La última fotografía de Barack Obama, tras abandonar la Casa Blanca
La última fotografía de Barack Obama, tras abandonar la Casa Blanca - Pete Souza

Así vieron los analistas de ABC la investidura de Obama y así hacen hoy balance de su gobierno

Seis firmas de ABC que hace ocho años plasmaron en sus columnas su visión de lo que supondría el liderazgo de Obama para Estados Unidos y el mundo entero hacen balance hoy de la gestión del primer presidente afroamericano. Reproducimos por arriba un extracto de lo publicado entonces, en 2009, por cada uno y, debajo, su interpretación actual en un gesto de enorme coherencia intelectua. Para que los lectores puedan también juzgar hasta qué punto el tiempo les ha dado la razón, o no

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José María Carrascal

Obama, ese gran desconocido (19 de enero de 2009)

Sus tendencias-hablar con todos, no asustarse ante nada, buscar lo que nos une-, a todas luces, liberales. Que se haya rodeado de un equipo de pesos pesados de anteriores administraciones, incluida la de Bush, indica una gran confianza en sí mismo, enorme frialdad en sus decisiones y que se da cuenta de los problemas que tiene ante sí. Deuda y déficit norteamericanos alcanzan cifras astronómicas. Las dos guerras en que está metido su país no tienen aspecto de poder ganarse, pero no pueden perderse. Su prestigio en el mundo cae, mientras sus enemigos se multiplican. Parece demasiado para alguien como él, aún joven, que hasta el momento no ha desempeñado ningún cargo ejecutivo.

Juicio provisional (21 de enero de 2017)

El juicio final sobre Barack Obama tendrá que emitirlo la historia. Sus contemporáneos estamos demasiado cerca para emitirlo. Pero podemos decir si hubo presidentes norteamericanos que crecieron en el cargo y otros menguaron, Obama pertenece a los últimos. Que un joven negro, bien parecido, sonriente, excelente orador, llegase a la presidencia de los Estados Unidos alegró corazones e hizo soñar en una era de fraternidad universal y progreso indefinido. Pronto, sin embargo, se vio que las buenas intenciones, las sonrisas y la excelente oratoria no bastan para detener a esos cuatro jinetes de la Apocalipsis que son la guerra, la conquista, el hambre y la muerte, que han continuado, incluso in crescendo, durante sus dos mandatos. Su último error ha sido dejarse arrastrar por los más sectarios de su partido en desacreditar a su sucesor, en vez de dejar el cargo elegantemente. Por no hablar del indulto de un traidor. Al final, le salió el «progresista».

¿Es Donald Trump un producto de Obama? Desde luego, es su polo opuesto y hay indicios de que el resentimiento con vetas racistas que causó en ciertos norteamericanos ver a un negro en la Casa Blanca se tradujo en votos para un candidato que no quisieran tener como vecino. Pero esto, a partir de hoy, ya es historia. Y la historia, como decían los antiguos, está en el regazo de los dioses. Esperemos que sean clementes con nosotros.

Hermann Tertsch

Héroes y enanos (22 de enero de 2009)

Hoy parece que el héroe del momento es Barack Obama, un hombre del que sólo sabemos que es un brillante orador y diseñador de afectos. Los próximos cuatro u ocho años nos dirán si va a ser realmente el héroe que, como en su día Churchill o Reagan, marcará un cambio de rumbo hacia mayor seguridad, bienestar y libertad de la sociedad que le ha confiado el liderazgo. Porque también puede resultar al final un enano como tantos líderes fatuos que sobrevivieron y sobreviven estafando a quienes habían depositado en ellos su confianza, sus bienes y el futuro propio y de sus hijos.

Un relevo radical

Hace ocho años dejaba entrever mi escepticismo ante la figura de Barack Obama, cuya llegada era celebrada con un entusiasmo desconocido en generaciones. Ya entonces se habló de la obamanía como la pasión nada razonaba hacia el primer presidente negro. Poco después llegó aquel ridículo Premio Nobel de la Paz como un adelanto más de ese entusiasmo acrítico de opinión publica y mediática en todo el mundo. Hoy sabemos que el mundo que nos deja Obama es más peligroso que el que asumió como jefe de la primera potencia. Occidente es más débil, EE.UU. está más dividido y los enemigos de la sociedad libre están crecidos. Mientras, el discurso izquierdista y multicultural que ha fomentado esta presidencia nos ha hecho a todos más vulnerables. Hay mucho de estafa, de artificio y de fracaso en la presidencia que ayer concluyó.

