José María Carrascal

Independencia ficción

Las alegrías de la CUP pueden convertirse en llanto de un momento a otro

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Si la democracia es responsabilidad, la de Cataluña fue tan poco democrática que incluso quienes la declararon no se atrevieron a avalarla con su nombre, escondiéndose tras el voto secreto. Poca confianza debían de tener en lo que votaban y tanto miedo en el cuerpo, mostrado ya por Puigdemont cuando ofreció a Rajoy convocar elecciones a cambio de que frenase a la justicia contra él y sus principales colaboradores, evidenciando una total ignorancia de la separación de poderes. Ha sido la suya una carrera de disparates hacia el abismo, al que finalmente ha caído. De ahí que los únicos alegres en la «fiesta de independencia» fueran los de la CUP, que habían logrado convertir en perritos falderos a la despreciada burguesía catalana y obligado a Rajoy a activar el artículo 155, es decir, a la confrontación abierta, en la que ellos se mueven tan bien. Pero las alegrías de la CUP, como las risas de los bebés, pueden convertirse en llanto de un momento a otro. Lo comprobarán cuando se vote y descubran que han destrozado Cataluña, mientras Podemos pierde votos a chorros en el resto de España, como les advierte Carolina Bescansa. Anticapitalistas que cobran como potentados, viven del sistema que atacan.

La jugada maestra en esta partida fue el anuncio de elecciones, además, lo antes posible: el 21 de diciembre. ¿No querían elecciones? Pues venga, a votar. Y surge de nuevo la incongruencia en las filas secesionistas, con PDeCat y ERC debatiendo si concurren o no a ellas. ¿Pero no habíamos quedado en que son ya independientes? ¿Qué necesidad tienen de presentarse a unas elecciones convocadas por el Gobierno español? No son esas las únicas malas noticias que reciben. Prácticamente, todo lo que predecían ha resultado falso. Nadie ha reconocido la nueva «República catalana», ni se espera la reconozca. Al revés, lo que llega de las principales cancillerías es el respaldo a las medidas que el Gobierno español pueda tomar para mantener la integridad nacional. La Unión Europea confirma que el ingreso de Cataluña está descartado, mientras continúa la salida de empresas y la cancelación de reservas turísticas. Es decir, lo contrario de lo que habían prometido a sus seguidores. Tienen estos dos caminos: empecinarse en el error, lanzándose a una lucha callejera que traería aún más desorden y miseria a Cataluña, o aceptar la vuelta a la ley y el desarrollo, aunque venga de la mano del odioso Madrid, como ha hecho prudentemente el jefe de los Mossos, aceptando su cese y pidiendo a sus exsubordinados lealtad hacia su sucesor. Puigdemont no lo ha hecho, pero tampoco llama al levantamiento, como se temía. Puede estar aún grogui del golpetazo, si no lo ha estado siempre. Para responder a la pregunta que se hacen muchos, ¿pudo Rajoy evitarlo actuando antes?, me queda demasiado poco espacio, así que lo dejo para mañana, si los flamantes golpistas no nos dan otro susto desde la piscina vacía a la que se han tirado sin saber siquiera nadar.

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