Un grupo de inmigrantes se dirige a Viena desde la estación de Nickelsdorf
Un grupo de inmigrantes se dirige a Viena desde la estación de Nickelsdorf - afp

Más de seis mil refugiados entran en Austria tras la apertura de la frontera

Viena y Berlín fletan trenes para que miles de personas alcancen territorio germano

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Las imágenes del niño sirio Aylan Kurdi, enterrado ya en Kobani, la ciudad en guerra de la que escapó con su familia para después morir ahogado, parecen haber servido de bálsamo contra la animadversión europea hacia los refugiados. Aunque Aylan, de tres años, es solo uno de los más de 2.500 fallecidos en el mar Mediterráneo durante 2015. En la madrugada del sábado Austria y Alemania abrieron sus fronteras ante la presión y en solo 24 horas más de seis mil refugiados entraron en territorio austriaco desde Hungría. Budapest por su parte había relajado las órdenes de frenar a los miles de personas que desean de manera desesperada seguir viaje hacia esos dos países. Alemania es el país de destino con el que sueñan y hasta allí llegaron el sábado varios miles en trenes desde Austria.

La agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) ha aplaudido la decisión de estos dos países, pero recuerda que Europa debe buscar unida las soluciones y no deben ser solo unos cuantos países los que soporten el peso del problema. «Ha llegado el momento de tomar medidas», dijo la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini. Pero países como Hungría se niegan a aceptar cuotas y a abordar soluciones en común en ese sentido.

A la estación de Múnich llegó el sábado entre ovaciones un primer tren especial con 450 solicitantes de asilo a bordo procedentes de Austria. El personal ferroviario los recibió con carteles en los que se leía «Bienvenidos a Múnich». Este fin de semana, la ola de solidaridad con los refugiados que ha convertido a Alemania en referente en el trato digno a los migrantes, alcanza una de sus cotas más altas. La Policía bávara no tiene muy claro cuántos migrantes van a llegar estos dos días, y ofrece una cifra de entre 5.000 y 10.000. Solo el sábado se esperaba la llegada de una docena de trenes especiales a Múnich.

Pero los trenes no llegan solo a Baviera. El sábado, un convoy con unos 500 refugiados llegó también a Saalfeld, en Turingia. Desde allí, serán trasladados en autobuses a distintos centros de acogida de los Estados federados de Sajonia y Sajonia-Anhalt, las regiones que más ataques contra albergues de refugiados han registrado en los últimos meses.

En Múnich los recién llegados eran atendidos por intérpretes de árabe, pues la gran mayoría son sirios que escapan de la guerra civil que sacude ese país desde 2011.

«La situación en Hungría ha sido horrible», dijo Omar tras llegar a Viena junto a su familia, informa la agencia Reuters. Sus testimonio concuerda con el de muchos otros que relatan un verdadero infierno. Incapaz de frenar como pretendía a esas miles de personas, el Gobierno del ultraderechista Viktor Orban decidió abrir la mano y dejarles seguir viaje hacia Austria. Aunque seguía sin permitir la salida de trenes desde Budapest sí fletó un centenar de autobuses. Muchos en todo caso emprendieron el viernes a pie el viaje, de unos 200 kilómetros hasta la frontera austriaca, incluso con niños y bebés.

Los más de 6.000 emigrantes y refugiados que entraron el sábado bajo la lluvia a territorio austriaco desde Hungría eran recibidos por ciudadanos locales con carteles de «Refugiados bienvenidos». Grupos de voluntarios les ofrecían agua y fruta. Al mismo tiempo, Viena está permitiendo que avancen hacia Alemania, pero su ministro de Exteriores, Sebastian Kurz, entiende que la idea de la Europa sin fronteras y el espacio Schengen están en peligro. «Sí, claro que existe un peligro. En estos momento no tenemos seguridad en las fronteras», dijo el canciller austriaco en la reunión de ministros de Exteriores de la UE en Luxemburgo.

«Valores cristianos»

Orban insiste en que los «valores cristianos» del contienente están en juego con la llegada de miles de musulmanes. Ayer aseguró que enviará más policías a la frontera sur del país y que si el Parlamento lo acepta, desplegará allí al Ejército para impedir la entrata de inmigrantes. En las últimas semanas en esa frontera con Serbia ha levantado 175 kilómetros de valla alambrada que no han servido para frenar el flujo de llegadas. A los que logran entrar trata de obligarlos a registrase y pedir asilo, pero cientos de ellos escaparon el viernes al grito de «¡Alemania, Alemania!» de un centro en Röszke, junto a la frontera serbia. Viendo que mantenerlos por la fuerza es imposible, Hungría decidió empezar a enviarlos en autobús hacia Austria.

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