El miedo a un retroceso económico potencia el voto contra el Brexit

En las encuestas, la campaña a favor de la UE se asienta con diez puntos de ventaja; en las casas de apuestas el «no» a la Unión solo recaba un 20%

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Boris Johnson lleva la fama, pero al final parece que Cameron carda la lana. El llamativo exalcalde de Londres recorre el país en un bus rojo, prodigando frases de encendido patriotismo. Pero su compañero de partido y jefe de filas parece estar ganando la partida. Dentro de 33 días los británicos responden a la gran pregunta: «¿Debe el Reino Unido permanecer como miembro de la UE o salir de la UE?». Las encuestas de esta semana han constatado que la campaña de la permanencia, el «Remain», se afianza, con una ventaja media de 10 puntos. En el importante termómetro de las casas de juego, solo se da al «Leave» un 20% de opciones.

La historia: guerras y «espléndido aislamiento»

No es de extrañar el bajo europeísmo inglés.

Su historia se resume como una tangana constante con las potencias continentales: las campañas contra Napoleón, las dos Guerras Mundiales contra Alemania, una Guerra Fría contra Rusia. Imperio global en el XIX, los británicos se jactaban de su «espléndido aislamiento» y de su originalidad, que llega hasta las medidas y los carriles de tráfico. «Viven en la ilusión equivocada de que pueden mantener lo que tienen sin cambiar», se lamentaba Jean Monnet, el llamado padre de Europa.

Entrada tardía en el Mercado Común

El Reino Unido no quiso saber nada del Tratado de Roma fundacional de 1957. Cuando pretendió engancharse a Europa, De Gaulle los vetó por dos veces. «Mantienen una profunda y asentada hostilidad contra la construcción europea», decía el general (y acertaba). Por fin, en 1973, el conservador Edward Heath introdujo al país en el Mercado Común. En el referéndum de 1975, el apoyo fue del 67%, con los tories haciendo campaña por el sí, incluida Margaret Thatcher. En los ochenta la relación se enturbia. En 1988, Thatcher pronuncia un espectacular discurso crítico en Bruselas, que enciende la mecha del euroescepticismo en su cuadra. John Major, un tory europeísta, firmó la entrada en Maastricht en 1992, pero con salvaguardas y entre críticas. Blair nunca metió al país en el euro, sabedor de que no había apoyo. La gravísima crisis de la eurozona en 2011-12 agudizó el rechazo a la UE, chivo expiatorio cuando la depresión sacudía a Gran Bretaña, con nacionalizaciones de bancos incluida.

Cameron, en el jardín del referéndum

Jugador de todo o nada, quiso hacer historia resolviendo con sendas consultas dos problemas endémicos de la vida pública británica: el desafío independentista escocés y la herida euroescéptica que divide el alma de su partido. En enero de 2013 prometió un referéndum sobre la permanencia en la UE, razonando que había cambiado. Ya no era aquel Mercado Común que se votó en 1975 y parecía justa otra consulta. Fue una apuesta claramente electoralista. El partido eurófobo UKIP emergía como una amenaza creciente y fue una manera de cercenar su progresión de cara a las generales de 2015. La jugada le salió bien en Escocia. También en los comicios: mayoría absoluta contra pronóstico y UKIP con un solo diputado. Ahora falta el segundo disparo de su ruleta rusa, el del 23 de junio.

Semana grande del «remain», que se afianza

El resumen que compendia seis encuestas realizadas entre el 11 y el 17 de mayo otorga a la campaña «Remain» una ventaja de diez puntos (55%-45%). Pero hay casos más extremos. El sondeo de Ipsos Mori para el diario londinense «Evening Standard» se va a 18. ComRes para la televisión ITV y el eurófobo «Daily Mail» otorga once puntos de ventaja a la permanencia. Hasta el «Telegraph», paladín conservador del euroescepticismo, asume que el «in» está en el 55% y el Brexit en el 40%, con una caída de tres puntos desde abril.

