Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

Música: un salto mayúsculo

La infraestructura y los medios con que hoy contamos parecían un desiderátum hace tan solo cincuenta años

Juan Soto
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Con la cuadragésima quinta edición de la Semana Música del Corpus Lucense a las puertas, quizá venga a cuento constatar nuevamente nuestro asombro ante el hecho de su continuidad, mantenida al margen de circunstancias políticas, caprichos personales (los aficionados veteranos recuerdan todavía a aquel asesor musical del Ministerio de Cultura que trató de llevarse el festival a Orense) y adversidades económicas, algunas verdaderamente atosigantes.

Lo ocurrido en Galicia con la llamada música culta es casi un milagro. La infraestructura y los medios con que hoy contamos parecían un desiderátum hace tan solo cincuenta años. A veces procede echar la vista atrás. Quienes no alcanzaron a conocer épocas de penuria (aquéllas en las que Bal y Gay invocaba la necesidad de venir «con la música a esta parte») se equivocan si piensan que las cosas siempre fueron como ahora son.

En el aspecto formativo, el salto ha sido enorme. Hasta ayer por la tarde, solo dos conservatorios, el de Vigo y el La Coruña, impartían el grado profesional. El de Lugo, carente incluso de instalaciones propias, dependía de un patronato presidido por el gobernador civil y estaba sostenido con subvenciones de la Diputación y de algunas entidades bancarias. Otro tanto cabría decir de lo sucedido con las orquestas. La magnífica Sinfónica de Galicia es de 1992. Antes, en la afásica cuarentena franquista, funcionaron, a trancas y barrancas, algunas voluntariosas agrupaciones orquestales de menor cuantía: la Orquesta de La Coruña (sic), sucesora de aquella Orquesta Filarmónica Coruñesa del maestro Garaizábal, la Orquesta de Cámara de Vigo... y nada o muy poco más. Hoy Galicia cuenta con cinco agrupaciones sinfónicas: además de la OSG, la Real Filharmonía, la Orquesta Gaos, la Sinfónica de Vigo (o la OSB 430, como prefieran) y la Filhamónica Cidade de Pontevedra. Los conjuntos de cámara pasan de la docena.

En aquel panorama ensordecido, las irreductibles sociedades filarmónicas (la de Lugo anda ahora en el alboroque de su septuagésimo aniversario) cargaron con la tarea de organizar y mantener en activo la vida musical de Galicia, reducida por entonces casi exclusivamente a la oferta de las meritísimas bandas locales. Fruto de esta perseverancia, casi heroica, son realidades como la Semana de Música del Corpus, que quizá los melómanos más jóvenes no aprecian en todo su valor, por la sencilla razón de que —felices ellos— no conocieron tiempos peores.

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