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May ofrece «estabilidad» y trabajar «para desarrollar el Brexit»

Confirma el acuerdo con el DUP norirlandés y afirma que el calendario de negociación con la UE no cambiara

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Ir a por lana y salir trasquilada. Así ha acabado el cuento de la lechera de Theresa May: sin mayoría absoluta y gobernando con la muleta de los diez diputados del Partido Democrático Unionista, el DUP norirlandés. A comienzos de abril, la primera ministra convocó inesperadamente elecciones anticipadas, una apuesta con la que incumplió su palabra previa y que se ha revelado profundamente equivocada, tras una campaña electoral que muchos en su partido tacha de “desastrosa”. May ha obtenido finalmente 319 de los 650 escaños de la Cámara de los Comunes, once menos de los que le legó Cameron y a siete de la mayoría absoluta, fijada en 326.

Durante parte de una madrugada palpitante, que los analistas británicos calificaron de “shock político”, se especuló con que May podría renunciar, tal y como le exigía un crecido Corbyn.

Pero a la una y media de la tarde, hora española, ha visitado a la Reina en Buckingham para pedirle su permiso para formar Gobierno con el apoyo de DUP, a pesar de que ha ganado los comicios sin mayoría absoluta.

Tras veinte minutos de rápida consulta, Theresa May por fin ha comparecido en el atril callejero frente al Número 10 de Downing Street para valorar los comicios y explicar sus planes. A la una de la tarde, vestida de azul tory y con su marido Philip May a su espalda, hizo de tripas corazón, y sin la más mínima autocrítica intentó poner en valor que “somos el partido que hemos obtenido más votos y más escaños”. Confirmó que continuará en el Gobierno, sostenida por la muleta de los diez diputados del Partido Unionista Democrático, el DUP norirlandés.

«El país más que nunca necesita estabilidad», afirmó la primera ministra tras el duro revés que ha recibido con su intento fallido de reforzar su mayoría con unas elecciones anticipadas. Declaró que formará un Gobierno que «pueda dirigir al Reino Unido en un momento crítico». Presentó al DUP como un partido «como el que hemos trabajado bien durante muchos años». Insistió en que llevará adelante el Brexit. May no modificará el calendario de las negociaciones formales con la UE, que empezarán dentro de diez días, como estaba previsto.

La alocución fue muy breve, pero le dio tiempo a repetir alguno de los eslóganes de su fallida campaña electoral, como “construiremos un país en el que nadie se quede atrás”. No hubo ningún atisbo de autocrítica, ni de que vaya a suavizar su concepción del Brexit tras el toque de atención de las urnas. Tampoco detalló cómo se sustanciará exactamente el acuerdo con DUP.

Concluyó su intervención con un “y ahora vamos a trabajar”. Muy apareció seria, un tanto cabizbaja. La duda es cuánto tiempo conseguirá seguir al frente de los tories tras la desautorización frontal que suponen sus resultados del jueves.

Entre los politólogos británicos se especula ahora sobre si reformará su ejecutivo e incorporará a algunas caras nuevas. Si se supone que al menos abrirá su círculo de colaboradores íntimos y restará poder a sus dos gurús de cabecera, los jefes de su gabinete personal. Se trata de la periodista Fiona Hill y el asesor Nick Timothy, el influyente fontanero que escribió un programa electoral señalado por algunos secretarios de Estado tories como la principal causa de la derrota, al haber mostrado un rostro duro, con medidas que enojaron a los jubilados, granero de votos conservadores.

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Corbyn pide poder gobernar en minoría

La debacle de May, que había dicho que todo lo que no fuese reforzar su mayoría sería un fracaso, se intuyó la desde la encuesta a pie de urna de las once de la noche, que anticipó bien los resultados. Esa situación de alarma provocó rápidamente negociaciones insomnes entre los tories y DUP, que han cristalizado en el acuerdo que se presentará a primera hora de esta tarde. May seguirá en el poder, pero es un pato cojo a efectos de la cocina tory. A medio plazo será relevada en su partido, donde como cada vez que hay una crisis muchos miran hacia su dirigente más carismático, el singular Boris Johnson.

DUP no formará una coalición. Simplemente dará su apoyo parlamentario a los conservadores en las votaciones importantes. Explican que se han entendido bien con May en sus once meses en el Número 10. Pero sobre todo lo que les ha movido a darle su apoyo es el factor Corbyn, un dirigente que en su día compadreó con portavoces del IRA, la bestia negra del unionismo norirlandés. “La alternativa a May era intolerable”, señalan fuentes de DUP. “Mientras Corbyn sea el líder laborista apoyaremos a primer ministro tory”.

