Rousseff protege a Lula con el «superministerio» de la Presidencia

De esta forma consigue una protección legal extra ante el caso «Lavacoches», por el que el exmandatario fue detenido recientemente

CORRESPONSAL EN SAO PAULO Actualizado: Guardar
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El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva aceptó al final el miércoles un «superministerio» a su medida en el Gobierno de Dilma Rousseff, que lo blindará ante el proceso Lavajato (lavacoches), liderado por el juez Sergio Moro, que investiga la trama de corrupción de Petrobras. Como nuevo jefe de la Casa Civil, una especie de primer ministro o ministro de la Presidencia, a Lula sólo lo podrá juzgar la Corte Suprema, en un proceso más complejo y donde la mayoría de los jueces los designó él mismo y su sucesora en la presidencia. De este modo, Lula sale de la sombra del juez Moro, que lo estaba cercando y corría el riesgo de ser encarcelado en cualquier momento. El expresidente es investigado por su supuesta propiedad de dos inmuebles de lujo

, uno en la playa y otro en el campo, que no están a su nombre pero que al parecer son suyos.

A pesar de que buena parte de los jueces fueron nombrados durante los trece años en el poder del Partido de los Trabajadores (PT), muchos han sido implacables. Joaquim Barbosa fue nombrado por Lula y es conocido como el juez que llevó a líderes históricos del PT a prisión. La decisión de la Corte Suprema, por lo tanto, no será necesariamente favorable a Lula, pero el expresidente gana un tiempo precioso.

En ese escenario, la explicación de que asume el nuevo cargo por razones políticas y para salvarle la piel a su compañera de filas –amenazada con una moción de censura– no convence ni a la opinión pública, ni a los analistas. Y mucho menos a la oposición, que ve en la maniobra un reconocimiento de culpa por parte de Lula. Varios líderes de la oposición presentaron una serie de demandas judiciales contra Rousseff y su último nombramiento.

Desmoralizados

«Vivimos un momento de desmoralización en un Gobierno que rebasó todos los límites», afirmó el diputado Rubens Bueno, uno de los autores de la demanda de la oposición. La confirmación de que Lula ocupará un despacho contiguo al de la presidenta tuvo una repercusión negativa en el mercado financiero local: subió el dólar y cayó la Bolsa de Sao Paulo. Con el nombramiento de Lula, el presidente del Banco Central (BC), Alexandre Tombini, podría tener sus horas contadas en el cargo, según informa «Folha de Sao Paulo», por oponerse al cambio de rumbo en la política económica que pretende Lula da Silva.

«Acabó el Gobierno Dilma», sentenció Clovis Rossi uno de los analistas políticos más respetados de Brasil. «Es el Gobierno Lula 3», concluyó. El líder brasileño aceptó entrar en el Ejecutivo durante la reunión que mantuvo el miércoles con Rousseff y el actual jefe de la Casa Civil, Jacques Wagner, tras una serie de negociaciones. Lula impuso algunas condiciones, como cambios en el Gabinete y en la política económica. Además reclamó dirigir el Consejo de Desarrollo Económico y Social, hoy en manos de Dilma Rousseff.

Dirigentes del PT y de los partidos aliados valoraron asimismo la vuelta de Lula para dar aliento al Gobierno de Rousseff, contra las cuerdas y a punto de ser destituida en procesos en marcha en el Congreso y en el Tribunal Electoral. Este último puede anular la votación que la llevó al poder.

Amorim y Gomes

El expresidente (2003-2010) puede recuperar a antiguos ministros de su gobierno, como el excanciller Celso Amorim o Ciro Gomes, ministro de Integración Nacional con Lula que puede ocupar la cartera de Educación.

Pese a las críticas que ha levantado su nombramiento, hay sectores que consideran que el regreso de Lula da Silva al Palacio de Planalto puede resultar beneficioso por sus dotes negociadoras, al mismo tiempo que favorece al PT por su popularidad. Lula terminó sus ocho años en el poder con un respaldo de más del 80%.

Al mismo tiempo, muchos coinciden en que Rousseff –con no muy buenas relaciones en el Congreso– puede convertirse en una pieza decorativa en su propio Ejecutivo, amparada por su mentor. La mandataria vuelve a ser un «poste», el apodo que se ganó en su primera campaña presidencial.

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