Varufakis y su mujer, Danae, en la terraza de su casa en Atenas
Varufakis y su mujer, Danae, en la terraza de su casa en Atenas - GIROUDON Baptiste

Así vive Varufakis: el marxista que tiene un piso con vistas al Partenón

Se mudarán a uno más grande para «cuidar su intimidad». Vuelan en turista, pero tienen casa estival en la isla de Egina

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Viven en un nido de amor al pie de la Acrópolis, aunque sin mucho tiempo para los arrumacos. Por quinta vez en un mes, Yanis Varufakis (53 años), la rara avis del Gobierno de Tsipras, va a tomar un vuelo rumbo a Bruselas para renegociar el plan de ayuda para Atenas y evitar la quiebra de Grecia. Va sin corbata ni pelos en la lengua, pero bien armado para defender a su país y decidido a poner fin a la austeridad. Se formó en el Reino Unido, cuenta con numerosos títulos y ha sido profesor de economía en universidades inglesas, australianas, griegas y estadounidenses. Su mujer, la artista Danae Stratou, pensaba que se había casado con un intelectual, y ahora se ve en los brazos de un nuevo héroe griego.

[ Galería: La «dolce vita» de Varufakis]

A la sombra del Partenón, el amigo de Alexis Tsipras se prepara para enfrentarse a la Unión Europea y sus dictados. El controvertido ministro griego de Economía nos ha recibido en su casa. Encerrado en su habitación, este político con estatus de estrella del rock habla varias horas por teléfono. Cuando termina, dice: «Es Stalingrado».

Diez minutos antes del despegue, un último pasajero embarca en el A320 de Aegean Airlines, el vuelo directo de las 16.40 entre Atenas y Bruselas. Varufakis, con sus auriculares alrededor del cuello, vestido con chaqueta y vaqueros, avanza por el pasillo central para tomar asiento en clase turista. El conjunto de los viajeros reconoce su silueta atlética y su cráneo afeitado. Algunos le sonríen, y otros le saludan. Todos le mencionan.

Su domingo de libertad en Atenas solo dura unas horas. En una entrevista para el diario italiano «Corriere della Sera», concedida el día anterior en Venecia, el ministro mencionaba un posible referéndum en Grecia sobre el euro, pero desmintió esas declaraciones enérgicamente. Demasiado tarde, la frase incendió Europa. Se dirige a toda velocidad sobre su Yamaha al despacho de Tsipras para preparar una respuesta.

En casa del suegro

De vuelta a su apartamento al pie de la Acrópolis, en el primer piso de un inmueble perteneciente a la adinerada familia de su mujer, el griego más mediático del planeta pide pasar una hora en compañía de Danae, con la que vive desde hace 10 años, y hacer una aparición en casa de sus suegros, en el tercer piso del mismo edificio. Su conversación cotidiana por Skype con Xenia, su hija adolescente nacida de una relación anterior y que vive en Australia, es otro momento para evadirse. Su nombramiento no le gustó mucho: «Acabas de destrozar mi vida, papá», le dijo entonces, mientras los fotógrafos se apiñaban en su colegio.

La vida del ministro de Economía griego dio un vuelco el 25 de enero cuando Syriza, el partido de la izquierda radical, ganó las elecciones. Varufakis, que fue elegido diputado y luego ministro, abandonó Austin, EE.UU., donde enseñaba economía en la universidad desde hacía dos años, para volver a Atenas. «En 2008, al principio de la crisis, le llamaron para comentar la actualidad», recuerda Danae Stratou. «No era ni político, ni periodista, pero destacaba a la hora de comunicar de forma sencilla unas ideas complejas». Su apariencia física -le comparan con Bruce Willis- desentona. Su elocuencia y su carisma seducen o molestan. Su soltura en inglés (tras 20 años en Inglaterra y en Australia) le garantiza audiencia internacional (tiene 335.000 seguidores en Twitter).

En su calle de Atenas, la presencia de un policía de paisano que vigila el portal, en el que el timbre lleva el nombre de los Varufakis, no basta para disuadir a los curiosos que se montan en la moto del ministro para hacerse un selfie. Un periódico local acaba de titular «Mi noche en casa del Sr. Varufakis». Intrigada, Danae lee el artículo: un turista alquiló su apartamento a través de la web de Airbnb y contó sus impresiones. Una vorágine que este científico no aprecia: « Odio el estrellato. Siempre es la consecuencia de un desafío a los valores. Y pertenecer a eso me preocupa y me irrita».

