El presidente de la Diputación de La Coruña, Valentín González, durante la entrevista con ABC
El presidente de la Diputación de La Coruña, Valentín González, durante la entrevista con ABC - Iago López
Entrevista al presidente de la Diputación de La Coruña

Valentín González Formoso: «Me encanta la vieja política»

En su primera entrevista con ABC desde que accedió al sillón provincial, el alcalde de As Pontes habla claro sobre el reparto de competencias entre administraciones, la labor de las diputaciones y la situación de la política en Galicia y también en España

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—Seis meses después, ¿hecho ya al cargo?

—Aprendiendo cada día, hay cosas que te sorprenden todavía porque la realidad es superior a la de un concello como el que yo gestiono. Pero teniendo la ayuda y colaboración de la estructura administrativa de la Diputación y del resto de grupos, incluso del gobierno anterior, está siendo un placer.

—¿Qué tal es la cohabitación con el BNG después de aquella tensa negociación para gobernar?

—Esas negociaciones son más difíciles que luego la propia gestión del gobierno. Al final, una cohabitación depende de las personas, y las del BNG son muy buena gente. A pesar de las diferencias ideológicas, tenemos claro el proyecto de progreso. Luego tendremos nuestras diferencias y debates, pero la nota es muy alta.

—¿Cómo es gobernar con un partido que pide suprimir la institución?

—Es un contrasentido al que tendrá que responder el BNG. Nosotros tenemos claro que firmamos un proyecto para el gobierno de la diputación, con puntos que intentamos cumplir. A nosotros no nos toca ese debate; corresponde a otras estructuras del Estado, que deberán pensar si el diseño territorial debe ser este u otro. Los concellos no entienden de debates estériles.

«Me sorprende la cantidad de servicios que presta la Diputación y que yo no conocía porque no se publicitaban»

—¿Y en ese debate, dónde está el alcalde de As Pontes?

—Por pura convicción, a favor de las diputaciones. Me sorprendo de la cantidad de cosas que hacía la institución y yo desconocía porque no se contaban. Hacemos desde nóminas a ayuntamientos hasta estudios técnicos para externalizar una depuradora. Lo justo sería un rediseño del Estado completo, con las competencias de cada administración, y si se eliminaran las diputaciones, quién asume los servicios que prestan y con qué dinero. Nosotros estamos haciendo un esfuerzo brutal por coordinarnos con la Xunta, y la respuesta está siendo muy buena. Pero no es siempre así.

— Hablando de coordinación, está pendiente de firma con la Xunta el convenio para la financiación de los servicios sociales municipales. ¿Lo revalidará?

—Mantuve una brevísima conversación con el conselleiro de Política Social. Aunque la competencia es de la Xunta y esos son fondos que podríamos destinar a otros capítulos, creo que podremos seguir un tiempo transitorio. Hay que sentarse a ver cómo podemos ayudarnos. Y detecto voluntad de diálogo y acuerdo en la Consellería.

—¿Los servicios sociales, quién debe prestarlos?

—Todo, la Comunidad Autónoma. Con la excepción de emergencia social, que sí debe permanecer en los concellos, porque este servicio requiere una respuesta inmediata que solo puede dar la administración más cercana. La Xunta a veces es demasiado grande.

—Hereda una diputación con deuda cero. ¿Tiene sentido cuando los concellos están tan necesitados, económicamente hablando?

—Todo el sentido. Los concellos no están tan mal. El mío, y otros tantos, tienen deuda cero. Y deben responsabilizarse de su gestión. El Estado ha hecho cosas bien y mal en las limitaciones a los ayuntamientos. Acertó en dificultar el endeudamiento, pero lo que no tiene sentido es que no podamos usar los remanentes positivos para invertir, contratar servicios. As Pontes tiene tres millones de euros en el banco, y enormes dificultades para poder usarlos. Es indefendible. Y cada vez pasa en más concellos. En la Diputación, la deuda cero debe ser la línea. Nos da una solvencia tremenda. Es para poner una estatua a todos los que han pasado por aquí, los presidentes pero también los funcionarios.

«En la Diputación, la deuda cero debe ser la línea. Es para hacer una estatua a todos los que han pasado por aquí»

—Se hace raro oír a un dirigente del PSOE defender el déficit cero.