Los unionistas norirlandeses pondrán como condición para prestar sus votos que May descarte por completo la posibilidad de aceptar que Irlanda del Norte conserve una relación especial con la UE tras el Brexit, pues creen que eso sería un caballo de Troya para los republicanos del Sinn Féin, ya que alejaría al territorio del resto del Reino Unido. También podrían pedir que se suavice un poco el Brexit duro y se busque mayor acceso a la zona de libre comercio comunitaria. En Irlanda del Norte se impuso el Remain y DUP quiere tener también presente esa sensibilidad.

Los laboristas ganan 29 escaños y llegan a 261. Los liberales suman cuatro y se quedan en 12, a pesar de que han sufrido la llamativa derrota de su ex líder, Nick Clegg, que pierde su plaza norteña de Sheffield.

El SNP, que había obtenido un espectacular resultado hace dos años con 56 de los 59 escaños escoceses, pierde la friolera de 21 y ve cómo los tories crecen en Escocia de la mano de la valiosa Ruth Davidson, la líder conservadora, llamada a un papel importante a futuro en la política nacional. Sturgeon recibe una durísima desautorización para su exigencia de un segundo referéndum de independencia. Alex Salmond, el anterior ministro principal, ha perdido su escaño. También el líder del grupo parlamentario nacionalista en Westminster, Angus Roberson. John Swimmey, el número dos de Sturgeon, ha pedido ya que abandone la idea de la nueva consulta rupturista.

UKIP se despeña y va camino de la extinción, toda vez que la implantación del Brexit lo ha dejado sin una razón de ser. Su líder, el flojo Paul Nuttall, ha dimitido ya esta mañana después de dejar a la formación en el chasis: ha pasado de obtener el 12,6% de los votos bajo la dirección del carismático y pintoresco Nigel Farage a quedarse solo en un 2%. El propio Nuttall, que ya había fracasado en varios intentos anteriores de ser diputado, ha sido esta vez tercero en su circunscripción electoral, Boston y Skegness, donde solo obtuvo 3.308 votos, 10.000 menos de los que logró allí UKIP hace dos años, lo que da idea de su prestigio y pegada electoral.

Asombra pensar hoy que fue la crecida de UKIP lo que llevó a Cameron a convocar su insensato referéndum sobre la UE, que le costó su carrera política y ha sumido al país en una crisis de división social, sombras económicas y confusión política, según han reflejado los resultados. El Reino Unido iniciará dentro de diez días las negociaciones del Brexit con un Gobierno más débil que el que tenía, gracias a la jugada de May, que quiso aprovechar la aparente debilidad de Corbyn, pero no midió bien al rival y sobrevaloró su propia figura, con una equivocada campaña personalista, en la que llegó a apartar de los focos a sus ministros.

Jeremy Corbyn, de 68 años, ha vuelto a revalidar su escaño perenne de Islington North, en el Norte de Londres, que ha sido su medio de vida desde 1983. Con su corbata roja, un entorchado del mismo color en la solapa y una sonrisa enorme, se declaró “muy orgulloso” de su campaña y resultados y se apresuró a pedir la renuncia de Theresa May, que “debe dejar paso a un Gobierno que represente verdaderamente a la gente de este país”. “Es bastante claro quien ha ganado las elecciones”, manifestó, atribuyéndose con desparpajo una quimérica victoria, cuando en realidad ha quedado de segundo y a 58 escaños de May.

Corbyn se declaró listo para “para servir al país” con un Gobierno laborista. Algo que es inviable. No solo porque May, que al final ha ganado las elecciones, podrá formar una mayoría con los votos de DUP, sino también porque la suma de laboristas, SNP, liberales, verdes y nacionalistas galeses no alcanza los 326 escaños de la mayoría absoluta. Pasados los días, cuando baje el suflé de la historia, se verá que en realidad Corbyn ha quedado muy lejos del Número 10.

El diagnóstico de Corbyn es que “la gente de este país ha dado la espalda a la austeridad tory”. Pero es una lectura demasiado simple de estos comicios, donde sin duda al final ha pesado la sombra alargada del Brexit: muchos votantes oscilantes entre tories y laboristas, pero que en el referéndum europeo se inclinaron por la permanencia, no estaban contentos con la deriva de May hacia el Brexit duro. La primera ministra ha abogado por la salida inmediata del mercado único y la unión aduanera, controles estrictos de la inmigración para reducirla a cien mil personas al año (hoy son 273.000) y se ha resistido a reconocer ya los derechos de los ciudadanos comunitarios que viven en el Reino Unido.

