Jaume Collboni - Tribuna Abierta

President bajo sospecha

Catalunya no puede permitirse un estancamiento económico, social, cultural y político y España tampoco

La elección de Joaquim Torra como nuevo President de la Generalitat de Catalunya genera sombras sobre el futuro desarrollo de la crisis catalana. No se trata únicamente de lo que deriva de sus discursos de investidura, sino de todo lo que podemos deducir de su pasada producción literaria y mediática. Joaquín Torra durante años ha destacado por sus posicionamientos radicales, inequívocamente insultantes contra todos aquellos catalanes poco a nada afines al proceso independentista y indisimuladamente xenófobos hacia los españoles.

Evidentemente una persona tiene todo el derecho del mundo a cambiar, incluso puede exigir que se le juzgue por su comportamiento una vez asume un determinado cargo, pero resulta curioso como esta vara de medir sirve únicamente para ciertas personas y no se aplica con igual contundencia para aquellas que están en posiciones políticas contrarias. El carácter edificador de un liderazgo no se mide únicamente por aquello que se hará sino también por lo que se hizo.

Catalunya necesita abrir un periodo de reconciliación social en el que todas las sensibilidades y opiniones puedan expresarse en el marco de un proceso de dialogo sincero donde no valgan los apriorismos supremacistas o las posiciones revanchistas. Demasiadas personas, en uno u otro sentido, son victimas de postulados políticos construidos sobre medias verdades y no pocas mentiras, a las que resulta dolorosa cualquier rectificación y hay que exigirle a los políticos capacidad para conducir este proceso de conciliación sin miedo. El valor ejemplificador de la política obliga a plantar cara a las redes sociales, al insulto irracional si cabe y los postulados numantinos que, con mayor o menor razón, pudieran haberse mantenido en el pasado.

Catalunya no puede permitirse un estancamiento económico, social, cultural y político y España tampoco. Algunos creerán que este proceso se asemeja a una cruzada donde la fe se convierte en la energía que mueve montañas. Nada más lejos de la realidad. El futuro de Catalunya debe decidirse desde la racionalidad y el debate sociopolítico. Por eso no se me ocurre nada más sensato que desearle al próximo President un planteamiento humilde del cual se derive el reconocimiento de sus excesos pasados y una firme voluntad de trabajar en el futuro para todos los catalanes.

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