Monumento a un guanche en Tenerife
Monumento a un guanche en Tenerife - ABC

El guanche que renunció a tener abogado ante la inquisición

Para no complicarse la vida

Las Palmas de Gran Canaria Actualizado: Guardar
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Corría el año 1531 cuando el que era responsable de la tenencia de gobierno de Tenerife, Alonso Yánez de Ávila, no tiene otra cosa que hacer que llevar ante la Inquisición en Las Palmas a un aborigen canario que, entre otros detalles, fue bautizado en Lanzarote algunos años antes. La denuncia era por matar un buey que estaba en sus tierras.

Se trataba de Martín de Herrera, que era guanche. El caso era raro porque, si entonces se hubiese aplicado un criterio con exceso de celo, todos los antiguos canarios deberían haber pasado por este tribunal. Pero en la Península no querian problemas. En la denuncia subyacía un conflicto de tierras por el incidente del buey.

Martín de Herrera, en síntesis, era un agricultor, no pastor como la mayoría de los guanches de la época, que se enfrentó nada menos que al que al aparato institucional que representaba el alcalde, que controlaba el poder político

en la zona sureste de Tenerife.

Fue inteligente porque, a sus 65 años, aceptó las acusaciones. Sabía que los testigos que tenía el alcalde eran resultado de su poder. Reconoció el delito. Y le obligaron a pagar una idemnización en metálico.

El 19 de marzo de 1532 fue condenado a penitencia y vergüenza pública, que debió cumplir yendo a una procesión de los Remedios descalzo y mordaza en la lengua. Una sentencia, según los historiadores consultados, lógica para la época. Aunque la gente no lo crea, menos del 3% de los asuntos que gesitonaba la inquisión acababan en la hoguera.

¿Cómo va a ser eso?

De acuerdo con los datos documentales que existen y que ha consultado ABC, entre 1531 y 1540, el 21% de las denuncias sobre guanches era por "blasfemia". En el libro del profesor Fajardo Spínola titulado 'Las víctimas de la Inquisición canaria en el siglo XVI. Una aproximación cuantitativa', se recoge el caso de este tinerfeño que fue conducido a Las Palmas capital a fin de ser juzgado.

El censo lo hizo Bartolomé López en torno a 1505 por mandato de las autoridades de Sevilla. El t ribunal de las islas dependía de la capital de Andalucía.

En total, en ese Siglo XVI, desde Canarias, en torno a 1.200 casos de familias aborígenes fueron analizados. Buena parte de esos casos tenían como finalidad documentar lo que se llamaba "limpieza de sangre" a los herederos de aborígenes. Es decir: gente que decía ser al 100% de origen peninsular. Pocos casos sobre aborígenes por seguir manteniendo costumbres religiosas prehispánicas.

Pragmatismo

Está constatado es el desinsterés de las autoridades judiciales por meterse con los antiguos canarios. De este asunto han escrito, entre otros, los profesores Manuel Lobo en 'Los indígenas canarios y la inqusición ' y Anaya Hernández en 'Estatutos de Limpieza de Sangre y su aplicación en Canarias', respectivamente, en 1983 y 1978

La demanda de un veredicto por parte de la inquisición la pidió el alcalde de lo que hoy sería San Miguel de Abona, en Tenerife. Acusaba a Martín de Herrera de haberle matado un animal por pastar en sus tierras. Cuando preguntó el motivo, el guanche dijo: "No creo en Dios si yo tal cosa hice".

Nueve testigos en favor del alcalde de Abona. Todos declarando con contra del reo. Tres eran guanches y todos mencionan una frase de Martín de Herrera sobre "Dios y sus cosas". El 9 de enero de 1532 el guanche fue detenido y Martín de Herrera no solamente no reconoce lo que ha dicho sino que agrega: "pese a Dios y descreo de Dios".

Hasta Vegueta

El Santo Oficio le hizo un interrogatorio en Las Palmas de Gran Canaria, ciudad a la que fue trasladado. El inquisidor Luis de Padilla recoge en el acta todo el caso. El guanche detenido era una persona viajada. Hernán Peraza lo había capturado 20 años antes y lo mandó a Lanzarote, donde sirvió como esclavo a Diego de Herrera e Inés Peraza. Cuando murió su jefe, adoptó el apellido. Se sabía todas las oraciones y, de hecho, estaba bautizado.

Admitió ser culpable "de blasfemar con frecuencia", por ejemplo, cuando tenía problemas con sus cultivos por falta de lluvia. Un yerno de Fernando Guanarteme hace de testigo. El guanche, que tenía unos 65 años de edad, no quería abogado. Y pidió una condena justa. La tuvo a sabiendas que podría recurrir a otras esferas y salir libre de culpa.

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