Antonio Illán Illán - Escritor

En recuerdo a Juan Goytisolo

Lo quiero recordar, en este momento en el que la muerte está aún tan cerca de la vida, como la persona que vino a Castilla-La Mancha, la patria de todos los que hablamos y amamos la lengua castellana, y a Toledo

Antonio Illán Illán
TOLEDO Actualizado: Guardar
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Se ha ido, ha cambiado de dimensión, Juan Goytisolo. Lo quiero recordar, en este momento en el que la muerte está aún tan cerca de la vida, como la persona que vino a Castilla-La Mancha, la patria de todos los que hablamos y amamos la lengua castellana, y a Toledo, la capital universal de la convivencia y las culturas, a recoger un premio que se le otorgó con toda justicia: el III Premio Internacional Don Quijote de la Mancha. En aquellos tiempos no de hierro, por estas tierras la cultura era aún un bien supremo.

Recuerdo a Juan Goytisolo con el machadiano «torpe aliño indumentario» pero con en esa humilde profundidad de ánimo y de pensamiento que hacían de él un ejemplo.

Le admiro por su obra literaria, pero esencialmente por sus valores y por esa trascendencia que hace que la lengua española actual, que es un resultado de siglos de mestizaje cultural, en su literatura sea el vehículo de la aceptación del otro, del respeto a la diferencia. Juan Goytisolo ha sabido hacer de la lengua española la herramienta comunicativa de una obra magna en que se concitan el arte, la profundidad de pensamiento y el compromiso a favor de la tolerancia.

Estoy seguro de que Juan Goytisolo, que tantos premios recibió en su vida, se acordaría siempre del pueblo que le otorgó uno con el nombre de Don Quijote de la Mancha.

En la obra de Goytisolo, un autor, como escribiera Julio Ortega que «ha estado siempre adelantado a la cronología de nuestra literatura», ya que «ha escrito en pos del tiempo venidero», hay que entrar por lo que escribe, por lo bien que lo escribe y por el profundo compromiso que siente y expresa con palabras, que, como su vida, trasciende todas las fronteras, incluso las de la propia lengua, para unir, con el diálogo, sociedades y culturas, pues a él también, como recuerda el verso de Terencio, «nada humano le es ajeno».

La radical independencia creativa y de juicio del autor de «Reivindicación del conde don Julián» bien vale esas palabras que Don Quijote le dice Sancho en el capítulo 2 de la segunda parte de la novela de Cervantes: «(…) y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra...».

Para conocerle un poquito, solo un poquito, en estos momentos en que ya ha pasado a la condición de los inmortales, quiero trazar un breve perfil del autor de «Señas de identidad» o «Contra las sagradas formas».

AFP
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Juan Goytisolo nació en Barcelona en 1931, en el seno de una familia de la burguesía de origen vasco-catalán. Su madre murió en un bombardeo en la guerra civil española y el padre se posicionó a favor del franquismo. Esta infancia difícil quizás influyó en el nacimiento de la vocación literaria en los tres hermanos varones, Juan, José Agustín y Luis, aunque cada uno de ellos eligió formas distintas y muy personales de creación.

En 1956, Juan se marcha a vivir a París, donde se casará con Monique Lange, a la que había conocido en la editorial Gallimard, de la que será asesor literario. Monique era una gran amiga de Jean Genet, quien influirá notablemente en Juan Goytisolo.

Entre 1969 y 1975, fue profesor de literatura en universidades de California, Boston y Nueva York; durante esta etapa realizó investigaciones, hizo una excelente edición de la novela picaresca Vida de Estebanillo González, hombre de buen humor y publicó una combativa antología del heterodoxo decimonónico José María Blanco White, con la evidente intención subterránea de atacar en doble lectura el cerrado régimen franquista, que prohibió o censuró sus obras desde 1963.

A pesar de haber nacido en Barcelona, se considera una especie de apátrida, tal como se define él mismo en sus novelas autobiográficas, aunque desde 1996, reside habitualmente en Marrakesh: «Castellano en Cataluña, afrancesado en España, español en Francia, latino en Norteamérica, nesrani en Marruecos y moro en todas partes, no tardaría en volverme a consecuencia de mi nomadeo y viajes en ese raro espécimen de escritor no reivindicado por nadie, ajeno y reacio a agrupaciones y categorías. El conflicto familiar entre dos culturas fue el primer indicativo, pienso ahora, de un proceso futuro de rupturas y tensiones dinámicas que me pondría extramuros de ideologías, sistemas o entidades abstractas caracterizados siempre por su autosuficiencia y circularidad».

En Coto vedado el escritor va alternando los pasajes de su biografía, por orden cronológico, desde un punto de vista de escritura tradicional, con largos párrafos creativos, donde experimenta con nuevas formas expresivas.

Cada novela suya es, formalmente, un experimento de la técnica narrativa y cuestiona temas como el marxismo (en La saga de los Marx), las guerras civiles en la antigua Yugoslavia (en El sitio de los sitios), la solapada intrusión del Opus Dei (en Carajicomedia)…

Su compromiso le ha conducido a vivir, en primera línea, conflictos bélicos de nuestro tiempo, de los que ha dejado testimonio escrito en el diario El País, a modo de crónicas de guerra. Estos textos han sido reunidos en un volumen publicado en 2001 por la editorial Aguilar: Paisajes de guerra sobre Sarajevo, Argelia, Palestina y Chechenia.

Son estas solo unas pocas pinceladas para el recuerdo de Juan Goytisolo, quien un día vino a Castilla-La Mancha a recoger un premio con el nombre de Don Quijote de la Mancha. Espero que siempre permanezca en su obra, y su obra en nuestras manos, y que nunca esté, como decía Cernuda, en aquellos recordados versos, «Donde habite el olvido, / en los vastos jardines sin aurora; / donde yo sólo sea / memoria de una piedra sepultada entre ortigas / obre la cual el viento escapa a sus insomnios». 

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