El ensayista Nicolas Baverez
El ensayista Nicolas Baverez - ABC

Nicolas Baverez: «Si Macron no acomete reformas antes de fin de año, será un mandato inútil»

Para el politólogo e historiador francés, quizá sea esta «la última oportunidad» de modernizar el país de forma democrática

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
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La obra de Nicolas Baverez continúa creciendo y se ha convertido en la referencia canónica para comprender las crisis de Francia y de Europa, en una encrucijada histórica. Biógrafo y discípulo de Raymond Aron, historiador, politólogo, estratega, abogado internacionalista, miembro del comité director del Instituto Montaigne (think thank liberal), miembro del comité de dirección de «Commentaire», fue el primero en denunciar el riesgo histórico del «déclin» francés (decadencia). Sus ensayos quizá sean la mejor radiografía de las metamorfosis y amenazas sobre Francia y Europa. Tras la elección de Emmanuel Macron como presidente de la República, las elecciones legislativas del 11 y el 18 de junio van a consumar la instauración de un «nuevo orden político». Baverez comenta para ABC el alcance nacional y europeo del proceso político de fondo.

Usted ha calificado de «absolutista» el poder que podrá tener Macron tras las legislativas, estimando que «esa es la voluntad de los franceses». Ese «poder absolutista» no siempre ha sido eficaz para reformar Francia. ¿Le parece realista el programa de reformas de Macron?

Emmanuel Macron consuma una suerte de vuelta a los orígenes de la V República. De Gaulle la concibió como un régimen híbrido, muy presidencial y parlamentario al tiempo; poco liberal, en definitiva, ya que confiere al Estado todos los poderes para permitirle afrontar los choques de la historia. El nuevo presidente no oculta que se dispone a tomar el control completo del Estado, con una mayoría absoluta en la Asamblea. Esa concentración extrema de poderes solo puede ser aceptable por los franceses si permite realizar la reforma del modelo económico y social aplazada desde hace 35 años, en lugar de estar al servicio de la voluntad personal, como fue el caso de Sarkozy y Hollande. El programa de Macron define las prioridades: reconstitución de una base productiva competitiva; la flexibilidad y seguridad del mercado del trabajo; reforma del sistema educativo; control de las finanzas públicas; restauración de la seguridad nacional, y relanzamiento de Europa. Queda por hacer realidad tales promesas. Quizá sea la última oportunidad de modernizar Francia de manera democrática y pacífica.

Ningún presidente, de Mitterrand a Hollande, ha conseguido reformar en profundidad el mercado de trabajo y el sistema de seguridad social. ¿Podrá Macron realizar esa reforma?

Macron se juega su legitimidad y su mandato presidencial, ante los franceses y ante Europa, con su capacidad para lanzar hasta finales de año la reforma del mercado del trabajo y el control del gasto público. Los mandatos de Sarkozy y Hollande han probado que no existe derecho al error. Las orientaciones erróneas del principio no se corrigen. Macron tiene bazas importantes, comenzando por una autoridad fuerte lograda con su elección, coincidiendo con la implosión de los partidos y la clase política tradicional, cuando la coyuntura económica es favorable en la zona euro. Sin embargo, sus predecesores malgastaron las oportunidades que ofrecían los periodos de recuperación. La reforma del mercado de trabajo es la madre de todas las reformas posteriores y será el banco de ensayo de la «Macronomics». Macron ha instalado en el corazón de su proyecto reformista una nueva ley del trabajo que amplíe el campo de negociación en las empresas, fusione las instancias de representación y cree un nuevo marco de indemnizaciones por despido. El Tribunal de Cuentas hará pública el 3 de julio su auditoría de las cuentas públicas, de las que critica su deterioro desde 2013. En ambos terrenos, mercado del trabajo y finanzas públicas, Macron debe tomar decisiones antes de finales de año. Si no, estaremos ante otro mandato presidencial inútil, muerto al poco de nacer, que abrirá las puertas a los populismos.

