La dificultad técnica del espectáculo que se interpretó ayer en el Teatro Villamarta puso al público en vilo en varias ocasiones con movimientos como éste. :: ESTEBAN
Jerez

Dos siglos de influencias para la escuela bolera

'Mudanzas boleras' propone en el Teatro Villamarta una perspectiva histórica de la evolución de este baile español desde su origen hasta la actualidad

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Podría contarles milongas sobre el espectáculo que anoche se vio en el Teatro Villamarta. Tratar de salir del paso y hacer una crónica neutra de 'Mudanzas boleras' con el objetivo de pasar inadvertido y no mostrar debilidad crítica.

No va a ser el caso. Voy a comenzar reconociendo no sentirme capacitado para analizar coreográficamente el espectáculo. Mis conocimientos sobre danza bolera no van más allá de las escasas referencias técnicas que podemos encontrar en algunas puestas en escena del flamenco actual o de una localización estética de sus movimientos en el arte jondo.

No obviaremos que el espectáculo no termina de encajar en la programación de un festival como el de Jerez. Es cierto que existen algunas referencias al flamenco en la obra. Tenemos ciertos acercamientos al fandango y a la bulería, pero el grueso de la propuesta está enfocado a un público que no es el que suele llenar el Teatro Villamarta cada noche de festival. A pesar de que el de Jerez se defina como un festival de baile flamenco y español, la propuesta parece demasiado alejada de la línea general de la programación.

'Mudanzas boleras', recorre a través de dos siglos la evolución de la danza bolera en nuestra tierra. Versa sobre los orígenes y desarrollo de la escuela bolera, partiendo del Cádiz constitucional, haciendo un alto en el camino un siglo después, para acabar llegando hasta la percepción de la danza en nuestros días. Hace hincapié en la influencia de las danzas cortesanas francesas en su evolución. Y quiere recordar las figuras de La Campanera y la enorme influencia los Pericet. Las calidades físicas y coreográficas del espectáculo están fuera de toda duda. Asistimos a escenas de una belleza sobrecogedora y de una dificultad técnica que puso al público en vilo.

Puesta en escena sencilla

Con una escueta puesta en escena, pudimos ir observando la progresión de la danza a través de las evoluciones de una compañía de la época, en la que amoríos y escenas cómicas servían de argumento a las distintas coreografías. Luces y vestuario estuvieron perfectamente sincronizados con los tiempos que se relataban y con poco más que una mesa, un perchero y varias sillas pudimos localizar sin problemas el espacio dramático.

Sobre la música decir que a pesar de no hablar en clave flamenca, no dejó de dar la sensación de encontrarnos ante una partitura que, si bien en lo melódico transitó sin problemas por varios terrenos musicales, en lo rítmico pecó de repetitiva en exceso. El constante tres por cuatro no se rompió hasta que las palmas por bulerías sonaron en la grabación casi una hora después de que el espectáculo comenzase.

El final del espectáculo fue precisamente el que más se acercó a los parámetros considerables cercanos al flamenco. Siempre entendiendo flamenco como una referencia casi epidérmica de la danza bolera.

Y poco más, 'Mudanzas boleras' gustó al público, casi tres cuartas partes del aforo, que así lo reconocieron con un extenso y caluroso aplauso.