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Maduro y Raúl Castro acceden a ser fotografiados en la Cumbre de las Américas - afp

Quién es quién en América Latina tras la cita entre Obama y Raúl Castro

El histórico encuentro entre los presidentes estadounidense y cubano en Panamá abre una nueva era que tendrá repercusiones en toda la región

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El histórico encuentro de ayer en Panamá entre los presidentes estadounidense y cubano culmina un giro iniciado el pasado diciembre cuando Washington anunció el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba. Aquella decisión supuso el el comienzo del fin del último vestigio de la Guerra Fría en la región y ha alterado el equilibrio geopolítico en todo el continente americano.

La pregunta es ahora qué papel jugará cada uno de los actores. El inmovilismo se ha roto y ahora unos y otros han de reposicionarse ante un horizonte esperanzador pero incierto.

Estados Unidos:

A la espera de medidas concretas sobre las que el Congreso, ahora en manos de los republicanos, habría de pronunciarse, Obama ha conseguido virar la proa del transatlántico de la política exterior estadounidense.

Empeñado personalmente en rematar su obra política en los menos de dos años que le quedan como «hombre más poderoso de la tierra», Obama ha puesto toda la carne en el asador para sellar un acuerdo nuclear con Irán y emprender una nueva era en las relaciones de los Estados Unidos con América Latina, el «patio trasero». El primer presidente negro de la historia quiere que la gran potencia sea vista en la región, que concentra algunos de los mercados más emergentes del planeta, como un vecino leal y no como un intruso agresivo. El deshielo con Cuba es un paso histórico en esa dirección. Pero, como los tratos con Irán, implica enormes riesgos. La Habana y Teherán son socios de dudosa fiabiliad, sobre todo a ojos de sus oponentes republicanos y de amplios sectores de la opinión pública estadounidense.

Cuba:

El régimen cubano ha conseguido, más de medio siglo después de tomar el poder y de resistir el castigo de su poderoso vecino que este le reconozca como interlocutor y empiece a relajar el bloqueo económico que ha asfixiado a varias generaciones de cubanos. Desde que sucediera a su hermano Fidel en la cúspide del régimen comunista, Raúl Castro ha dado tímidos pasos hacia la apertura económica, siempre asegurándose de que ninguna de las medidas de liberalización derive en un restablecimiento de las libertades públicas. El nuevo escenario, aunque todavía por dibujar, será sin duda vendido como un éxito por las autoridades cubanas. El reto para el Gobierno cubano es ahora avanzar en el acercamiento a los Estados Unidos, imprescindible para resucitar una economía colapsada, sin romper los lazos con Venezuela, que ha sido el principal sostén económico de la revolución durante todo el siglo XXI, toneladas de petróleo mediante.

Venezuela

Si hay un derrotado en Panamá, ese ha sido Nicolás Maduro. Acosado por la devaluación del crudo en los mercados internacionales y por la censura de altas instancias internacionales al encarcelamiento de los dirigentes de una oposición cada más activa y harta, para el presidente venezolano la quiebra de su alianza con la Cuba de los Castro supondría otro duro golpe. Ante el acercamiento de Washington a La Habana, Maduro ha optado por hacer de la necesidad virtud. Habitualmente enrocado en soflamas estadounidenses, en Panamá rebajó el tono y reclamó diálogo a un Obama que no se quedó a escuchar su discurso. Luego se supo que hablaron un rato aparte. Es lo que toca ahora en América Latina, empezar a hablar.

Ecuador, Bolivia y el resto de países del ALBA:

Rafael Correa, Evo Morales y el resto de líderes de la Alianza Bolivariana que Chávez se inventó para impulsar la integración regional y asentar el poder venezolano en ella, se ven obligados también a perfilar nuevas posturas. Aunque en los discursos de la Cumbre de Panamá todos cerraron filas en torno a Castro y Maduro y repitieron su conocida lista de agravios contra el «imperialismo yanqui», todos saben que sería una insensatez rechazar la mano que ahora tiende tan abiertamente la gran potencia. Obama ha dejado claro que, por grave que pueda ser la situación política interna, como lo es la venezolana, ninguno debe temer una intervención estadounidense. Los tiempos de las dictaduras ultraconservadoras apoyadas por la CIA y de los desembarcos de los «US marines» han pasado. Al menos, mientras Obama sea el inquilino de la Casa Blanca.

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