Desde Maastricht, Francia nunca ha cumplido las promesas de los sucesivos pactos de estabilidad…

Francia no es víctima de Maastricht, sino de su propio modelo, insostenible: realiza un 15% de las transferencias sociales mundiales, con solo un 1% de la población mundial y apenas un 3,5% de la producción. Se trata de un sistema nacional de no crecimiento, productor permanente de paro. La deuda francesa alcanzó los 2.1 billones de euros a fines de 2016. Y continúa creciendo, con un riesgo para toda la zona euro. Es imperativo estabilizar esa deuda, lo que implica disminuir en 40.000 millones el déficit público, que puede alcanzar el 3,2 o 3,5% del PIB en 2018, situando a Francia en última posición de la zona euro. Los franceses están drogados con el gasto y la deuda públicas, sin comprender que el control de esas finanzas desequilibradas es indispensable para sanear la economía, mejorar el nivel de vida y restaurar la soberanía nacional. Pierre Medès France decía que «las cuentas en desorden son la marca de las naciones que se abandonan». No podría resumirse mejor la situación de Francia.

Alemania siempre ha sido hostil a los proyectos franceses de un «gobierno político» de la zona euro. ¿Son realistas las perspectivas de un relanzamiento o refundación de la UE?

Europa se halla en una nueva situación, resumida por Angela Merkel al pedir a los europeos asumir su propio destino, cuando es evidente que Europa no puede contar con EE.UU. en el terreno económico ni estratégico. Los proyectos de Theresa May y los ataques de Trump han facilitado la unidad de la UE, provocando una toma de conciencia cívica sobre los resultados de la integración: gran mercado, euro, Estado de Derecho, paz. Es necesario refundar la UE en torno a cuatro prioridades: refuerzo de la zona euro, plan de relanzamiento de las inversiones, garantía de los derechos sociales, lanzamiento de la UE de la seguridad y la defensa, control de las fronteras exteriores. El motor sigue siendo francoalemán. Pero su puesta en marcha depende de dos condiciones: clarificación política de Alemania y saneamiento económico de Francia. Los franceses tienen en sus manos la llave de la refundación de Europa. Esperemos que estén a la altura de tal responsabilidad histórica.

El «Economist» dice que Trump, Putin y Erdogan son una amenaza potencial para Europa…

Durante la Guerra Fría, la seguridad de Europa reposó en la resistencia a la amenaza soviética y la garantía de EE.UU., materializada a través de la OTAN y la disuasión nuclear. Tal situación desapareció con el hundimiento de la URSS. Pero Europa ha cedido a las ilusiones del fin de la historia y la violencia. Está amenazada por nuevos riesgos estratégicos: yihadismo, presiones rusa y turca, y ataques cibernéticos. Y EE.UU. se ha convertido en fuente de inestabilidad e incertidumbre, denunciando los tratados de libre cambio y las alianzas estratégicas. Los europeos deben elegir: continuar su desarme o garantizar su propia libertad. De ahí que la seguridad y defensa deban estar en el corazón de los proyectos de relanzamiento de Europa.

La Europa de la defensa es un viejo proyecto. Trump subrayó en la cumbre de la OTAN que los europeos se han habituado a trasladar al contribuyente norteamericano parte sustancial de la factura de su seguridad…

Donald Trump se inscribe en la larga serie de presidentes norteamericanos que denuncian la insuficiencia de los esfuerzos de los europeos para garantizar su propia seguridad. Quizá sea imprescindible darle la razón en ese punto. Matizando que sus declaraciones, siempre un poco fuera del tiesto, caen en un momento en que los europeos han comenzado a invertir más en su defensa, bajo la presión del terrorismo islámico y las ambiciones de Rusia y Turquía. Alemania ha incrementado su presupuesto militar en 3.000 millones de euros por año, Francia ha prometido incrementar su esfuerzo de defensa al 2% del PIB hacia 2025 y la UE tiene previsto coordinar mejor las inversiones militares de sus miembros, dotándose de un centro de mando, e incrementar sus fondos para investigación e innovación en seguridad. El desafío inmediato es acompañar y coordinar esos esfuerzos europeos, restaurando la alianza entre las democracias, amenazada por Trump.

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