Felipe de Edimburgo
Felipe de Edimburgo - Matthew Fearn

Felipe de Edimburgo dona el coche con el que circulaba por Londres

El taxi verde, en el que durante 18 años se movía de incógnito, se expondrá en el Museo de Sandrigham

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Felipe de Edimburgo, que cumplirá 96 años en junio, ha aparcado su taxi verde, con el que llevaba 18 años circulando de incógnito por Londres, a veces para compromisos oficiales y otras para actividades privadas. Con el paso de los años, el Metrocab que adquirió en 1999, alimentado con gas y de motor Ford, se había convertido en una curiosidad más de la capital, que sorprendía a muchos turistas avezados.

Quien naciera en Corfú como Felipe Mountbatten, príncipe de Grecia y Dinamarca, ha donado el coche al Museo de Sandringham, un latifundio en el Noreste de Inglaterra de 32 kilómetros cuadrados, donde cada año pasa la Navidad con la Reina Isabel II, su esposa desde 1952.

La finca fue adquirida por la Emperatriz Victoria en 1862 y hoy cuenta con un museo donde se exponen veinte coches de la Familia Real. El más antiguo es un Daimler de 1900 de Eduardo VII. El Duque de Edimburgo ya había donado anteriormente un Alvis de 1961. Buckingham ha explicado que el taxi se retira porque necesitaba una reparación compleja para seguir circulando.

En realidad el Duque de Edimburgo no conducía su Metrocab, viajaba en el asiento trasero. Pero eso no significa que haya renunciado al volante. A los 95 sigue conduciendo, al menos en pagos privados. El año pasado se puso al volante de un Range Rover para trasladar a Barack Obama y su mujer Michelle desde el helipuerto de Windsor al castillo. En las redes sociales británicas hay división de opiniones. «No debería seguir conduciendo con 95 años», critican unos. «Qué tío, ¡conduciendo con 95!», elogian los más positivos.

De joven fue un conductor impetuoso, según recogieron en su día las amables memorias de Marion Crawford, nanny de la Reina: «Entre los chóferes de palacio había una reluctancia general a que Philip sacase cualquiera de sus coches, pues podían retornar a ellos con abolladuras o defensas golpeadas».

Isabel se enamoró de Felipe con solo 13 años, cuando el apolo heleno, un príncipe rubio de 1,88 metros de talla, le hizo de anfitrión en una visita a un centro de la Armada. De puertas a dentro se dice que Felipe ejerce de jefe de la familia, que se denomina a sí misma «La Empresa».

El incombustible Duque de Edimburgo arrastra fama de metepatas y hace gala de un sentido del humor tan entusiasta como controvertido. Pero la Reina lo adora y su presencia la relaja. Isabel II, paradigma de la discreción, recurre en las audiencias a una coletilla neutra: «How fascinanting». Ese «qué fascinante» puede ser elogioso, o también una irónica señal de hartazgo según cómo lo pronuncie. Lo de Felipe es más directo: «¿Descienden todos ustedes de los piratas?», preguntó en un viaje a las Islas Caimán. Aunque colecciona viñetas de prensa sobre él, su opinión sobre los medios se le escapó en una visita a un hospital del Caribe: «Ustedes tienen mosquitos. Yo tengo a la prensa».

Su cita más conocida sobre coches no pasaría hoy los filtros de la corrección política: «Si ves a un hombre abriéndole la puerta de un coche a una mujer, solo puede significar dos cosas: o que es una nueva mujer o que es un nuevo coche». El Príncipe y sus cosas…

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