Mas, durante la rueda de prensa que ofreció ayer
Mas, durante la rueda de prensa que ofreció ayer - Oriol Campuzano

Mas pretente perpetuarse como presidente de la nueva CDC

Apunta a Neus Munté como vicepresidenta en un partido sin secretario general

Barcelona Actualizado: Guardar
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La renovación de Convergència Democràtica (CDC) pasa por seguir teniendo al expresidente Artur Mas como máximo referente. Líder indiscutible del partido soberanista que este fin de semana enterrará sus siglas para emerger como nueva formación, Mas esbozó ayer la que, a su criterio, debe ser la estructura directiva de la nueva CDC. una estructura que, en contra de las voces que reclaman una renovación profunda y de mayor alcance, colocan al expresidente de nuevo en lo más alto. Componiendo un «ticket» con una vicepresidenta que todo apunta a que será la portavoz de la Generalitat, Neus Munté, Mas se asegura de nuevo el control del partido, cortando prácticamente de raíz la posibilidad de que surjan liderazgos alternativos.

El expresidente catalán vendió ayer su propuesta de diseño de dirección, y su permanencia en la cima de la misma, como una forma de pilotar la transición hacia nuevas figuras, aunque sin reconocer que él mismo será quien tutele ese proceso.

«No estaré de manera omnipresente, la renovación va en serio», aseguraba ayer casi a modo de justificación. «La gente me pide que haga de puente entre la experiencia de muchos años y lo nuevo que viene a partir de ahora», añadió Mas.

En cualquier caso, los nombres que compondrán la nueva dirección no se conocerán hasta el 23 de julio, en tanto que el congreso que comienza mañana lo que decidirá es la estructura que debe tener la cúpula y otro asunto de gran carga simbólica, como es el nombre del nuevo partido. Mas, en cualquier caso, hizo ayer su propuesta. Una presidencia, ocupada por él, más una vicepresidencia que en adelante deberá ser de género distinto al del presidente.

Con Mas a la cabeza, los nombres que se han barajado para ocupar el segundo puesto son tres: la citada Munté, la actual portavoz de CDC, Marta Pascal, y la alcaldesa de Sant Cugat, Mercè Conesa. Con todo, fuentes del partido dan por hecho que la «ungida» será Munté, nombre que, como ya se hizo cuando asumió un peso mayor dentro del gobierno de la Generalitat, haría de contrapeso a la izquierda para compensar un Mas de perfil más liberal.

La propuesta de Mas pasa también por elegir una dirección ejecutiva de 12 personas (igualmente paritaria), que, él como presidente y junto a su vicepresidenta, se encargaría de pilotar. La pretensión de que la misma la integren de manera mayoritaria dirigentes surgidos del mundo local -excluyéndose nombres con peso como los Rull, Sánchez, Corominas u Homs-, lo que garantiza una ejecutiva de perfil bajo, ahora mismo más dócil. En la misma tampoco tiene cabida Carles Puigdemont, «cien por cien volcado en la presidencia de la Generalitat».

En este contexto, y si finalmente este es el esquema -lo más probable- y Mas el elegido como presidente -nadie imagina lo contrario-, falta por conocer cuál será su verdadero rol: si opta, como asegura, por una presidencia de perfil más institucional, cediendo una cuota de poder amplia a Munté, o si se resiste a verse relegado y asume, pues, un papel más ejecutivo.

Desde dentro de la formación se interpretaba ayer que la propuesta de Mas va más por la segunda opción e implica que el expresidente de la Generalitat no renuncia a tener bajo su control el partido. De forma mayoritaria, y al margen de figuras concretas, el grueso de la militancia entiende que Mas sigue siendo su mayor capital político: la renovación es una cosa, prescindir de Mas otra.

En esta misma dirección, la posibilidad de que la nueva CDC, sea cual sea su nombre, no cuente con la figura de un secretario general -como el propio Mas apuntó ayer-, refuerza la idea de que el expresidente no suelta la mano. Nombres que se habían postulado, como el líder de CDC en el Parlament Jordi Turull o el exconsejero de Justicia Germà Gordó, quedan descolocados.

En paralelo, Mas afirmó que sigue trabajando en una plataforma que aglutinaría a diversas personas de la sociedad civil, aunque añadió que no dirá nada más hasta después de septiembre, pese a que la organización ya tiene «nombre y logotipo».

Más allá de los nombres y la estructura directiva, el principal reto que afronta la nueva CDC es definir su proyecto y perfil político, algo que a tenor de la propuesta de «bases fundacionales» que se votará este fin de semana, sigue abogando por una ductilidad ideológica -«somos un partido que representa la centralidad social»- que de hecho es el ADN de la vieja CDC.

En cuanto al «proceso», la apuesta sigue siendo el «estado propio», aunque el partido se evita definirse como independentista. El documento fundacional enviado a la militancia pone el énfasis en la defensa del derecho a la autodeterminación, apuesta por construir «una nación catalana con Estado propio dentro de la Unión Europea» y encabeza uno de los epígrafes como «un nuevo partido para construir un Estado». Aunque a renglón seguido detalla que es «catalanista», «soberanista»... sin el adjetivo «independentista».

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