¿Qué ha pasado? El argumento del miedo económico ha calado. El Ministerio de Hacienda ha calculado que cada hogar perdería 5.400 euros anuales con el Brexit. Cameron ha llegado a decir que «los precios en las tiendas subirían». Las casas de juego son tal vez el termómetro más fiable. William Hill y Ladbrokes, las mayores, solo conceden un 20% de posibilidades al «leave».

«Al campo del Brexit puede que se le esté acabando ya el tiempo para hacer valer su causa», dice el inteligente gurú electoral Lynton Crosby, que diseñó la mayoría absoluta de Cameron, por la que lo ha nombrado caballero.

Napoleón decía que «Inglaterra es un país de tenderos». Puede que el revirado genio corso tuviese razón: el bolsillo cuenta, y mucho.

Los argumentos de los «brexiters»

En el fondo se trata de una apelación nacionalista de naturaleza sentimental, el manido «tenemos que llevar las riendas de nuestro propio destino», el mismo argumento del separatismo catalán. Sostienen que la UE socava la soberanía del Parlamento Nacional y que es antidemocrática. Leave Europe y los tories eurófobos critican que Gran Bretaña esté sometida a la Carta de Derechos Humanos Europea. Aseguran que es imposible controlar la inmigración mientras se siga en el club europeo e incurren en un notable alarmismo en este campo, rondando a veces lo xenófobo (lo cierto es que la tasa de paro es solo del 5,1%, pese a la teórica invasión que asfixia la economía).

Las amenazas económicas de Cameron las apodan «El proyecto miedo» y recuerdan que lo mismo se decía cuando el país desdeñó el euro. En relación al golpe que supondría perder ese mercado de 500 millones de personas que es la UE, replican que el país podrá comerciar con el resto del mundo y con sus socios de la Commowealth, o firmar acuerdos con Bruselas como los que hoy tienen Suiza y Noruega.

Cameron y «Britain stronger in Europe»

La economía, una y otra vez. Alertan sobre mermas en el crecimiento, crédito más caro, pérdida de un mercado inmenso y riesgos para el empleo. El ministro de Economía, George Osborne, asegura que tres millones de puestos de trabajo dependen del comercio con Europa . El gobernador del Banco de Inglaterra ha vaticinado caída de PIB y la inversión si hay Brexit. Casi la mitad de las exportaciones británicas van a la UE. El expremier John Major, a favor de Europa, ha recordado unos datos llamativos: el Reino Unido exporta a la UE cinco veces más que a los 52 países de la Commonwealth y seis veces más que a la suma de Rusia, Brasil, India y China. En realidad venden más a la pequeña Irlanda que a la inmensa China. El Gobierno también recalca que seguir en la UE es mejor frente al terrorismo.

Los apoyos foráneos: Putin, Trump y Le Pen

El apoyo a la permanencia entre líderes e instituciones globales es demoledor. La campaña del «Remain» se mofa de que los únicos líderes foráneos que simpatizan con el Brexit son de la calaña de Putin, Marine Le Pen y Trump. Cameron ha añadido al líder del Daesh, diciendo que se alegraría si el país sale, porque tanto Europa como Gran Bretaña serían más débiles. FMI, OCDE, Obama, la City de Londres, la banca y la mayoría de los empresarios y artistas británicos apoyan la UE. También el Partido Laborista y los nacionalistas escoceses, que advierten que el Brexit los llevaría a una inmediata independencia. Los jóvenes son mayoritariamente europeístas y también Londres.

¿Qué pasará el día 24? Cameron no se irá si pierde

La campaña del referéndum es sobre todo una gran bronca en la cocina del Partido Conservador. El presidente de Leave Europe es el inteligente y taimado ministro de Justicia, Michael Gove. Su mascarón de proa, Boris Johnson, que se ha subido al carro euroescéptico calculando que si gana el referéndum será su alfombra al Número 10, su sueño confeso. Cameron ha dicho que seguirá en el poder aunque pierda. Pero sería casi imposible tras una desautorización de tal calibre. Un triunfo de «Remain» favorece a Osborne en la sucesión.

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