Philando Castile murió este miércoles por cuatro disparos de la policía en Minnesota
Philando Castile murió este miércoles por cuatro disparos de la policía en Minnesota - ABC

¿Quién era Philando Castile, el hombre negro que murió a manos de la policía estadounidense?

Tenía 32 años y trabajaba como ayudante en el comedor de un colegio. Ahora, ni sus compañeros ni sus alumnos pueden comprender cómo un hombre que ellos describen como «afable» ha podido morir así

MADRID Actualizado: Guardar
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Este miércoles, en Minnesota, un hombre negro moría en el interior de su coche junto a su mujer, que grababa y retransmitía todo lo que estaba ocurriendo a través de Facebook Live, y ante el nerviosismo del policía que le había metido cuatro balas en el cuerpo. Se llamaba Philando Castile, tenía 32 años y trabajaba como ayudante en el comedor de un colegio, el J.J. Hill Montessori Magnet School. Era quien recibía a los niños a las horas del desayuno y del almuerzo; quien reía con ellos y les hacía reir, les apremiaba a comer más verdura y les ayudaba a mantener el orden de la fila.

El diario estadounidense «The Washington Post» ha acudido a la escuela en la que Castile trabajaba para saber cómo era en realidad.

Entre los testimonios que ha recogido el periódico, destaca el de Anna Garnaas, maestra de los tres primeros cursos de primaria: «Estamos destrozados. Él quería a los niños y siempre se aseguraba de que tenían todo lo que necesitaban. Conocía sus nombres, lo que les gustaba, sus alegias».

«No me puedo quitar de la cabeza lo que ha pasado», prosigue la profesora, «no es el tipo de chico por el que puedes sentir amenazado».

La policía reparó en el vehículo de Castile al ver que uno de los faros no funcionaba. Un policía se acercó a la ventanilla y le pidió la documentación. Cuando fue a echar mano de la guantera, Castile advitió al agente de que tenía un arma y de que también gozaba del permiso para haberla comprado. El policía le ordenó que se llevase las manos a la cabeza y, a los pocos segundos, le disparó cuatro veces. Fue entonces cuando la mujer de Castile, su copiloto, empezó a grabar y retransmitir en directo lo que ocurría a través de Facebook Live. Al mismo tiempo le recriminaba a un policía visiblemente nervioso que había disparado a su marido por tener un faro roto.

Lo más complicado

Ahora, lo difícil es explicarle a los alumnos del J.J. Hill por qué no volverán a ver al hombre que siempre les recibía con una sonrisa cuando entraban en el comedor. Al menos es lo que dice Garnaas, la maestra. Angie Checco de Souza, madre de tres de los alumnos, coincide con ella. Cuenta que les explicó a sus hijos: «La policía estaba preocupada, se sentía en peligro proque su piel era marrón».

El mayor de sus hijos, de diez años, le espetó que nunca pensó que algo así pudiera ocurrir. El mediano, de ocho, no se lo creía; pensaba que era un mal sueño. El pequeño, que solo tiene seis años, preguntó: «Mamá, ¿puedes decirle a la policía que se ha equivocado? Él es nuestro chico, él nos servía el almuerzo en el colegio».

Esta madre recuerda que al inicio del curso estaba inquieta porque uno de sus hijos tiene alegia a algunos alimento y, sin embargo, decidió dejarlo comer en la escuela. El primer día habló con Castile y se lo explicó. A pesar de eso continuó llamándole cada día durante las dos primeras semanas para asegurarse de que su hijo no tomase nada que no debía. Y Casile nunca se mostró molesto ni le pidió que dejase de llamar: «Fue increíblemente paciente y tranquilizador».

Rebecca Penfold Murray, madre de dos alumnos, también ha hablado con «The Washington Post»: «Cuando ves 400 niños al día y eres capaz de recordar tantos detalles acerca de ellos, es porque de verdad te importa lo que hacen». «No puedo creeer que algo así, una muerte tan violenta, le haya ocurrido a alguien como Castile», asegura la mujer.

No solo madres y alumnos ensalzan la forma en que Castile trabajaba. También lo hacen sus compañeros. Valeria Silva, encargada de los colegios San Paul, afirma: «Los colegas los describen como alguien que mantenía excelentes relaciones con los trabajadores y con los estudiantes, como una persona que sabía trabajar en equipo. Sus colegas disfrutaban trabajando con él. Era uno de los nuestros».

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