Maíllo, en el Museo Nacional de Artes Decorativas
Maíllo, en el Museo Nacional de Artes Decorativas
Artes&Letras

Acercamiento al Bosco «con mirada de niño»

El pintor salmantino Florencio Maíllo expone en el Museo Nacional de Artes Decorativas y en la sala Bizarte, de Béjar, su visión de «El jardín de las delicias», un proyecto en el que ha trabajado tres años

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Decía Rafael Alberti sobre El jardín de las delicias del Bosco, en el programa de TVE Mirar un cuadro, que «no hay un tríptico en toda la pintura universal más rico para toda clase de interpretaciones, de recreaciones, de gran alimento para la poesía». El pintor salmantino Florencio Maíllo lleva tres años enredado en una lectura muy personal de esa enigmática pintura, pero sin caer en el intento de adivinar significados filosóficos o morales. «Me interesa acercarme a la obra desde un punto de vista muy neutro, como si fuera un niño, sin ningún tipo de connotación cultural», explica el artista de Mogarraz.

Esa mirada de Maíllo a la obra cumbre de Hieronymus Bosch es objeto de dos exposiciones: «Del Jardín del Bosco», instalada en el Museo Nacional de Artes Decorativas hasta el 16 de octubre, y «Del Jardín de El Bosque», en la sala Bizarte de Béjar, hasta el 19 de agosto.

En la serie de más de cien serigrafías maíllo recurre a los materiales «desechados» con los que lleva 20 años trabajando

Aunque el madrileño Museo de Artes Decorativas ha hecho coincidir la muestra con la gran exhibición del Prado por el V Centenario de la muerte del Bosco, la aparición de El jardín de las delicias en la obra de Florencio Maíllo viene de atrás, cuando el salamantino ni había reparado en la proximidad de la conmemoración. A ese cuadro le remitió el libro de poesía Trazado sin rumbo, de Luis Melero, al trabajar en sus ilustraciones.

Del inabarcable tríptico, el artista eligió el tercio inferior central, atraído por «el ensimismamiento de los personajes», e inició en 2013 una extensa serie de 105 serigrafías, dentro de un proyecto de investigación de la Universidad de Salamanca, de la que Florencio Maíllo es profesor. El autor se sumergió en «un proceso de técnica de mestizaje» que llevó a su terreno con los materiales con los que lleva veinte años trabajando: «productos del entorno, desechados, descartados, restos minerales, de hierro, cenizas...».

Un segundo bloque de su interpretación del tríptico le llevó a la encáustica, técnica pictórica que utiliza la cera para «encapsular el pigmento» y que Maíllo ha empleado sobre chapa durante años en su proyecto «Retrata2» de las fachadas de las casas de Mogarraz. En «El Jardín de El Bosco» esta técnica dio lugar a cuatro decenas de grandes obras con capós de coche reciclados que ocultan parte de los personajes tras una especie de barrotes.

Otra parte inacabada de su trabajo en torno a la obra del Bosco puede verse en Béjar. El autor la ha completado con un guiño local, en torno al Jardín del Bosque de la localidad salmantina; un lugar que Maíllo considera «decadente y maravilloso», digno de una mayor proyección. Lo fotografió durante todo un día e incorporó esas imágenes a las serigrafías.

En el Museo de Artes Decorativas, la serie de obras se enfrenta a piezas del propio espacio, a su vez relacionadas con motivos recurrentes en El jardín de las delicias. Sin esa parte, asegura Maíllo, «la exposición se quedaría a medio camino, o sería una exposición convencional». «La directora, Sofía Rodríguez Bernis, me abrió los fondos para que eligiese lo que quisiera para entablar ese diálogo y establecí un itinerario en torno a cinco temas: el caballo, el desnudo, los contenedores de fluidos, flores y frutos».

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