Momento en el que un compañero le dedica unas palabras. :: C. C.
SAN FERNANDO

Cientos de isleños condenan el crimen de Manuel Pereira

En una concentración muy emotiva, los compañeros del funcionario asesinado lo recordaron como alguien «muy atento y cariñoso»

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Cinco minutos de silencio. Toda una vida, los recuerdos, los favores, los buenos y malos momentos; todo guardado en cinco minutos de silencio. Un centenar de isleños acudieron ayer a la concentración organizada por el Ayuntamiento para condenar el cruel asesinato de Manuel Pereira, funcionario municipal que perdió la vida en la entrada de su vivienda tras recibir más de una treintena de puñaladas. Sus familiares, sus amigos, sus compañeros, no faltaron a esta cita.

«Manuel era, cuesta hablar de él en pasado». Jesús Rodríguez Arias fue el encargado de pronunciar las palabras más amargas para la plantilla municipal, las que despedían a esa persona «atenta, cariñosa y siempre dispuesta a resolver un problema» que estaba sentada en el despacho de Recursos Humanos y cuyo vacío «se hace doloroso sobre todo para sus compañeros más cercanos que tienen que tragarse las lágrimas al pasar cerca de donde debiera estar Manuel». En uno de los rincones donde trabajaba, colocaron ayer un ramo de flores con varias velas encendidas; un gesto tan simple como demoledor que recogía toda la angustia que se había vivido, la incredulidad de que le hubiera pasado a Manuel el violento suceso que contaban los distintos medios de comunicación.

Lágrimas de dolor

Toda la rabia contenida resultaba complicado retenerla ayer. Nuevamente las lágrimas se escaparon para resbalar por las mejillas en busca de consuelo. Los rostros de la madre y el hermano de Manuel eran los que evidenciaban el dolor y la impotencia de lo ocurrido.

El viento azotaba con fuerza y sólo su silbido se escuchaba en toda la plaza. A las cinco de la tarde San Fernando estaba de luto. Nada más que el viento rompía el silencio entre palabra y palabra.

Concejales, oposición, grupos políticos. Todos supieron ayer estar en su sitio, a un segundo plano de la concentración que se agolpaba en una de las esquinas de la plaza del rey, aquel lugar por el que Manuel solía pasear los sábados por la mañana.

«Manolo era buena gente, de esas personas que ya resulta difícil encontrarse a lo largo de la vida». Sus ganas de reírse, la manera de bromear con los compañeros, su buen humor, la forma de ver y afrontar la vida. Todo eso se reflejó ayer en cinco minutos de silencio. Los que sirvieron para recordar a un compañero, a un amigo, a un hermano, a un hijo, a Manuel Pereira.