Ángel González Abad - Los martes, toros

Estamos donde estábamos

Que no piensen los magistrados del TC que solo hay veinte mil aficionados esperando su decisión

Ángel González Abad
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Estamos donde estábamos, pero con más fuerza frente a quienes durante casi seis años se han empeñado en no velar por el derecho de miles de ciudadanos a saber si una acción política les hurtó su libertad.

Estamos donde estábamos, pero con más fe para que el misterio se desvele. En su mano lo tiene el Tribunal Constitucional, el órgano judicial que debe resolver el recurso de anticonstitucionalidad presentado contra la prohibición de las corridas de toros aprobada por el Parlament en 2010. Al Constitucional se le ha dicho bien alto y claro que esa sentencia debe salir ya. Por derecho, por tiempo, por justicia. Que retrasar más el fallo que determine si la abolición fue bajo el amparo de la Carta Magna o no, solo sigue burlando precisamente los derechos constitucionales de quienes mantienen viva la pasión por la Fiesta y de todos los ciudadanos de este país que siguen confiando en la Justicia.

La pasada semana más de veinte mil firmas entraron en el registro del TC reclamando esa sentencia; simplemente eso, exigiendo que tras seis años se resuelva un recurso.

Estamos donde estábamos, y con la fuerza de esos miles de ciudadanos. Pero que no piensen los magistrados del TC que solo hay veinte mil aficionados esperando su decisión. Con mirar a su alrededor se deberían dar cuenta de los miles y miles de personas que cada día acuden a las plazas de toros, que se arremolinan en las calles de cientos de pueblos para vivir la fiesta del toro. Cualquier domingo del verano, pueden ser cientos de miles de personas las que participan en una festejo taurino. Esa es la verdadera presión que deben sentir los jueces del Tribunal Constitucional.

Estamos donde estábamos, pero con más razones y mayor exigencia para recibir cuanto antes esa sentencia. La que ha de desvelar de una vez por todas la incertidumbre sobre la libertad cercenada, o perdida, vaya usted a saber a estas alturas, de quienes se sintieron engañados por aquella votación del Parlament.

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