—Hoy en día Jordi Sevilla, asesor económico de Pedro Sánchez, defiende esas gestiones responsables. A mí me enseñaron en mi casa que no gastara lo que no tenía. Es un principio de prudencia. Y si algún día tienes que pedir un dinero con una justificación, vendrán a ofrecértelo porque serás alguien de garantías.

—Hablando de empleo, todos estos planes impulsados por concellos y diputaciones, ¿no es «empleo dopado»?

—Toda la razón. No comparto los postulados de partidos como Podemos o IU, que propugnan acabar con el paro desde el Estado invirtiendo cientos de miles de euros salidos no sé de dónde creando empleo público. Esa matemática la hace cualquiera. Lo que hay que hacer son medidas sostenibles. Y distingamos. Nuestro plan de empleo, coordinado con la Xunta, tiene carácter social. Va directo para los concellos, y permite contratar a gente durante seis meses que está en listas del paro. Así echas una mano a estas personas y a los concellos, que tienen limitaciones en la contratación.

—Otra pregunta como alcalde. ¿Ya le ha echado el ojo al concello de al lado o esto de las fusiones es una moda pasajera?

—No, no le he echado el ojo porque es un tema complicado. Esperando a que haya un diseño atrevido por parte de la administración del Estado, también en lo referido a los ayuntamientos, hoy tenemos otras fórmulas de cooperación alternativas a la fusión. Consorcios, agrupaciones para proyectos determinados, mancomunidades... Y el verdadero problema es la burocracia, la ralentización que a cualquier proyecto le inyectan las administraciones. Las fusiones las defendían para ahorrar, y yo tendría que ver el estudio de costes de Oza-Cesuras. Me ayudaría a forjarme un criterio claro.

Mirando a la vecina Diputación de Lugo, ¿entiende el cabreo de Manuel Martínez?

—Puedo entender el cabreo, pero no su reacción. En política, lo importante son las personas y cómo se comportan. Yo me debo al PSOE, que me eligió de diputado. Hay una dirección, y si no te gusta, cámbiala, pero mientras esté, hay una jerarquía y líneas maestras que debemos respetar.

—Ha dicho que sus referentes políticos son Felipe González y Paco Vázquez. Le van a decir que eso es «vieja política».

—Me encanta la vieja política. Respeto mucho la labor realizada por esa generación. Me toca mucho las narices cuando Pablo Iglesias cuestiona a los políticos de la Transición, gentes que dejaron a un lado sus ideologías para poder construir el proyecto común de convivencia que hoy tenemos. Eso es una escuela de política. Con todos sus defectos, tenemos un país de la leche gracias a esa gente.

«No identifiquemos a la nueva política con coletas, gente joven y sin afeitar; la gente se va a llevar un chasco enorme»

—¿Falta entonces generosidad en la política de hoy?

—Esa es la clave. Si hoy hubiera generosidad, no habría pasado lo de Manuel Martínez. Cuando la gente pide «nueva política» no se refiere a personas más jóvenes o a coletas o tipos sin afeitar, sino a política constructiva. No identifiquemos a la «nueva política» con los partidos emergentes. Me temo que el chasco va a ser tremendo.

—Parece que la marca PSOE no arranca, a la vista del CIS. ¿Qué les lastra?

—No somos capaces de transmitir que hay un proyecto que respeta todo lo anterior, con identidad propia. Me temo que recogeremos los trozos de Podemos y Ciudadanos en los próximos años, y tendremos que ser quienes saquemos a este país de la situación en la que está. El PSOE está obligado a ilusionar con un proyecto de izquierdas y realista, sin renunciar a nuestra historia. Si decepcionamos a la gente es porque tuvimos la oportunidad de gobernar. Los emergentes, no. Y decepcionarán.

—¿Se le agotan los plazos a Besteiro para ser candidato?

—Hombre, es verdad que el tiempo va pasando y su situación es un tema a esclarecer. Pero queda mucho.

—¿Hay plan B?

—No, no. En el partido no se cuenta con esa posibilidad.

—Le he dejado la peor para el final. Usted ha trabajado en Iberdrola. ¿Entiende la factura de la luz?

—A ver... pues no.

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