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Elecciones Reino Unido 2017Theresa May pierde su gran apuesta y se queda sin mayoría absoluta

La candidata conservadora pierde 12 escaños con respecto a las elecciones de 2015. Corbyn supera sus expectativas al obtener 29 parlamentarios más que hace dos años. Deblace del SNP

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Convulsión en la política británica, que es también la de toda Europa ante el problema del Brexit. Theresa May ha perdido la apuesta a cara o cruz de sus elecciones anticipadas. El adelanto de los comicios para acabar con un Corbyn que parecía hundido en las encuestas y dotarse de una mayoría más sólida ha acabado justamente en lo contrario: May ha perdido la mayoría absoluta que heredó de Cameron y Corbyn sale muy reforzado. Surgen ya las primeras voces en las propias filas tories que piden la dimisión de su líder tras “una campaña desastrosa, aunque ella va a pedir a la Reina formar gobierno con al ayuda del DUP norilandés.

Con 649 de 650 escaños declarados, los conservadores ganan con 318 escaños, pero se quedan lejos de la mayoría absoluta de 326 y han perdido 12.

Los laboristas obtienen 261, con 29 más. El SNP se desploma, con 35, 21 menos. Los liberal demócratas ganan 12, con subida de cuatro. El DUP norirlandés, que puede ser llave de Gobierno para May, sube cuatro y obtiene diez. UKIP sufre un espectacular varapalo y se queda sin su único diputado.

El SNP, que había obtenido un espectacular resultado hace dos años con 56 de los 59 escaños escoceses, pierde la friolera de 22 y ve cómo los tories crecen en Escocia de la mano de la valiosa Ruth Davidson, la líder conservadora, llamada a un papel importante a futuro en la política nacional. Sturgeon recibe una durísima desautorización para su exigencia de un segundo referéndum de independencia. Alex Salmond, el anterior ministro principal, ha perdido su escaño. También el líder del grupo parlamentario nacionalista en Westminster, Angus Roberson.

UKIP se despeña y va camino de la extinción, toda vez que la implantación del Brexit lo ha dejado sin una razón de ser. En contra de lo que se esperaba, no parece que los tories hayan capitalizado por completo la debacle de la formación eurófoba, que ha acusado la pérdida del carisma peculiar de su antiguo líder, Nigel Farage, y la bajísima calidad del nuevo, Paul Nuttall.

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Jeremy Corbyn, de 68 años, ha vuelto a revalidar su escaño perenne de Islington North, en el Norte de Londres, que ha sido su medio de vida desde 1983. Con su corbata roja, un entorchado del mismo color en la solapa y una sonrisa enorme, se declaró “muy orgulloso” de su campaña y resultados y se apresuró a pedir la renuncia de Theresa May, que “debe dejar paso a un Gobierno que represente verdaderamente a la gente de este país”.

El diagnóstico de Corbyn es que “la gente de este país ha dado la espalda a la austeridad tory”. Pero es una lectura demasiado simple de estos comicios, donde sin duda al final ha pesado la sombra alargada del Brexit: muchos votantes oscilantes entre tories y laboristas, pero que en el referéndum europeo se inclinaron por la permanencia, no estaban contentos con la deriva de May hacia el Brexit duro. La primera ministra ha abogado por la salida inmediata del mercado único y la unión aduanera, controles estrictos de la inmigración para reducirla a cien mil personas al año (hoy son 273.000) y se ha resistido a reconocer ya los derechos de los ciudadanos comunitarios que viven en el Reino Unido.

May, en una posición vulnerable

Theresa May dijo sus primeras palabras de la noche en su circunscripción de Maidenhead, donde ganó su escaño, y parece que se aferrará al cargo. Ojerosa y seria, vestida con un traje chaqueta rojizo, manifestó que “todavía la fotografía no está completa y añadió: “En este momento más que nunca el país necesita estabilidad y si los datos son correctos, los conservadores han ganado más escaños y probablemente más votos, entonces nos compete asegurar un periodo de estabilidad y eso es exactamente lo que haremos”.

A pesar de esas palabras, su situación política se torna muy delicada, y más en un partido tan implacable internamente como el conservador, una perfecta máquina de poder, intransigente en la derrota. Una de sus diputadas, la europeísta Anna Soubry, ya ha calificado la campaña de May de “horrible” y ha dicho que “debe reconsiderar su posición”. Frase eufemística con la que algunas voces han pedido su dimisión.

George Osborne, el ex ministro de Economía de Cameron, despedido del Gobierno por la primera ministra, no le ve mucho futuro: “Theresa May será probablemente la primera ministra más breve de nuestra historia”. También cree que “el Brexit duro se ha ido al cubo de la basura”.

