Beato en la galería Tolmo, en 2001
Beato en la galería Tolmo, en 2001 - Rebeca Arango
ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Beato

«Nada es suerte en él cuando pinta, sólo palpita la emoción del conocimiento»

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De vuelta a casa después de escuchar, en la Biblioteca Regional, la conferencia de Eduardo Sánchez-Beato sobre Toledo en la pintura del siglo XX. Sus palabras han sido ilustrativas; apenas en una hora recorrieron y analizaron la producción de artistas relevantes en la ciudad, y esto también te ha conmovido pues la obra de los nombres presentados fue tu primera lección emocional de la Pintura, tu primer reclamo. Aprendiste a «enfocar la mirada», «a oír» lo que el cuadro decía cuando visitabas la galería Tolmo.

Beato. Coincidisteis hace mucho, en Recas, como compañeros en los quehaceres escolares, y te encantó su naturalidad pedagógica, la de quien ama lo que hace cuando trabaja con los chicos. Conseguía lo difícil: no sólo unas preciosas realizaciones de collages colectivos y otros frutos imaginativos, sino que la clase, numerosa en aquellos años, se entusiasmase y se recreara con el proceso creador, algo muchísimo más importante que cualquier resultado meramente didáctico.

Ahora hojeas uno de los catálogos de su obra y, más que para recordar, para «ajustar» los tiempos. Desde los primeros años setenta del pasado siglo, las pinturas de Beato muestran la extraordinaria maestría del dibujo, la posesión de la luz en los volúmenes arquitectónicos y formas orgánicas y la indagación meticulosa, paciente, en el tratamiento de diferentes texturas. Pero estas cualidades que descubres son técnicas, y es correcto apreciarlas; sin embargo, te interesan otras cosas: la fuerza que levanta los cuerpos representados con una subyugante intensidad erótica, la imaginería barroca e inquietante de sus bestias, la magia con la que vuelve viva la piedra de Melque o la alzada de la torre de la Catedral y, sobre todo, ese toque «cañero» -seguro que si lee esto último se ríe- para hacer patentes la injusticia, el sufrimiento y el espanto a través de tantísima belleza. Él comenta: «no existe una intención premeditada […] es mentira que tengamos clara la idea y controlados los pasos cuando se empieza una obra...». Sabes que Beato puede decirlo porque nada, en la mano que piensa, viene del albur, del azar. Su enorme comprensión artística reflexiona con su mano; nada es suerte en él cuando pinta, sólo palpita la emoción del conocimiento.

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