La justicia imparable
Las imágenes de Junqueras entrando en prision y Puigdemont bajando de un avión en Madrid esposado son caramelos para las expectativas electorales de los independentistas
Ten cuidado con lo que deseas, porque es posible que lo consigas. Lo dijo Confucio hace muchísimo tiempo, pero, mira por donde, se aplica al Gobierno de Rajoy en estos momentos. Tanto deseo que la Justicia tuviera el monopolio de la actuación contra los desmanes de los nacionalistas catalanes en los últimos meses que ahora, cuando una magistrada de la Audiencia Nacional encarcela a los exmiembros del Govern que no han huido de España, el Ejecutivo calla por no lamentarlo y en privado los ministros ponen cara de preocupacion: la decisión les viene mal en vísperas de las elecciones del 21 de diciembre.
Deberían haberse acordado cuando convocaron esas elecciones de que en este país la Justicia es lenta, lentisima, pero cuando se pone en marcha resulta imparable. Las imágenes de Junqueras entrando en prision y Puigdemont bajando de un avión en Madrid esposado, que es el futuro que aguarda al expresident, son caramelos para las expectativas electorales de los independentistas, además de que prenden de nuevo la mecha de las manifestaciones y algaradas callejeras por toda Cataluña que habían quedado silenciadas desde que el «procés» empezó a diluirse.
Ese era el peligro de judicializar la política, un peligro en el que cayó el Gobierno seguramente porque le pareció más fácil dejar que se quemaran los jueces que aparecer el mismo como el represor de las ansias separatistas. De haber actuado enérgicamente, sin miramientos, desde hace meses no habría coincidido el momento judicial adecuado para meter a los secesionistas en la cárcel –porque adecuado y acertado lo es– con el momento político conveniente para encarar una campaña electoral cuyo resultado va a determinar el futuro de Cataluña y el de España.