Gracias a unos medios norteamericanos y europeos entregados a la familia Obama, los ocho años de reveses en el exterior y escasos avances en el interior han sido convertidos en esa memoria mediática en un éxito que no fueron. Al final da la impresión de que las crisis de esta presidencia siempre han sorprendido a Obama jugando al golf en Martha’s Vintage. Ayer comenzó una presidencia con el signo radicalmente opuesto. Se va un mimado por la opinión publicada y llega un presidente que ha triunfado en combate abierto contra todos los poderes establecidos de EE.UU. y el mundo. Nadie le va a regalar un Nobel a Donald Trump. Pero es posible que al final de su presidencia lo merezca más que su antecesor.

Ramón Pérez-Maura

Guantánamo, parábola de la utopía (25 de enero de 2009)

Obama conoce ya el percal de lo que tiene en su base cubana, encabezado por ese amante de la paz universal llamado Jalid Sheij Mohamed, autor intelectual del 11-S, de los ataques en Bali, del atentado contra el World Trade Center de NY en 1993 y del asesinato de Daniel Pearl entre otras lindezas. Convendremos que quizá no sea una buena idea ponerlo en libertad. La pregunta que tiene que resolver Obama de aquí a un año es qué hacer con gente como él. Habrá quien diga que a la Presidencia de los Estados Unidos se viene con los deberes hechos en casa.

La realidad, siempre tan incómoda

No hacía falta ser un genio para prever hace ocho años que Obama se iba a comer con ketchup su promesa de cerrar Guantánamo en un año. Pero le aclamaban porque era un defensor de los Derechos Humanos a diferencia de quien habilitó ese penal para estos fines, que fue el malvado George Bush. La realidad es que ahora Oabama ha dejado la Presidencia ocho años después y el penal sigue en uso. Con muchos menos internos, pero en con iguales funciones. ¿Por qué nadie denuncia a Obama por haber hecho lo mismo que Bush durante más años que aquel? ¿Dónde están los que podrían pedirle que cumpliera sus promesas electorales? Los terroristas que siguen en Guantánamo ¿no estaban ya allí cuando tantos aclamaban a Obama por pedir el cierre del penal?

Quizá hayan visto «La noche más oscura», la estremecedora película de Kathryn Bigelow, estrenada -no por casualidad- durante la campaña electoral en que fue reelegido presidente Obama. En ella se cuenta con todo detalle la operación en la que se dio de baja a Osama bin Laden. Y en la misma película se narra, sin el menor disimulo, cómo eso pudo hacerse única y exclusivamente gracias a la información obtenida en los interrogatorios que se hizo con poca sutileza a los prisioneros de Guantánamo. Pero nada, el Guantánamo que iba a cerrar Obama lo aprovechó para ser reelegido presidente en 2012 entre aclamaciones de la progresía. La ética de la izquierda.

Edurne Uriarte

¡Oh!Bama (3 de noviembre de 2008)

Dice ¡Oh!bama que Irak fue un error pero elige a Biden, tan parecido a McCain y a Bush, para negar su propia afirmación. Decía que las tropas se irían pronto, pero ahora dice que se quedarán. Decía que dialogaría con todos, pero ahora dice que el ejército americano perseguirá y liquidará a los terroristas allí donde se encuentren. Los símbolos no se razonan. Hasta que llegue la hora de la verdad, del terrorismo, de la guerra, de los genocidios, de Irak, de Afganistán, de Irán, y el símbolo tenga que abandonar la camiseta.

Ni convenció ni pudo

Que tu partido y tu candidata sean derrotados por un populista como Donald Trump da una idea del enfado que has provocado en un amplio sector de tu país. Y a pesar del apoyo masivo de los medios de comunicación, pasión mediática que explica la descarada postulación a defensor de la prensa libre frente a Trump con la que se ha despedido Obama. No le recuerdan su propio enfrentamiento en 2009 con la cadena Fox, parecido al de Trump con la CNN, pero sin que nadie le acusara entonces de atacar la libertad de prensa.

Convenció a los medios, pero eso no le sirvió para convencer al país que va a ser también dominado por los republicanos en las dos cámaras. Y, sobre todo, no pudo. Las élites izquierdistas del mundo le proclamaron como la gran esperanza pacifista frente a Bush y hasta le dieron el Nobel de la Paz antes de comenzar su presidencia. El balance es un terrorismo fundamentalista más fuerte que cuando llegó al poder, con atentados que crecen en todo el planeta y movimientos por la libertad como en Siria masacrados ante la dejación estadounidense o deslegitimados como en Cuba por acuerdos con el dictador.

