Salvador Domato, director del Archivo Histórico Diocesano de Santiago, junto al nuevo catálogo presentado
Salvador Domato, director del Archivo Histórico Diocesano de Santiago, junto al nuevo catálogo presentado - M. MUÑIZ

Entre fichas del manicomio y tratados de pirotecnia

El Archivo de la Archidiócesis de Santiago custodia miles de legajos. Los impresos del siglo XVI al XVIII cuentan ahora con un catálogo que los desempolva para el gran público

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«Como somos archiveros de la Iglesia católica, creemos en la vida eterna del papel y en la resurrección de los formatos. Estando donde estamos y representando lo que representamos, celebramos la Pascua del libro». Víctor Manuel Camino, uno de los trabajadores del Archivo Histórico Diocesano de Santiago, se manifiesta así —con retranca archivera acorde al tiempo litúrgico— frente a quienes vaticinan que «estamos en el crepúsculo del libro como vehículo de transmisión de cultura». Arranca de ese modo la presentación del «Catálogo de Impresos» de los siglos XVI al XVIII celebrada este martes en el ala derecha de San Martín Pinario, el inmenso edificio compostelano donde tiene su sede esta institución que custodia millones de legajos de fondos parroquiales y de otras instituciones de la Iglesia gallega, de sus obispos y de la curia de varias centurias.

El archivo recibe unas 12.000 consultas anuales. Desde Latinoamérica, los emigrados solicitan datos de sus antepasados

La obra, editada con la ayuda de la Diputación de La Coruña, ha sido dirigida por el canónigo Salvador Domato, director del archivo con el objetivo de «desempolvar nuestros fondos y ofrecerlos al público en general», que ahora tendrá en sus manos el acceso a «un patrimonio excepcional» donde caben compendios matemáticos, tratados de cantería, artillería y pirotecnia o métodos antiguos de hilado de seda. Al azar, un libro escogido de una estantería en la parte alta del archivo ofrece fichas y otros datos de pacientes del antiguo manicomio de Conxo, en su momento perteneciente a la Iglesia.

«Aunque los fondos estaban puestos a disposición del público, merecían más atención. El objetivo de este proyecto pretende ofrecer una herramienta útil y adecuada para el estudio del libro y la cultura escrita en Galicia» en las centurias citadas. Los 604 ejemplares del nuevo catálogo «estaban comprendidos en inventarios, pero no estaban suficientemente descritos y relacionados, por lo que no eran todo lo visible que debían», indica Camino.

El archivo, de 4 kilómetros lineales de documentación, se nutre de fondos de cenobios, algunos ya desaparecidos, como el de Armenteira o Montefaro, colecciones de clérigos y arzobispos, libros de la marquesa de Parga, de los condes de Amarante o de los colegios de los Irlandeses, de las Huérfanas y San Clemente o volúmenes de la Biblioteca Colbertina, dispersa tras la muerte del ministro del rey Luis XIV.

Ladrones e insectos a raya

Un modesto laboratorio de restauración se encarga del mantenimiento de los documentos, a salvo con medidas contra los ladrones, contra los incendios y contra los insectos. Al año, reciben unas 12.000 consultas desde lugares tan lejanos como Nueva Zelanda. Hay un auge de peticiones desde Latinoamérica de quienes buscan en fichas parroquiales sus raíces para obtener la nacionalidad española, aspecto en el que el archivo colabora con la Secretaría Xeral de Emigración. La falta de concreción impide responder a todas en un recinto que «en pocos años quedará sin espacio» mientras se dedican cuatro horas diarias a digitalizar papeles.

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