Cyrus Pahlevi con su madre, la princesa Ashraf, y Doris Brynne, en París
Cyrus Pahlevi con su madre, la princesa Ashraf, y Doris Brynne, en París - Cordon

Cyrus Pahlevi, el último príncipe de Irán: «Dudo que vaya a volver a mi país»

El enigmático sobrino del Sha de Persia dejó su país con 9 años, se crió en las Seychelles y ahora triunfa como artista en París. «Fui un pequeño Robinson», dice a ABC

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La infancia de Cyrus Pahlevi podría haber sido un capítulo de «El libro de la selva». Al igual que el Mowgli de Rudyard Kipling, este príncipe iraní de 43 años se crió como un niño lobo, huyendo de un enemigo en la sombra. En su caso no era un tigre de Bengala quien le acechaba, sino el mismísimo ayatolá Ruholá Jomeini. En 1977, el príncipe Shahram Pahlevi, sobrino del último Sha de Persia, y su mujer Niloufar Ashraf, escondieron a su hijo de nueve años, el pequeño Cyrus, en la isla d’Arros, en las Seychelles, con la esperanza de salvarle de las revueltas que ensangrentaron los últimos años del reinado de Mohamed Reza Pahlevi.

En d’Arros, un atolón privado que los Pahlevi adquirieron en 1975 por 450.000 libras esterlinas, el Mowgli iraní gozó de una infancia casi salvaje, ajeno a las convenciones sociales.

«Como un pequeño Robinson Crusoe», asegura el propio príncipe. Separado de sus padres y de la sofisticada corte persa, su contacto con el mundo exterior se limitó a un puñado de empleados a su servicio: un mecánico, un administrador, un tutor y un par de asistentas nativas. «Siento que mi aislamiento en la naturaleza me dio esa sensibilidad que tengo ahora para encontrar belleza en todo lo que me rodea», explica el sobrino nieto del último Sha en conversación telefónica con ABC. «Descubrí que puedes hacer que lo más sencillo del mundo se convierta en algo extraordinario», añade este pintor, fotógrafo, productor de cine y filántropo que ha expuesto en grandes galerías como Marlborough de Londres o Galerie du Passage de París.

Atentados sangrientos

Mientras Cyrus exploraba la belleza de las pequeñas cosas, su abuela Ashraf, hermana gemela del monarca iraní, se salvaba de un brutal atentado en la Costa Azul. El «petit prince» se crió ajeno al hundimiento de su dinastía. Su mundo era su cabaña en forma de seta gigante, obra del famoso arquitecto Jacques Couëlle, unos jardines firmados por el paisajista André de Vilmorin, la playa y el océano Índico. Ni siquiera se enteró cuando su tío, el príncipe Shahrirar Shafigh, fue abatido a tiros en las calles de París a manos de extremistas musulmanes.

La venda de sus ojos se desvaneció recién en 1982, dos años después de la muerte de Reza Pahlevi. Ese año sus padres le inscribieron en Le Rosey, el internado suizo por el que pasaron el Aga Khan, Alejandro de Yugoslavia y Manuel Filiberto de Saboya. «Viví siete años solo en una isla desierta. Solo con los animales, los peces, las plantas y unos pocos empleados de mis padres. Y de repente me vi rodeado de un montón de niños. Fue un shock, ya que hasta entonces los animales habían sido mis únicos amigos», recuerda. «Estaba acostumbrado a estar solo o con adultos. Tardé un año en ajustarme a mi nueva vida en Le Rosey», admite.

Pahlevi dejó Teherán con nueve años y nunca más volvió a pisar la tierra que su familia gobernó durante poco más de medio siglo. «Abandoné mi país hace mucho tiempo y dudo de que alguna vez vaya a volver», confiesa. «En los últimos años las cosas han cambiado bastante en Irán. Ahora parece que hay más oportunidades para los jóvenes y también parece que los negocios están floreciendo. No obstante, no creo que vaya a regresar», dice en un perfecto inglés que delata su buena educación.

Pese a que no tiene planes de retornar, no olvida sus raíces iraníes ni su niñez en d’Arros, ese minúsculo edén que sus padres vendieron en los años 90 a la millonaria francesa Liliane Bettencourt, heredera del imperio de cosmética L’Oréal. En 2012, Cyrus expuso en París una serie de fotografías hechas en esta isla por la que su familia se embolsó 13,5 millones de euros. Fue su manera de despedirse del paraíso perdido. Su tía abuela, la Emperatriz Farah Diba, acudió a la inauguración, en la que recordó que el Sha murió soñando con veranear en d’Arros. Se disponía a hacerlo en el verano de 1978, pero las revueltas en las calles de Teherán truncaron la visita.

La princesa pantera

El novelesco pasado de los Pahlevi es una fuente inagotable para Cyrus. En 2008 produjo una película sobre su abuela la princesa Ashraf. En los años 50 y 60 la prensa francesa la apodó «la pantera negra», apodo que ella misma confesó que se ajustaba a su naturaleza «turbulenta y rebelde». La «pantera» colaboró con la CIA en el derrocamiento del primer ministro Mohammad Mosaddeq, que llevó al trono a Reza Pahlevi, y durante el reinado de su hermano presidió la delegación iraní ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Apoyó los derechos de las mujeres en Irán y los derechos humanos antes de la revolución de 1979 que obligó a su familia al exilio. «Mi abuela es tan grande como la vida misma. Ha tenido una vida notable y sería difícil contarla en un solo filme», dice. Pese a descender de una familia de reyes y estadistas, Cyrus siempre quiso ser artista y «nana Ashraf» fue su puntal. «Ella y toda mi familia supieron reconocer mis dotes artísticos y me brindaron apoyo». Los amigos famosos de sus padres también le echaron una mano. «Mi querido amigo el fotógrafo Peter Beard ha sido una inspiración para mí».

Quizá como un homenaje a «la pantera negra», Cyrus está entregado a la protección de estos felinos en peligro de extinción. «Estoy focalizado en salvar a los tigres leopardo y a toda la familia de los gatos salvajes», señala. Pero tiene tantas inquietudes como historias que contar. Él mismo se define como un hombre polifacético. «La versatilidad es mi marca. Es más, tengo una vida que muda todo el tiempo. Mis mayores talentos son un alto sentido de la estética y una creatividad que canalizo en diferentes medios como la arquitectura, el diseño y las Bellas Artes. A eso habría que sumarle mi pasión por la producción de cine y la actuación», dice.

Hotel en Croacia

Para demostrar su espíritu renacentista enumera un sinfín de proyectos que le mantienen ocupado: la apertura de una galería de arte en la parisina Avenida Matignon, el diseño de barcos, la decoración de hoteles y casas particulares. Pero su verdadera obsesión es un complejo de villas cerca de Yeda, en Arabia Saudita, y un hotel boutique con villas incluidas frente a la costa de Croacia. «Será un resort de lujo en la isla de Hvar, en medio del mar Adriático», adelanta. En la misma isla que el poeta Hanibal Lucic bautizó como la más bella de todo el Mediterráneo. Con apenas 80 kilómetros de largo y 11 de ancho, Hvar guarda cierto lejano parecido con d’Arros. Mowgli vuelve a la selva.

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