Theresa May dijo sus primeras palabras de la noche en su circunscripción de Maidenhead, donde ganó su escaño, y ya dejó caer que apostaría por continuar en el cargo. Ojerosa y seria, vestida con un traje chaqueta rojizo y al lado de su jovial marido Philip, manifestó que “en este momento más que nunca el país necesita estabilidad y si los datos son correctos, los conservadores han ganado más escaños y probablemente más votos, entonces nos compete asegurar un periodo de estabilidad y eso es exactamente lo que haremos”.

A pesar de esas palabras, su situación política se torna delicada, y más en un partido tan implacable internamente como el conservador, una perfecta máquina de poder, intransigente en la derrota. Una de sus diputadas, la europeísta Anna Soubry, ya ha calificado la campaña de May de “horrible” y ha dicho que “debe reconsiderar su posición”. Frase eufemística con la que algunas voces han pedido su dimisión.

El más madrugador en pasar la factura a May fue George Osborne, el ex ministro de Economía y mano derecha de Cameron, cesado por May nada más llegar al poder. Desde entonces Osborne, ahora director del influyente diario gratuito de Londres, el “Evening Standard”, ha venido criticado a la primera ministra en su periódico. Nada más conocer el resultado de las israelitas, que han anticipado con éxito la pérdida de la mayoría absoluta, el europeísta Osborne declaró que será “muy difícil que pueda seguir a medio plazo al frente del partido”. Pero por lo de pronto seguirá y podría ser que al menos se le dejase completar los 18 meses de la negociación del Brexit.

La otra gran derrotada de la noche es también una mujer que ostenta el poder, Nicola Sturgeon, la líder separatista escocesa y ministra principal, que se ha empecinado en fomentar un segundo referéndum de ruptura cuando no había demanda social para ello ni ganas de independencia. Se reconoció “decepcionada” por los resultados y prometió pensar “apropiadamente” si debe seguir con el envite de una nueva consulta separatista.

Ruth Davidson, la líder tory en Escocia, que habría ganado unos siete diputados, declaró que “el segundo referéndum ha muerto”. La crecida del Partido Conservador en Escocia tiene un enorme mérito, pues sus resultados históricos son muy bajos y tras el thatcherismo algunas zonas escocesas eran casi “no go áreas” para los tories.

Entre los tories críticos con May se habla de “culto a la personalidad”. También se exige que sus asesores, su camarilla de fontaneros que tienen una enorme influencia sobre ella, Nick Timothy y Fiona Hill, “salgan ya por la puerta del Número 10 y no vuelvan”.

Timothy, al que algunos apodaban como el Rasputín de May, por su barba larga y su ascensión sobre ella, fue el ideólogo del programa electoral, el hombre que cometió el error de enojar a los jubilados, granero de voto tory, con la retirada de las ayudas a la calefacción y sobre todo con el llamado “impuesto de la demencia”, que los obliga a responder con sus viviendas a su muerte para pagar la factura de la asistencia social a domicilio si han sido dependientes.

También se critica la campaña personalista de May, tímida y discreta dialéctica, quien dejó fuera de foco a sus ministros para que resaltase su figura. Solo los tres últimos días, cuando vio que flaqueaba en las encuestas, recurrió al carisma de Boris Johnson. La mayoría de los ministros ni han aparecido.

Esta mañana suena a sarcasmo la frase que May ha enfatizado cada día durante 50 jornadas de precampaña y campaña electoral: “Un liderazgo fuerte y estable para desarrollar el Brexit”.

Pronto comenzarán a barajarse nombres para el día después de May, si es que llega. Por su puesto el primero será Boris Johnson, la ambición rubia, que se quedó sin apoyos de los diputados en julio del año pasado en su intento de ser líder tory, pero que es, de largo, el político con más pegada popular de la formación. Otro nombre puede ser la ministra del Interior, Amber Rudd, una europeísta que ha salvado su escaño por poco y una dialéctica sólida. Opción más audaz resultaría Ruth Davidson, la treintañera que ha protagonizado el milagro escocés de los tories, ex periodista, cristiana, lesbiana y muy valiente. Pero el relevo sería a medio plazo.

La noticia de las urnas no sentará bien a la economía. La libra ya se desplomó abruptamente a las once de la noche, nada más conocerse el sondeo a pie de urna que anticipó la pérdida de la mayoría absoluta de los tories. El Reino Unido se despertó con lo que la jerga política local llama “un Parlamento ahorcado”, de difícil gobierno. May se ha revelado como una líder de hojalata, incapaz de ampliar los feudos tories en un momento clave de la historia de Gran Bretaña.

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