José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

BNG: Segundas oportunidades

Pontón ha conseguido una prórroga de cuatro años para reconstruir su organización

José Luis Jiménez
Santiago Actualizado: Guardar
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El resultado del BNG en estas elecciones autonómicas es digno de estudio. Porque cuando en agosto el CIS les daba que podrían quedar fuera del Parlamento, lo más probable es que estuviera constatando una realidad. Y el 25-S no solo mantuvieron su representación en el Pazo do Hórreo, sino que conservarán su grupo propio. Es, sin lugar a dudas, un éxito achacable a la candidata, Ana Pontón, y la campaña que desarrolló, que dulcificó la imagen áspera y antipática de un Bloque que parecía excesivamente escorado hacia posiciones ultraminoritarias.

Pontón no es nueva en la leria de la política, porque acumula una década larga de experiencia como diputada, conoce sobradamente los recovecos de su organización y su juventud le permite sintonizar con mayor facilidad con los nuevos votantes.

Eso es innegable. Y su discurso nacionalista ha esquivado debates estériles sobre autodeterminación y referéndums, si bien el ideario de la UPG está ahí para quien lo quiera consultar.

El éxito de Pontón es haberle conseguido al BNG un plazo extra de cuatro años —hasta las próximas elecciones autonómicas— para reconstruir la casa común del nacionalismo gallego, en ruinas tras los sucesivos varapalos electorales y las consiguientes deserciones de los desencantados. La mano dura de los arrendadores de la UPG se encargó del resto.

Por eso, Pontón y sus próximos deberán de ser inteligentes y no caer en el error de creer que todo se estaba haciendo a las mil maravillas, que la hoja de ruta era la adecuada para reflotar la nave. O lo que es lo mismo, que el «leninismo puro» no es la solución, ni las recetas soberanistas. La tabla de salvación del BNG sigue pasando más por aspirar a ser algo asimilable al PNV en lugar de Bildu.

La prórroga lograda por Pontón, el crédito que su electorado le ha otorgado a ella el 25-S es para que el Bloque no sea la organización sectaria, intolerante y excluyente de estos últimos años, sino un edificio rehabilitado al que puedan volver no ya los que se marcharon desencantados, sino muchos de esos ciudadanos que componen el 20 por ciento de gallegos que se reconocen nacionalistas. El 25-S apenas les apoyó el 8 por ciento. Tienen mucho camino por recorrer todavía.

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