Sunita Sitaula, en la imagen con su marido Mahendra, fue rescatada con vida y sin un rasguño ni un hueso roto después de 33 horas sepultada bajo los escombros de su casa
Sunita Sitaula, en la imagen con su marido Mahendra, fue rescatada con vida y sin un rasguño ni un hueso roto después de 33 horas sepultada bajo los escombros de su casa - pablo m. díez

El terremoto de Nepal provoca el éxodo de 340.000 damnificados por falta de ayuda humanitaria

Sin comida ni refugio, los supervivientes huyen del valle de Katmandú por miedo a nuevas réplicas y al brote de enfermedades

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Bina Twyana Basu le da el pecho a su hija de un año, Bipisa, sobre un monolito conmemorativo de Bhaktapur como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Rodeada de sacos de ropa, mantas y ollas, la mujer espera a que sus parientes vengan a recogerla con un motocarro para llevársela de esta ciudad próxima a Katmandú, una de las más devastadas por el terremoto de Nepal.

Al igual que buena parte del bellísimo casco histórico de Bhaktapur, un laberinto de casas de ladrillo y madera, el edificio de cinco plantas donde vivían 20 miembros de su familia se derrumbó como si fuera chocolate derretido. Aunque Bina se libró de perecer bajo las ruinas porque estaba recogiendo patatas en el campo, ella y sus parientes han decidido marcharse a una escuela local en las afueras por el miedo a nuevas réplicas y la falta de ayuda humanitaria.

«No podremos volver hasta que nuestra casa sea reconstruida, pero nos hace falta medio millón de rupias (4.500 euros) y no sabemos de dónde vamos a sacarlas porque mi marido no tiene trabajo», se lamenta la mujer, de 32 años.

Tras destruir más de 70.000 viviendas y dañar otro medio millón, el terremoto de Nepal está provocando el éxodo masivo de damnificados que, como Bina, huyen en busca de refugio dejando atrás las ruinas a que quedaron reducidos sus hogares. Según informa el portal de noticias Ekantipur citando a la Policía de Tráfico, unas 340.000 personas habían abandonado el valle de Katmandú hasta ayer.

Cargando con lo poco que han podido salvar de los escombros, los damnificados se encaraman a desvencijados autobuses llenos hasta el techo o recorren cientos de kilómetros en camiones donde cargan los muebles y electrodomésticos que no quedaron sepultados bajo los escombros. Envueltos en una nube de polvo, y en medio de una desafinada sinfonía de bocinas, coches, furgones y motos colapsan las salidas de Bhaktapur, donde parece que cayó una bomba en lugar de un terremoto.

Como si hubiera sido arrasada por una guerra, en la calle Golmadhi se apilan los cascotes de los fachadas que se vinieron abajo durante el seísmo, dejando al descubierto el interior de sus colapsados pisos como si fueran heridas abiertas en carne viva. Bhaktapur, antaño uno de los destinos turísticos más populares de Nepal, se revela como un desolador dédalo en ruinas desde la azotea de Ramprasad Tulsibakhyo, un tendero que vivía con otros 25 miembros de su familia en una casa de cinco plantas, que resistió en pie pero tendrán que abandonar por los daños que sufrió.

«Tengo miedo de que las réplicas la tumben», dice con los ojos vidriosos mientras contempla el rastro de destrucción que dejó el seísmo. A sus pies, y formando una cadena humana, sus vecinos ya han empezado a retirar los escombros de dos casas que se hundieron sepultando a siete de sus moradores.

«Perdí a mi madre y tuve que desenterrar su cuerpo con mis propias manos», recuerda compungido Rajkumar Duwal, un albañil de 29 años que se ha quedado sin la casa donde nació y, como otros muchos supervivientes, no tiene adónde ir.

Acarreando un saco a sus espaldas, Brinda Kasula, madre de tres hijos a sus 36 años, esquiva los cables del poste eléctrico que cayó sobre la calle y, sin mirar atrás, se aleja del hogar donde, según explica, vivió «los momentos más felices de mi vida, y al que no sé cuándo podré volver».

En medio de la catástrofe, dos jóvenes locales, la maestra Salina Bajrachanga y la ingeniera Sadikshya Shrestha, ya se han movilizado para ayudar a los damnificados y hacerles llegar las donaciones que han empezado a recibir para reconstruir sus casas.

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