«Me voy a mi casa con el corazón lleno de alegría y siento que mantengo viva la lucha de mi hija»

Raquel, voluntaria de la Fundación Aladina, cuenta su experiencia

MADRID Actualizado: Guardar
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«No me convertí por causalidad en voluntaria de Aladina. Mi hija enfermó de leucemia y falleció en 2011. Tenía 8 años». Son las palabras de Raquel Feijoó, voluntaria de la Fundación Aladina, y madre de Vera. Una vez superado el duelo, Raquel decidió volver al hospital, pero esta vez como voluntaria de la Fundación Aladina, que desde hace más de diez años ayuda a niños y adolescentes enfermos de cáncer de toda España.

Esta es sólo una de las historias, increíbles historias, de los voluntarios de Aladina, que la fundación quiere compartir con motivo del Día Internacional del Voluntariado, que se celebra el lunes 5 de diciembre. Cada tarde, 53 voluntarios acuden a los hospitales con los que colabora la fundación. Son un ejército de personas solidarias, que donan su tiempo con total generosidad con un sólo objetivo: hacer sonreir a un niño con cáncer.

«Cuando me repuse de la muerte de mi hija, gracias al grupo de duelo de la Fundación Aladina, decidí que tenía que hacer lo mismo que habían hecho por nosotras cuando estábamos en el hospital. Me uní a esta gran familia. No es lo que yo doy, es lo que los niños me dan, y me siento privilegiada por ello», cuenta Raquel. «Todo esto me ha ayudado mucho también a superar el fallecimiento de Vera».

Raquel no quiso quedarse sólo con «lo feo y terrible de la enfermedad, sino también con lo positivo, la valentía y la sonrisa de los niños, el brillo de sus miradas, quedarme con lo mejor».

Otros voluntarios llegan con el solo convencimiento de que tienen que ayudar. Es el caso del joven Miguel Checa, valenciano, que pasaba todos los días delante del Hospital Niño Jesús hasta que un día, hace ya 5 años, decidió preguntar. Hoy es uno de los voluntarios más veteranos y divertidos de la fundación. La relación con los niños y adolescentes, a los que ha acompañado, entretenido y cuidado durante mucho tiempo, no termina en el hospital. A Miguel le invitan a los eventos especiales de los pequeños o a las bodas y fiestas de otros voluntarios. Son una gran familia.

«Hay momentos duros, en que a veces te lo piensas, pero llega un punto de inflexión en el que tienes que decidir, y si es que sí, seguir a tope. Lo más importante cuando vienes es disfrutarlo, a veces nos lo pasamos mejor los propios voluntarios que los niños. El objetivo es que todos lo pasemos bien», asegura Miguel.

Además, Aladina cuenta con 313 voluntarios de eventos, personas que deciden colaborar apoyando las acciones que desarrolla la fundación en fines de semana o en actividades concretas. Mercadillos, campeonatos deportivos, conciertos solidarios o ferias son algunas de las actividades en las que estos voluntarios también se convierten en un apoyo fundamental de la entidad.

«Lo más importante de la Fundación Aladina son sus voluntarios, esas personas que cada día derraman su amor y sacan sonrisas a los niños con cáncer», asegura Paco Arango, presidente de Aladina, que en un día tan importante quiere mandar un mensaje especial de agradecimiento a todos ellos.

Paco Arango creó la fundación después de haber pasado cinco años como voluntario, acudiendo cada tarde al Hospital Niño Jesús. El presidente de la fundación no ha dejado esta actividad y acude habitualmente a acompañar a los niños hospitalizados.

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