Carles Puigdemont y Raul Romeva el lunes durante su visita al Instituto Tecnológico de Massachusets
Carles Puigdemont y Raul Romeva el lunes durante su visita al Instituto Tecnológico de Massachusets - EFE

Deshacer las Américas

Puigdemont cultiva en su viaje a los EE.UU aliados en las antípodas de la CUP

Barcelona Actualizado: Guardar
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El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, concluyó el viernes una semana de viaje a los Estados Unidos, un periplo por la costa Este -con paradas en Boston, Washington y Nueva York- con el propósito principal de dar a conocer el proceso catalán en el exterior. Para la Generalitat, un nuevo éxito de sus «foreign affairs», para el resto, otra demostración de que los viajes al extranjero de los presidentes catalanes no cosechan otro resultado que amplias crónicas periodísticas en la prensa catalana.

Como explica en ABC el escritor y analista político Miquel Porta Perales «al nacionalismo catalán, el mundo no le escucha». «Por eso la política de agitación y propaganda del independentismo se reduce al frente interior.

Aunque para ello tenga que viajar a Nueva York. Me explico. Si Carles Puigdemont se da un garbeo por Manhattan es para que la noticia llegue a Cataluña. ¿El eco en Estados Unidos? Tiende a cero. ¿El eco en España? Negativo», explica Porta Perales.

Para Puigdemont, el objetivo de su viaje ha sido que «la voz de Cataluña sea escuchada allá donde se pueda expresar». «Como Gobierno hemos conseguido todos los objetivos que nos habíamos marcado, e incluso alguno más», destacó Puigdemont desde Nueva York al acabar su «tourné». «Incluso si ha habido algún intento de Gobierno español de impedir alguno de los encuentros que hemos tenido, no ha funcionado. Por tanto, solo podemos decir a los catalanes que el viaje ha sido muy provechoso», añadió.

Ignorar el «proceso»

Fuentes diplomáticas señalan a ABC que a diferencia de otros viajes, en los que las embajadas de España han tenido que moverse para evitar que la Generalitat monopolizase el mensaje, en esta ocasión no ha sido necesario. El «low profile» de las personalidades con las que Puigdemont se ha entrevistado vendría a demostrar que, a diferencia de lo que asegura la Generalitat, el «proceso independentista», por improbable, no está encima de la mesa de las cancillerías.

En este sentido, la agenda política de Puigdemont se concentró en Washington. En el Congreso estadounidese le recibieron Eliot Engel, el demócrata de más alto rango del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara, y los republicanos Dana Rohrabacher, presidente del subcomité para Asuntos Europeos, y Francis Rooney, también de ese subcomité. Ninguno quiso hacer declaraciones al acabar su encuentro.

El presidente de la Generalitat también se reunió con otros tres congresistas: Mario Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen y Carlos Curbelo, todos ellos republicanos de distritos de Florida, radicalmente anticastristas, un perfil paradójicamente en las antípodas del expolítico de Iniciativa per Catalunya y ahora «canciller» catalán, Raül Romeva. Por no hablar de los socios de Junts pel Sí, la CUP, de un perfil anticapitalista que es de suponer que Puigdemont pasó por alto a sus anfitriones.

«Ellos quieren que seamos explícitos en lo que se refiere al cumplimiento de la hoja de ruta que nos hemos comprometido a cumplir. Quieren saber nuestra convicción sobre la convocatoria del referéndum y los pasos siguientes en el caso de la victoria del sí», añadió Puigdemont sobre el encuentro.

El congresista Curbelo fue el único de los seis que se reunió con Puigdemont que quiso hablar para los medios. «Quiero invitar al diálogo, eso es fundamental en cualquier país», añadió Curbelo. «Invitar al diálogo para resolver las diferencias, para llegar a acuerdos, para tratar de llegar a una situación de un entendimiento mutuo. Eso es lo que nosotros le deseamos a España, Cataluña y a cualquier parte del mundo donde pueda existir un conflicto de esta índole», insistió.

Republicanos «hardcore»

Consciente de que las palabras de Curbelo eran de hecho la única baza diplomática de la que podria presumir, Puigdemont se agarró a ellas casi como si se tratase del reconocimiento de la ONU de la nueva república catalana. El presidente apuntó que «le gustaría encontrar» en el Gobierno de Mariano Rajoy «la misma facilidad e interés» que la de los congresistas estadounidenses.

Además de firmar un convenio en materia de urbanismo entre la Generalitat y el «think tank» Wilson Center, así como otro en materia de museos con la Smithsonian Institution, Puigdemont cerró su visita a Washington en el centro de estudios conservador American Enterprise Institute. Allí comió con el ultraliberal Arthur Brooks, con vínculos familiares con Cataluña y otro personaje en las antípodas de los amigos «cuperos» del presidente catalán. Un mundo de contrastes.

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