El anterior líder laborista, Ed Miliband, apunta que May habría quedado inhabilitada para negociar el Brexit: “No puede llevar ahora la negociación del Brexit para Gran Bretaña, porque nos dijo que perder la mayoría absoluta destrozaría su autoridad y así ha sido”.

El Partido Conservador cuenta también con un mecanismo que permitiría a los diputados intentar removerla. Si no renuncia, al menos un 15% de los diputados tories tendría que escribir al presidente del Comité 1922, que ordena la vida interna del Partido Conservador a efectos de primarias, solicitando una moción de confianza. Con los 318 escaños, bastaría con cartas de 48 diputados para poner el mecanismo en marcha.

Si perdiese la moción de confianza sería apeada del liderazgo del partido y se iniciaría el proceso para elegir a un nuevo líder. Primero los diputados votarían en cribas previas con los candidatos que se presenten, hasta que solo queden dos finalistas, que se someterían a voto de los afiliados. Podría darse el caso, como ocurrió en la victoria de May del año pasado, que el otro finalista renunciase y se eligiese al nuevo líder sin necesidad de primarias.

Los sables ya brillan en la mañana del viernes en los corrillos tories, cuando todavía no se ha completado el recuento. Ken Clarke, un veterano ex ministro, fue el hombre al que un micrófono indiscreto captó el año pasado llamando a May “esa maldita mujer difícil”. Esta madrugada ya cargaba duro, llegando a llamar a la premier “persona enferma”, aludiendo a que padece una diabetes de tipo 1, un crítica bastante salida de tono, pues muchas personas con esa dolencia hacen vida normal.

Entre los tories críticos con May, que al olor de la sangre ahora serán mayoría, se habla de “culto a la personalidad”. También se exige que sus asesores, su camarilla de fontaneros que tienen una enorme influencia sobre ella, Nick Timothy y Fiona Hill, “salgan ya por la puerta del Número 10 y no vuelvan”. Timothy, al que algunos apodaban como el Rasputín de May, por su barba larga y su ascensión sobre ella, fue el ideólogo del programa electoral, el hombre que cometió el error de enojar a los jubilados, granero de voto tory, con la retirada de las ayudas a la calefacción y sobre todo con el llamado “impuesto de la demencia”, que los obliga a responder con sus viviendas a su muerte para pagar la factura de la asistencia social a domicilio si han sido dependientes.

También se critica la campaña personalista de May, tímida y discreta dialéctica, quien dejó fuera de foco a sus ministros para que resaltase su figura. Solo los tres últimos días, cuando vio que flaqueaba en las encuestas, recurrió al carisma de Boris Johnson. La mayoría de los ministros ni han aparecido.

Esta mañana suena a sarcasmo la frase que May ha enfatizado cada día durante 50 jornadas de precampaña y campaña electoral: “Un liderazgo fuerte y estable para desarrollar el Brexit”. Las negociaciones empiezan dentro de tan solo once días y el Reino Unido pueden encontrarse todavía sin saber quién lo va a gobernar, quien va a afrontar el reto más serio que tiene sobre la mesa en 43 años, la salida de la UE, que ya empieza a acusar la economía. Además el país sigue partido en dos, la fractura que abrió la consulta europea no se ha cerrado.

La noticia de las urnas no sentará bien a la economía. La libra ya se desplomó abruptamente a las once de la noche, nada más conocerse el sondeo a pie de urna que anticipó la pérdida de la mayoría absoluta de los tories. El Reino Unido se ha despertado con lo que la jerga política local llama “un Parlamento ahorcado”, de difícil gobierno. La gran apuesta de May tal vez acabe obligándola a abandonar el casino, o por lo menos a jugar con peores fichas.

Descalabro del independentismo escocés

La otra gran derrotada de la noche es también una mujer que ostenta el poder, Nicola Sturgeon, la líder separatista escocesa y ministra principal, que se ha empecinado en fomentar un segundo referéndum de ruptura cuando no había demanda social para ello ni ganas de independencia. Se reconoció “decepcionada” por los resultados y prometió pensar “apropiadamente” si debe seguir con el envite de una nueva consulta separatista.

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Ruth Davidson, la líder tory en Escocia, que habría ganado unos siete diputados, declaró que “el segundo referéndum ha muerto”. La crecida del Partido Conservador en Escocia tiene un enorme mérito, pues sus resultados históricos son muy bajos y tras el thatcherismo algunas zonas escocesas eran casi “no go áreas” para los tories.

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