José M. de Areilza

Dos diplomacias en una

La química existente entre los dos dirigentes tiene que ver con la búsqueda continua de Trump de aceptación y aplauso

JOSÉ M. DE AREILZA

a visita de Estado de Emmanuel Macron ha combinado los dos registros que eran necesarios para dejar huella en Washington. Por un lado, el francés ha sido pragmático y adulador con Donald Trump, en la mejor tradición del realismo. Pero al mismo tiempo, Macron ha sabido marcar distancias y exponer su visión del mundo, a partir de valores y principios que no comparte el magnate neoyorkino, por mucho que EE.UU. haya contribuido a darles forma y defenderlos en el pasado. Sin muchos miramientos, el joven presidente ha jugado bien con estas dos barajas una partida complicada. La química existente entre los dos dirigentes tiene que ver con la búsqueda continua de Trump de aceptación y aplauso. Esta ansiedad es correspondida con la determinación de Macron de frecuentarle, hablar a menudo con él y envolverle con halagos y gestos de cercanía personal, hasta convertirse en interlocutor favorito. En esta primera forma de aproximación, ayuda la condición compartida por ambos de renovadores de sus sistemas políticos y de muñidores de nuevas reglas del juego. Francia además es sinónimo de todos los valores estéticos posibles para muchos norteamericanos de cierta edad y nivel de vida. Macron entiende que una parte de Trump rechaza el aislamiento al que le lleva su propia deriva temperamental y su ultranacionalismo. Qué mejor que ofrecerle amistad desde la mejor dirección en Paris.

En su segundo modo de operar en Washington, Macron ha utilizado a veces la ironía y otras directamente un lenguaje claro que apelaba a una visión normativa, una alianza entre las democracias más señeras que se asoman al Atlántico, con independencia de quien gobierne. En un histórico discurso ante las dos Cámaras, el presidente francés propugnó un multilateralismo fuerte en nombre de Francia y de Europa y se atrevió a apropiarse del altavoz que EE.UU. deja libre, al renunciar a la defensa del libre comercio y del medio ambiente. En la cena ofrecida en la Casa Blanca, Macron brindaba con naturalidad, rodeado de una manada de millonarios, como si fueran los mismos norteamericanos cívicos que inspiraron a Alexis de Tocqueville.

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