No has cambiado el mundo como prometiste y te sustituye alguien como el magnate Donald Trump. No es fácil de asumir y por eso hasta cuestionas la victoria del adversario y ya amenazas con volver.

Jon Juaristi

Obama (9 de noviembre de 2009)

Al contrario que buena parte de la izquierda europea, Obama no ha hecho a Bush responsable de los estragos criminales del islamismo en España, Reino Unido, Marruecos, Egipto o Irak. Y es que Obama no es un antioccidental, ni un antisemita ni un anticristiano. Es un demócrata americano, e incurrirá fatalmente en el tipo de errores y cometerá el tipo de estropicios en que suelen incurrir y que suelen cometer los demócratas americanos, pero nada del tipo de las averías irreparables que acostumbran producir ciertas izquierdas europeas.

El mundo está peor ahora

Creo que, sin parecerme desacertado por entero, mi pronóstico de entonces resulta hoy, a todas luces, exageradamente optimista. Ha sido en el interior donde mejores resultados han obtenido sus políticas, y eso es encomiable. No lo ha sacrificado todo al welfare, lo que en medio de la crisis financiera habría sido terrible. Ha combinado rescates y Obamacare, pero de algún sitio tenía que sacar los recursos, y los recortes en gasto militar se han traducido en un debilitamiento de la defensa occidental en su conjunto. En términos geopolíticos, el mundo está peor que como estaba cuando accedió a la presidencia (y ya estaba, hay que recordarlo, bastante mal). Financió a los rebeldes sirios, que se pasaron en bloque a Daesh y a Al Qaida. Abandonó a Israel y pactó con Irán. No recuerdo una deriva más desastrosa de la política estadounidense en Oriente Próximo.

Su pulso con Rusia ha dejado a Europa Occidental en riesgo inmediato de finlandización, y a Putin interviniendo descaradamente en el proceso electoral de los propios Estados Unidos. Tampoco ha calculado bien en el caso de Cuba. Dar un balón de oxígeno al castrismo agonizante no acelerará la transición a la democracia. Por el contrario, fortalecerá el nacionalismo revolucionario en toda Latinoamérica.

Nada de esto va a tener arreglo con Trump, que vuelve a la política aislacionista tradicional del partido republicano anterior a Reagan, Quizá lo más negativo de la época Obama haya sido precisamente eso: facilitar el triunfo electoral de un personaje tan impredecible.

Ignacio Camacho

Obama, en prosa (6 de noviembre de 2009)

Ha creado tantas expectativas que el desengaño podría ser clamoroso si las defrauda. Ha generado tanta esperanza que se ha puesto el listón muy alto a sí mismo. Se ha fijado un objetivo tan ambicioso -«cambiaremos el mundo»- que corre el riesgo de resultar mesiánico. Ha puesto tanta determinación y tanta fe en su liderazgo -«yes, we can»- que lo ha convertido en un desafío prometeico. Ha cosechado un éxito tan histórico que compromete la propia dimensión de su aventura. Cuando deje de levitar y aterrice en el suelo no le va servir de mucho la retórica.

El santo sin milagros

Para ser un nuevo San Martín de Porres le faltaron humildad y milagros. El balance presidencial de Obama, más que aceptable para cualquier político convencional, chocará siempre contra las expectativas mesiánicas que había generado. Cumplir la mayor parte del programa electoral no basta para convertirse en un santo laico. Obama cumplió de sobra el objetivo económico. Con la ayuda de la Reserva Federal salió de la recesión, afianzó el crecimiento, sostuvo el dólar y redujo el paro, además de implantar a trancas y barrancas el prometido seguro sanitario. En política internacional se sintió obligado a merecer el sorprendente Nobel preventivo de la Paz renunciando al liderazgo. Ese repliegue absentista ha incrementado la inseguridad, dado alas a Rusia y multiplicado la inestabilidad en los escenarios más delicados. Su apertura mal calculada al mundo musulmán y sus titubeos con Siria complicaron las primaveras árabes hasta convertirlas en un peligroso fiasco.

El plano en que mejor ha resistido la comparación consigo mismo ha sido el de su incuestionable apostura política, aunque ciertos aires de mal perdedor empañasen al final su célebre elegancia discursiva. Se explican acaso por la frustración de comprobar que su herencia desembocaba en Trump, una paradoja siniestra que le ha dejado sensación de fracaso. Tal vez nunca llegue a entender que eso ocurrió porque a base de complacer a minorías acabó marginando a una mayoría en la que germinaba el hartazgo. Y al final es probable que sea su propio sucesor el que agrande por contraste su legado.

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