El primer ministro David Cameron en su última visita a Madrid el pasado septiembre.
El primer ministro David Cameron en su última visita a Madrid el pasado septiembre. - jaime garcía

Rajoy y el lejano espejo de la remontada de Cameron

El premier inglés goleó a las encuestas apelando a su éxito económico y a que la alternativa era «un caos», pero arrastraba menos corrupción y tenía un apoyo empresarial explícito

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En tiempos de agobio en Génova sobre qué puede ocurrir el 20 de diciembre, los conservadores españoles siempre pueden estudiar la inesperada remontada de David Cameron en las elecciones de mayo. Las encuestas dibujaron hasta el final un empate inamovible entre los tories y los laboristas. Pero Cameron dobló el pulso a los sondeos y se alzó con una cómoda mayoría absoluta: 331 diputados frente a 232. ¿Es extrapolable a España el ejemplo de la remontada contrarreloj de Cameron?

La Economía

Rajoy y Cameron dieron la vuelta a la economía. Cameron, al igual que Rajoy, llegó a las urnas alardeando del éxito económico como su gran logro. No mentía. Heredó de Gordon Brown el mayor déficit británico en tiempo de paz (9%, el mismo que dejó Zapatero a Rajoy, con la diferencia de que el socialista español manipuló la cifra y lo ocultó).

Cameron bajó el déficit al 5,4% (Rajoy lo ha reducido todavía más, al 4,4%). El premier inglés creó dos millones de empleos en cinco años y llegó a los comicios con un paro del 5,6%. Ese es el talón de Aquiles de los conservadores españoles: el desempleo cae, pero todavía no al ritmo debido, y sigue en un inadmisible 22%.

Por el contrario, los datos de crecimiento de la España de Rajoy son incluso mejores que los del Reino Unido de Cameron. El nuestro es hoy el país desarrollado que más crece y superará el 3% este año. Se logrará además viniendo de una recesión en el reciente 2012, con la prima de riesgo en 500 puntos (ahora 122) y el Ibex clavado en los 6.000 (10.230 hoy). Rajoy evitó la purga del rescate y su hito económico puede considerarse de más valor que el de Cameron, porque España partía de una situación agónica.

El discurso del miedo

Además de competencia económica, Cameron convenció a los electores apelando claramente al discurso del miedo mediante una formulación muy sencilla: o me votan a mí, o tendrán un Gobierno de Ed Miliband en coalición con los separatistas escoceses, quienes acabarán llevando la batuta de un país que desean destruir. El PP puede adoptar un discurso similar: o Rajoy, o una coalición PSOE-Podemos o PSOE-Ciudadanos, que situaría en la Moncloa a un aspirante tan inconsistente en economía como Sánchez, con riesgos claros de volver a la semiquiebra zapaterista.

Una incógnita electoral

Un gurú electoral de primer nivel frente a una incógnita. Una diferencia notable es que los conservadores británicos pusieron su campaña en manos de uno de los estrategas electorales más acreditados del mundo, el australiano Lyton Crosby, apodado «El Mago de Oz» por sus triunfos contra pronóstico. Tras sus sonoros éxitos en su país, Crosby, de inteligencia fría y acerada, llevó en volandas a la alcaldía de Londres al histriónico Boris Johnson. En el PP, la campaña está en manos de Jorge Moragas, un diplomático que ha hecho toda su carrera en la cocina de la administración y es una incógnita absoluta como gurú electoral e incluso como gestor. Su mano derecha será el ascendente Pablo Casado, otro debutante.

La losa de la corrupción

En contra de lo que se suele pensar a veces desde España, el Partido Conservador de Cameron no es ninguna agrupación de serafines; se ha visto también sacudido por los escándalos, pero los más gruesos están ya amortizados. En 2010, Cameron fue acusado de haber mentido sobre la situación de ventajismo fiscal del importante donante conservador Lord Ashcroft. Pronto soltó el lastre del magnate y en contra de lo que le había prometido no lo hizo ministro (de ahí la venganza ahora de Ashcroft con una biografía sensacionalista sobre las parrandas juveniles del premier).

En 2012 el escándalo fue más grave. El vice-tesorero conservador, Peter Cruddas, fue grabado por reporteros encubiertos de «The Sunday Times» cuando ofrecía a empresarios acceso a Cameron y a su ministro de Hacienda previo abono de 300.000 euros para el partido. Llegó a prometer un trato preferente del Gobierno. Hubo de dimitir.

Cameron también se vio obligado a echar a su jefe de prensa, el periodista Andy Coulson, ex director de «News of the World», al resultar implicado en la polémica de las escuchas a famosos. Además, el primer ministro hubo de romper amarras con el universo Murdoch y con la mano derecha del magnate australiano, Rebekah Brooks, un círculo por el que parecía abducido en su etapa previa a la llegada al poder. En un tono más chusco e irrelevante, Brooks Newmark, un secretario de Estado conservador, dimitió el año pasado por el envío por WhatsApp de fotos suyas de alto contenido sexual a una reportera freelance del «Mirror» un clásico diario amarillo laborista. La periodista se hizo pasar por una admiradora y el político cayó como un pardillo.

