Nacionalistas flamencos nostálgicos de Hitler protegen a Puigdemont

El sector más duro de la N-VA flamenca es el principal apoyo del ex presidente de la Generalitat en su huida en Bélgica

Puigdemont pasea por Brujas con el senador Pol van den Driessche, de Nueva Alianza Flamenca EFE / Vídeo: Puigdemont descarta volver a España

ENRIQUE SERBETO

«Hoy todos somos Cataluña» era el lema de la pancarta con la que el principal partido de Bélgica, la Nueva Alianza Flamenca (N-VA) acudió a la manifestación independentista de Bruselas del pasado día 7. Los independentistas flamencos son el principal aliado del ex presidente de la Generalitat en su estancia en Bélgica, un país que hace ya una década que tiene que vivir al ritmo de esta formación , que coquetea sin ningún escrúpulo con el pasado más oscuro. Algunos de sus líderes no esconden su admiración por los que entonces aplaudieron la invasión por parte de la Alemania hitleriana.

De hecho, el caso catalán ha coincidido con los ecos del escándalo que ha producido la presencia de dirigentes muy relevantes de la N-VA en actos de homenaje a los antiguos colaboracionistas flamencos, algunos de los cuales todavía viven, sin que ni el primer ministro, el liberal francófono Charles Michel, se haya atrevido a reprenderlos. Pero los archivos guardan todavía las fotografías con uniforme alemán de Bob Maes o los discursos de Staf De Clerck justificando el exterminio de los judíos belgas. Maes vive todavía y, una vez cumplidos los años de prisión y las dos décadas de inhabilitación política, sigue siendo militante de la N-VA y tesorero de una agrupación local no lejos de Bruselas. En un reciente homenaje que le rindieron sus admiradores -que los tiene- estuvo presente y se dejó fotografiar sin ningún rubor el actual secretario de Estado de Inmigración, Theo Francken . El mismo que incendió el debate político belga cuando dijo en las redes sociales que pensaba que Puigdemont merecería el asilo político en Bélgica «porque no creo que vaya a recibir un trato justo en España».

Nostálgicos del nazismo

Ni el líder de la N-VA, Bart de Weber, (actual alcalde de Amberes) ni ningún otro dirigente del partido le han reprochado a Francken sus amistades con los nostálgicos del nazismo. Ni es el único, ya que el ministro del Interior, Jean Jambon , también se ha dejado ver sin rubor en actos de exaltación de los veteranos admiradores de Hitler, ni le reporta costes en su popularidad, ya que entre los votantes nacionalistas suele estar en el primer lugar de las preferencias. En su caso, Jambon se ha ofendido porque la diputada popular española Pilar Ayuso se refirió a él como «un flamenco independentista y neofascista» a cuenta de haber permitido que la policía de Bruselas hubiera dejado que los manifestantes colocasen esteladas en los coches de policía venidos a controlarlos.

Los independentistas flamencos no fueron los únicos que brillaron entre tanta estelada en la manifestación independentista. También se vieron banderas inglesas, es decir, de partidarios no solamente del Brexit, sino de separar a Inglaterra del resto de Gran Bretaña , o de muchas de las regiones europeas donde existen movimientos nacionalistas radicales.

Pero en realidad, el único partido político que ha apoyado activamente a los independentistas catalanes sin ningún escrúpulo y en cualquier situación ha sido la Nueva Alianza Flamenca. Desde hace mucho tiempo, los nacionalistas flamencos han sentido admiración por la capacidad de influencia social de sus émulos catalanes , mientras que ellos no lograban despegarse de su mala reputación. En las manifestaciones en Flandes hace años que salen a gritar «Muera Bélgica» sin ningún rubor, pero luego ese discurso se quedaba diluido en los meandros del pragmatismo de la política belga.

En lo que sí se parece la política flamenca a la catalana es en que los nacionalistas moderados de centro democristiano (CD&V) fueron la fuerza hegemónica en todo el país hasta que empezaron a coquetear con el nacionalismo radical . E igual que en Cataluña, los electores apostaron por los más radicales y le compraron el discurso a la N-VA, que ahora es el principal partido no solo de Frandes sino de toda Bélgica.

De hecho, según las últimas encuestas, la N-VA seguiría siendo la fuerza más votada en el país, con diferencia, a pesar de que solo se presenta en Flandes. En un escenario tan fragmentado como el belga, en estos momentos nada se puede hacer sin su permiso. Y tanto es así que en los últimos años, aunque han aceptado estar en el gobierno federal y aparcar por un tiempo sus objetivos máximos, no han dejado de actuar para minar la cohesión nacional belga. El último caso ha sido el escándalo de la exclusión de Bélgica de la Eurocopa de 2020 porque las autoridades regionales flamencas (en manos de la N-VA) se han negado a permitir que se construyera un nuevo estadio « nacional » en Bruselas, que necesitaba unos metros de terreno en Flandes. A los flamencos no les ha parecido bien cooperar con un proyecto que puede ejercer como motor de cohesión nacional.

Las razones por las que la N-VA siente esta atraccción hacia los independentistas catalanes son muy antiguas y se resumen en un hecho indudable: ambos comparten el mismo objetivo. La diferencia es que los flamencos nunca se han atrevido a llegar tan lejos como lo han hecho esta última legislatura los herederos de la vieja Convergencia y los dirigentes de Esquerra Republicana. En estos años de expansión del « procés » soberanista catalán, cuando las instituciones europeas decidieron dejar de tener cualquier contacto con la Generalitata de Cataluña, los flamencos han sido su único respaldo. En las visitas de Artur Mas o de Puigdemont todavía como presidente de la Generalitat, el programa era siempre el mismo: una declaración en la delegación de Cataluña, un acto en el Partlamento Europeo cobijado por los eurodiputados afines y una entrevista con el presidente de Flandes.

De todos modos, la estrategia de los independentistas flamencos difiere de la de los catalanes en que para ellos es más fácil contribuir al colapso de Bélgica que intentar la vía unilateral que han marcado los separatistas catalanes. Para Bart de Weber o paras Theo Francken, resulta ahora pan comido ir erosionando las estructuras federales que se construyeron para intentar contentarles. Poco a poco, maniobran para ir transfiriendo competencias a las regiones, con la idea de vaciar de contenido institucional al Reino de Bélgica. Hasta que un día no necesiten proclamar su independencia, sino que sea una especie de consecuencia natural de su política.

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