El segoviano Sergio Martín, en Chile.
VACACIONES SOÑADAS

«A las Torres del Paine se sube como en romería»

Los macizos chilenos son «espectaculares», pero hay demasiados turistas. «Lo peor del viaje, la comida»

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Llegó a Chile en 2007. Sergio Martín daba la vuelta al mundo con su mujer. Aún recuerda el madrugón que se pegó para ver los géiseres de Tatio. «Te levantas a las cuatro de la mañana y vas en camioneta compartida dos horas por una pista llena de baches». Llegó al amanecer. «No hay otra, no puedes viajar allí de modo más independiente». Las fumarolas chilenas son «muy bonitas», dice. «Aunque son 64, las ves todas a la vez porque están juntas». No le sorprendieron, «ya conocía el Géyser finlandés que da nombre al resto».

Visitó Chuquicamata, la mina de cobre y oro a cielo abierto de Antofagasta. «Es impresionante». No se admiten visitas individuales al tajo. «No puedes ir por tu cuenta, pero hay recorridos turísticos». Se apuntó a uno. Gratuito. «Vas en autobús y te cuentan todo sobre la extracción del mineral. Al llegar ves un socavón enorme ante el que solo cabe hacer fotos a distancia. Es una mina abierta. Funciona a todo trapo. Supone la mayor riqueza minera de Chile».

Vio los geoglifos del desierto de Atacama «que hicieron las antiguas culturas de Los Andes retirando las piedras de la montaña». Así se dibujan formas de animales, explica. «Se cree que son del año 1.000 y marcaban las rutas, aunque no hay nada documentado. Lo curioso es que se han mantenido a lo largo del tiempo por la falta de erosión en la zona». Estaba en su primer desierto. «Pensaba que sería un coñazo, pero me resultó muy atractivo. La ausencia de todo le hace tener algo especial, sin frontera ni límite».

Las Torres del Paine, cuenta, tienen su encanto. Son tres macizos rocosos agrupados, el doble de altos que el Naranjo de Bulnes. «Mientras subes, los rodeas. Aunque hay demasiados turistas, son espectaculares. Puedes hacer trekking, lo malo es que vas en romería». Ascendió durante 5 días. «Fue duro por el frío y el viento que era muy fuerte. Pero me pareció una experiencia muy chula». Los vio a tramos porque los suelen tapar las nubes. Es una larga caminata salpicada de glaciares y lagos. «Algo muy especial». Tanto como los refugios de montaña donde durmió este informático segoviano. «En uno de ellos pasamos la Nochebuena. No pudimos llamar a casa».

¿Lo mejor del viaje? «Los chilenos». Lo peor, la comida. «Es limitada y repetitiva». Con algunos platos, no pudo: «Como el cancato, que lleva salmón, chorizo y queso; y el curanto, con marisco y carne. Imagínate qué mezclas». En Chile hay mucha distancia y poca gente. Eso le gusta. «Es una gozada. En San Pedro de Atacama, el lugar más visitado, 200 turistas ya son muchos». Ahora, Sergio tiene otros destinos en la cabeza: «Me gustaría ir a la Patagonia, Kazajstán, Kirguizistán y África».