Para preservar su intimidad, el matrimonio se mudará dentro de tres semanas a un piso más grande para el que acaba de firmar el contrato de alquiler. En Bruselas, donde encadena las reuniones desde su nombramiento, este miembro del gobierno de Tsipras no es apreciado por todo el mundo. Varufakis, el ministro de Economía europeo nombrado más recientemente, y su homólogo alemán Wolfgang Schäuble, el que lleva más tiempo en el cargo, estaban hechos para no entenderse. Son totalmente antagónicos. Schäuble no tiene ningún aprecio por los universitarios y teme la visión «romántica» que estos tienen de la realidad económica y social.

Varufakis, harto de la retórica guerrera con sus supuestos aliados y enemigos, rechaza los estereotipos que reducen a Alemania o a Grecia a unas caricaturas: «La generalización es el principio del racismo». Sin embargo, algunos tópicos se basan en realidades, como la incapacidad de Grecia para recaudar impuestos. Según él, eso se explica por el sometimiento del país al Imperio Otomano durante cinco siglos. Después de la independencia, los ricos tomaron el relevo del ocupante y trataron a los pobres como a esclavos, otorgándose una inmunidad fiscal. «Desde hace un lustro», acusa el ministro, «los principales responsables de la crisis han sacado su dinero de Grecia. Y los pobres se han desangrado hasta la muerte. Se tardarán años en restaurar la justicia fiscal». Cuenta con un grupo de trabajo internacional para atrapar a los culpables.

Cuando era adolescente, soñaba con ser pianista. Su anciana profesora de música le animaba a serlo. No le convenció: el músico pensaba que no se le daba lo suficientemente bien. A los 14 años ya era militante. La dictadura de los coroneles acababa de caer. Su padre, que había pagado su militancia con una deportación de tres años en la isla de Makronissos, en el campo de concentración reservado a los miembros de la oposición durante la guerra civil, descubrió que su hijo había pasado varias horas en comisaría por haber participado en una manifestación. Miembro de la resistencia le ordenó que se marchase a Gran Bretaña: «Estudia lo que quieras, Antropología o Zoología, pero te vas». Yanis pasó allí once años, militó en la alianza de los estudiantes negros, que le aceptó a pesar de su color de piel, estudió matemáticas y economía, defendió su tesis y enseñó en varias universidades. En 1988, Thatcher iniciaba su tercer mandato, y Yanis se marchaba a Australia.

Marxista con isla

El economista se define como un «marxista libertario», recordando que «Marx no se merecía a sus discípulos, que crearon dictaduras en su nombre». Lo que le gusta del filósofo es su descripción del capitalismo, «un sistema sorprendente por su capacidad de generar inmensas contradicciones». Yanis (con una sola «n», insiste en ello por razones «estéticas»), que es un poco bromista, coge a sus interlocutores a contrapié. ¿Se considera rebelde? «Más bien subversivo». ¿Por qué se niega a llevar corbata? «La he llevado una o dos veces. Me ahogaba. No hago las cosas para ser diferente».

Cuando estalló la crisis en Grecia, muchos políticos le consultaron. Entre ellos, Tsipras. «Al principio no estábamos de acuerdo. Después de 2011, nuestras opiniones convergieron». Los dos hombres entablaron amistad. Sus familias se reunieron en la isla de Egina, a una hora en barco de Atenas, donde tienen casa de veraneo. En abril de 2014, el líder de Syriza le propuso que se presentase a las elecciones europeas. Varufakis, que por aquel entonces se encontraba en Austin, lo rechazó. En noviembre, cuando estaba de paso por Grecia, volvió a ver a Tsipras. «Alexis estaba convencido de que se iban a celebrar elecciones. Me preguntó si aceptaría ser ministro de Economía. Tras haber pasado cinco años criticando a los Gobiernos, la cuestión no era si quería o no ser ministro, sino si podría mirarme en un espejo si me negaba». Aceptó.

El matrimonio, que estaba en Australia con la hija de él, no usó sus billetes de vuelta a Austin, y volvió a Grecia. Durante su campaña relámpago, el candidato, que no era miembro del partido, no se gastó un euro. Sus resultados lo convirtieron en el diputado con mayor número de votos. Hoy, Varufakis negocia para que Grecia evite la quiebra: «Tenemos para pagar los sueldos y las jubilaciones de los funcionarios. En cuanto al resto, ya veremos».

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