvio que les han dejado un trauma importante. Y cuando gobiernan, como es el caso, sacan a relucir todos sus complejos de inferioridad, su envidia, su odio y rencor a todo lo que no sea izquierda populista. Y así es imposible construir nada bueno. El uso torticero que hacen de instituciones tan importantes como el Ayuntamiento de Cádiz roza lo indecente. El alcalde de Cádiz elevó a los altares a Fermín Salvochea y nadie puso objeciones, más allá de tres chistes en las redes sociales. ¿Y si algún indocumentado saltara ahora diciendo que el idolatrado ex alcalde de Cádiz encabezó una revuelta en 1868 que acabó con más de 50 muertos en nuestra ciudad? ¿O que era miembro de una familia burguesa acomodada, por lo que entroncaba directamente con la derecha más rancia de la época?

Resulta tan ridículo y tan patético que uno no puede sino sentir pena por lo que está ocurriendo en Cádiz. El nivel de nuestros actuales dirigentes, en su mayoría jóvenes imberbes sin experiencia laboral previa, es patético. Y ahí siguen. Y seguirán. Mientras, en mi calle lo que hay que cambiar no es el nombre, sino las farolas, que por la noche está prácticamente a oscuras. Y baldearla de vez en cuando, que nos comen los orines de los perros y las perras de los vecinos y las vecinas.

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