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Esperanza Aguirre - IGNACIO GIL

Aguirre, la presidenta que no supo vigilar a los suyos

El caso Gürtel y, sobre todo, la trama Púnica han acabado con casi doce años de un poder indiscutible dentro del PP de Madrid

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Atorada por el registro policial del pasado jueves en la primera planta de Génova y acosada por las últimas informaciones que apuntaban a la relación entre Francisco Granados y el cuñado de Villar Mir, Javier López Madrid, Esperanza Aguirre levantó el teléfono el sábado por la tarde para trasladar a su equipo que —esta vez sí— renunciaba a seguir al frente del PP de Madrid: «Lo anuncio mañana; no podemos esperar más».

Hacía tiempo que Aguirre quería dejar la presidencia del partido. Los que trabajan junto a ella tuvieron que frenarla el pasado 16 de junio cuando convocó una rueda de prensa para anunciar que no se iba a presentar a la reelección. Esa misma mañana estaba decidida a presentar su dimisión pero su entorno más cercano logró disuadirla.

Los resultados electorales la dejaron «tocada». Ganó los comicios, pero no logró la mayoría suficiente para gobernar. Mucho menos esperaba que Manuela Carmena pudiera llegar a ser la alcaldesa.

Aguirre puso ayer punto final a casi doce años al frente del PP de Madrid, al que llegó tras una encarnizada disputa con Alberto Ruiz-Gallardón. Durante este tiempo, ha conseguido darle la vuelta al partido. Las cifras hablan por sí solas. Lo cogió con unos 45.000 afiliados, según fuentes populares, y lo deja con 94.000.

Hasta hace poco, Esperanza Aguirre lo era todo en Madrid y en el PP regional. Nada se movía sin su consentimiento y ni un dirigente daba un paso adelante si antes no se lo consultaba a ella. Sin embargo, a medida que la presidenta iba acumulando poder, las dudas sobre algún miembro de su núcleo duro comenzaban a hacerse evidentes. En la tercera legislatura (mayo 2011) prescindió de Francisco Granados y pocos meses después también lo apartó del cargo de secretario general del partido en Madrid. «No me preguntes por qué te destituyo. No hay una razón concreta. Solo puedo decirte que hay algo que me impide fiarme ya de ti», cuentan que le dijo a su número dos en el partido.

Demasiado tarde. El juez que investiga la Púnica cuenta con un extenso sumario que detalla las relaciones del exalcalde de Valdemoro con empresarios madrileños y presuntos cobros millonarios en B a cambio de jugosas adjudicaciones. Ayer Aguirre entonó un mea culpa que suena tardío: «Debería haber vigilado mejor». La Gürtel y, sobre todo, la Púnica han acabado con ella.

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