Beatriz Villacañas - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Lugar para el reecuentro (73): Queridos pintores (II)

«Tomás y Juan Antonio, cuánto amor y cuánta vida ante una muerte tan cercana»

Beatriz Villacañas
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Toledo, paisaje perpetuo de poesía y pintura, de todo arte, atemporal testimonio de lo permanente. Aquí, cuando llegó con todo su genio a cuestas, se formó El Greco. Otros, siglos después, llegaron atraídos por el irresistible magnetismo de la peñascosa pesadumbre, como el suizo Aroldo, que recorría sus calles arropado por su capa y por la fiel mansedumbre de su perra Bruja. Y aquí nacieron muchos otros pintores a lo largo de un tiempo que Toledo y el arte han hecho eterno.

Tengo la suerte de haber conocido a varios de ellos a través de mi padre, que fue gran amigo de los pintores toledanos, quienes realizaron retratos suyos, y él, a su vez, les escribió poemas inspirados en su pintura y en su amistad.

Grande y hermoso todo. En mi memoria ha quedado grabada para siempre la visita de Tomás Camarero a mi padre en los últimos días de su terminal enfermedad. Al despedirse, ambos chocaron enérgicamente sus manos con una fuerza cuajada en largos años de afecto y mutua admiración.

El vital choque vino acompañado de igualmente enérgicas palabras de cada uno: «¡Poeta!» «¡Artista!» Cuánto amor y cuanta vida ante una muerte tan cercana. Ese gesto vive en mí como un lienzo permanente que ambos me regalaron. A ambos les rindo homenaje de gratitud con el soneto que mi padre escribió al amigo pintor hace ya tantos años, publicado en Los vagos pensamientos, 1962:

ESPERANZA DE TOMÁS CAMARERO

Meta de la esperanza conquistada

por ti, pintor de este paisaje frío,

templado en tus colores, donde el río

Tajo medita al brillo de la espada.

De la espada en la roca, bien templada

entre siete colinas, y el rocío

que alumbra el templo toledano. Envío

que Dios pone en tu nueva pincelada.

Pulso batido en tierra, que aureola / el policromo viento sobre el Tajo / rodando por las peñas hasta el Valle. / Meta del corazón, que se enarbola, / es tu Toledo en lumbre. Y, cabizbajo, / el sol te deja un sueño en cada calle.

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