La corrupción del PP es más problemática, porque en ocasiones implica apropiación de fondos públicos y porque mantiene en prisión a un ex ministro, Matas; un ex presidente de Diputación, Fabra y un relevante ex consejero de Madrid, Granados. Su tesorero está acusado de ocultar más de 30 millones en cuentas suizas y la figura económica del aznarismo, Rato, también está en tribunales con prohibición de salir de España.

El entorno mediático

La diferencia con España aquí es abismal a favor de Cameron. El grueso de los medios británicos, con la excepción de «The Guardian» y el «Mirror», son económicamente liberales, partidarios del partido más pro negocios, que salvo en la etapa de Blair suele ser siempre el conservador.

Tampoco existe en el Reino Unido nada parecido a cadenas televisivas de ideología de izquierda y capital de derechas consagradas a atacar al Partido Conservador. La influyente televisión pública, la BBC, si mantiene un suave tono de centro-izquierda, que pese a ser sutil ha soliviantado a los tories, hasta el punto de que ahora quieren cobrarse su venganza reformando la corporación y haciéndola más pequeña. La prensa de calidad más respetada («Financial Times» y «The Economist») pidió abiertamente el voto para Cameron y el gran diario conservador «Daily Telegraph» publicó un manifiesto en campaña de 300 empresarios reclamando el voto para los conservadores.

La comunicación

Comunicar, comunicar y comunicar. A diferencia de Rajoy, Cameron vive pensando en los medios. Prepara una frase redonda para cada micrófono volandero y ha dominado casi por completo el guión informativo del día a día. En un país donde la oratoria y la elocuencia son partes vitales de la educación (y más en la enseñanza privada de élite), Cameron se ha formado con buenos cimientos y habla con énfasis y convicción. Incluso cultiva el teatro telegénico: mirada directa a la cámara y tono estudiado de «te estoy diciendo algo crucial». En el PP manda más la improvisación.

A veces no faltan ni los balbuceos, como le ocurrió a Rajoy en la entrevista televisiva de Antena 3 en un pasaje del tema catalán. En el Reino Unido el rol estelar se reserva más al primer ministro, sin tanta cacofonía de actores secundarios.

Hay menos «margalladas» que en España. El vuelo poético y literario de los discursos está también mucho más cuidado en los conservadores británicos. Otra diferencia es que Cameron utiliza sin pudor su vida personal con fines electorales. Admite reportajes hasta dentro de su cocina haciendo una ensalada. Se muestra como un padre atento acudiendo a ver un partido de fútbol de su hijo. Explota el innegable encanto de su mujer Samantha.

Rajoy, al modo clásico continental, es más púdico y deja lo privado fuera de los focos. Una postura honesta, pero que tiene el peaje de hacerlo más frío y lejano. Cameron no hace ascos tampoco al humor. Rajoy, que tiene el don de una fina vis cómica, la reserva erróneamente para el ámbito íntimo.

El «establishment»

Owen Jones, un joven columnista izquierdista que firma en «The Guardian», ha escrito un bestseller llamado así: «El establishment». Su tesis es que un grupo amplio de notables, que une a la universidad, la empresa y la política, domina de hecho la política inglesa y hace que a día de hoy quepa poca alternativa de éxito electoral para quien se quede fuera del discurso liberal: economía abierta, control del gasto público y pocos impuestos. Aunque Jones lo describe con cierto tremendismo crítico, hay algo de cierto. Un poder difuso, pero enormemente eficaz, hace que el Reino Unido esté casi blindado para los experimentos con gaseosa desde la izquierda (como han salido en tromba a por Corbyn es una prueba más). A diferencia de los altos ejecutivos españoles, el gran empresariado británico es militante en la defensa de un Gobierno pro negocios y los medios son también abrumadoramente conservadores. Por último, toda la clase dirigente sigue saliendo mayoritariamente de las dos universidades de élite clásicas, Oxford y Cambridge. En España, el empresariado juega más a poner una vela en cada puerta y se muestra más pudoroso a la hora de hacer valer sus principios ideológicos. El «establisment» inglés se mojó hasta las trancas para salvar a Cameron. Rajoy está mucho más solo y su gobierno hasta ha llegado a la paradoja algo suicida de premiar a quienes lo fustigan desde sus medios.

La contemporaneidad

Cameron acaba de cumplir 49 años. Forma parte justamente de la generación que ahora está tomando las riendas del poder. Rajoy, con 60 años, representa a la anterior.

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