El príncipe Mohamed bin Nawaf bin Abdulaziz
El príncipe Mohamed bin Nawaf bin Abdulaziz

El embajador saudí en Londres amenaza a los británicos

Ha publicado un escrito después de que el Gobierno de Cameron decidiese suspender un contrato de una compañía gubernamental en Arabia por la vulneración de los derechos humanos en el país árabe

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Enojado por la polémica de los derechos humanos en Arabia, recuerda las inversiones de su país y que ha evitado «miles de muertes» en el Reino Unido en ataques terroristas

El embajador saudí en el Reino Unido, el príncipe Mohamed bin Nawaf bin Abdulaziz, ha publicado en el diario conservador «The Daily Telegraph» un duró artículo, en el que velada pero claramente amenaza a los británicos en relación a las inversiones saudíes en el Reino Unido y a su cooperación a la hora de evitar ataques terroristas en Gran Bretaña.

El escrito es su respuesta al malestar saudí después de que el Gobierno de Cameron decidiese suspender un contrato de una compañía gubernamental en Arabia en protesta por la vulneración de los derechos humanos en el país árabe.

Los casos que forzaron a Cameron a paralizar la oferta inglesa fueron la condena a 360 latigazos a un británico afincado en Arabia Saudí que fabricó vino casero y la inminente decapitación y crucifixión de un chií detenido en una protesta contra el régimen de los Saud cuando tenía 17 años.

Relación antigua y estrecha

El Reino Unido y Arabia Saudí mantienen una relación antigua y estrecha. Los ingleses ayudaron al nacimiento de la nación árabe en 1932, como bien recuerda el clásico del cine «Lawrence de Arabia». El segundo productor de petróleo del mundo, un país de 28,7 millones de habitantes, es el segundo socio comercial de Gran Bretaña en Oriente Próximo y acoge a 30.000 británicos. Se trata también uno de los principales mercados para sus armas, con la venta por ejemplo de 72 aviones Eurofighter.

La presencia del capital saudí en el Reino Unido es también enorme, con bancos árabes afincados en la City –se dice que se tolera incluso que algunos se rijan privadamente por la sharia- y una presencia abrumadora en el sector inmobiliario más lujoso de Londres. Los árabes, con los qataríes, son ya los dueños reales de Belgravia y los animadores de sus tiendas más elitistas. Las sonoras pasadas por Kingsbridge, la calle de Harrods, de sus coches carísimos y un tanto kitsch constituyen ya un clásico en los veranos del nuevo Londonistán. Pero ahora la vulneración de los derechos humanos en Arabia parece poner la vieja amistad en entredicho.

Este mes David Cameron se vio forzado a suspender un contrato del Ministerio de Justicia con los árabes para la formación durante seis meses de personal saudí de prisiones, valorado en ocho millones de euros. Aunque Downing Street ha intentado desvincular ambos hechos, la razón fue la condena a recibir 360 latigazos al ciudadano británico de 74 años Karl Andree, que fue sorprendido por la policía religiosa árabe con vino de fabricación casera en la maleta de su coche. Andree, un ejecutivo del petróleo que lleva viviendo treinta años en Arabia Saudí, fue condenado también a un año de cárcel, que ya ha cumplido sin ser liberado. Su familia sostiene que no resistiría los latigazos dada su delicada salud.

En paralelo el nuevo líder laborista, Jeremy Corbyn, había presionado al Gobierno para que denunciase la situación de Alía al-Nimr, que espera a ser decapitado y crucificado por un supuesto delito cometido cuando era menor de edad. Es sobrino de un clérigo chiita también condenado a muerte. «Deberíamos enviar un fuerte mensaje a los regímenes represivos que diga que el Reino Unido es un faro de los derechos humanos», dijo Corbyn.

Responder solo ante el islam

La respuesta del embajador saudí, que lleva en Londres desde 2005, ha sido airada. En su artículo recuerda que «Arabia Saudí es un Estados soberano, que se rige solo por sus propias leyes, que responden solo al islam y nuestra constitución está basada en el Sagrado Corán, y nuestro sistema de justicia, en la sharia [la rigorista y medieval ley islámica]». El príncipe saudí pide respeto: «Nosotros respetamos las tradiciones locales, fronteras, leyes y religión de Gran Bretaña, y esperamos que los británicos nos garanticen el mismo respeto».

Luego hace una crítica directa a Corbyn: «Un ejemplo de traición al respeto mutuo ha sido cuando recientemente Jeremy Corbyn, líder de la oposición, aseguró que había convencido al primer ministro para cancelar un contrato de consultoría con las prisiones saudíes de 5,9 millones de libras».

En tono ya amenazante, explica que «si los amplios acuerdos entre los dos países va a estar subordinados a ciertas políticas, entonces estos vitales acuerdos comerciales pueden verse en peligro, porque queremos esta relación, pero no ser sermoneados por nadie». Y recuerda que el bienestar de 50.000 familias británicas depende de la economía y las inversiones saudíes, cuyas aportaciones privadas en el Reino Unido cifra en 50.000 millones de libras (69.000 millones de euros).

A continuación enumera y desmiente varias acusaciones a Arabia Saudí en boga estos días. En relación a quienes ponen en duda su papel en la lucha contra Daesh y Al Qaeda, asegura que «ninguna nación invierte más en la lucha contra el extremismo» ni está más amenazada.

También muestra su malestar por informaciones que achacan el último accidente en la Meca, con centenares de muertos, al paso de la comitiva del número dos del régimen: «Es falso». En el pasaje más inquietante recuerda que la inteligencia saudí ha evitado, y el embajador cita a Cameron, «centenares de muertes» en atentados en el Reino Unido y el derribo en 2010 de un avión de carga. Pero el príncipe saudí aclara que «fueron miles de muertos los que se han evitado, no centenares». En el párrafo final parece vincular que se mantenga esa cooperación antiterrorista a que «Arabia Saudí sea tratada con respeto», lo que considera «crucial».

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