Editorial

Cerco sin respiro

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La detención ayer en Montpellier de Iurgi Mendinueta, presunto responsable del aparato logístico-militar de ETA, y de Joanes Larretxea, uno de los terroristas más buscados tras los atentados de julio en Burgos y Palma de Mallorca, envía un nuevo mensaje de confianza sobre la eficacia de la lucha contra la banda etarra a todos aquellos a los que mantiene bajo amenaza y al conjunto de la ciudadanía democrática. Los dos arrestos y la localización de un arsenal, unidos con apenas unas horas de diferencia al apresamiento de otro supuesto terrorista herido en una mano y el hallazgo de un zulo más en Alicante, recuerdan que aunque ETA no quiera o no pueda actuar, sigue perviviendo como un grave fenómeno violento que no cabe, en ningún caso, dar por amortizado. Es cierto que hechos como las detenciones de ayer, que cierran el ciclo de poder del sanguinario Txeroki al frente del aparato militar, los sucesivos descabezamientos de sus jefes o el desmantelamiento de más de 20 escondites de armas y explosivos en lo que va de año demuestran que ETA ya no está en condiciones de pugnar por sus ilusorios objetivos, sino tan sólo de dilatar, causando dolor, su inexorable final. Pero ello no puede llevar ni a olvidar que los etarras continúan ahí, dispuestos a matar; ni a considerar como algo poco menos que rutinario los éxitos en la lucha contra el terror; ni tampoco interpretar la acreditada debilidad de la banda como prueba en parte de supuestas disensiones en su seno y en lo que queda de la izquierda abertzale, que invitarían, llegado el caso, a reavivar cualquier mínimo rescoldo de los fallidos procesos de paz ensayados en el pasado. El nuevo enjuiciamiento de Arnaldo Otegi, esta vez por el mitin de Anoeta de 2004 que actuó a modo de preludio de la última tregua de ETA, y la polémica en torno al chivatazo del caso Faisán han retrotraído en estos días a aquella fracasada tentativa de salida dialogada, en la que la obcecación de los terroristas por hacer claudicar a la democracia dejó en evidencia voluntarismos e ingenuidades que no deberían volver a repetirse. El anuncio ayer mismo por el INLA irlandés, la antigua escisión del IRA, de que renuncia definitivamente a las armas no hace más que subrayar el sangriento anacronismo de una ETA que no ha dejado otra vía al Estado de Derecho que el de su acorralamiento sin respiro.