José Miguel Ortí Bordás, durante la entrevista
José Miguel Ortí Bordás, durante la entrevista - ignacio gil
Entrevista a José MIguel Ortí Bordas

«El Rey Juan Carlos veía a Adolfo Suárez con demasiada prisa»

El exvicepresidente del Senado y portavoz del Grupo Popular en esa Cámara fue colaborador principal de Torcuato Fernández-Miranda

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Con 31 años era vicesecretario general del Movimiento Nacional y procurador en Cortes, formando parte de la élite que desarrolló una actividad aperturista durante la dictadura franquista. Colaborador principal de Torcuato Fernández-Miranda -«el estratega que trazó la cartografía de lo que sería la Transición»-, el nombre de José Miguel Ortí Bordás estaba en el papel que Adolfo Suárez entregó a Osorio con los amigos que bajo ningún concepto podían formar parte del primer gobierno del Rey. Años más tarde, Manuel Fraga le buscó y se vinculó al PP como portavoz del Grupo Popular y vicepresidente del Senado, trabajando con Mariano Rajoy en la campaña electoral en la que José María Aznar ganó las elecciones. Este próximo mes presentará su último libro, «Desafección, Postdemocracia, Antipolítica» sobre el creciente desapego del ciudadano a los políticos.

«Hay una servidumbre voluntaria basada en la rutina, el clientelismo, y la aversión al riesgo».

-Perteneció a una de las corrientes reformistas de la dictadura conocida como los «azules», ¿cómo fueron esos últimos días del franquismo?

-No hubo sorpresas. La Transición estuvo programada. El entonces Príncipe ya tenía la decisión de democratizar el país antes de ser Rey. No sólo en sus líneas generales, sino de forma meticulosa con unas directrices trazadas por Torcuato Fernández Miranda. Fui testigo de ello y no fue una improvisación.

-El atentado de Carrero Blanco, ¿provocó la involución del espíritu aperturista?

-Con su asesinato no se abrió una etapa involucionista. Carrero era el inmovilismo. Un militar que no tenía demasiadas virtudes ni ideas políticas, y estuvo siempre en una posición de cerrazón.

-Otra derrota de los aperturistas fue la destitución de Pío Cabanillas…

-Pío Cabanillas tuvo en el Ministerio de Información y Turismo una política indudablemente aperturista, y su cese enfrío las expectativas de los que queríamos que el régimen evolucionará a la democracia. Tuvo transcendencia porque reflejaba las dificultades enormes que todavía existían.

-Trabajó con Torcuato Fernández-Miranda, ¿pensó él que sería presidente del Gobierno?

-Armada vino a mi despacho, y sin ni siquiera darme la mano me dijo: «Sabrás que tu ministro va a ser el presidente del primer Gobierno del Rey». Justo coincide la prolongación de Arias Navarro con la terminación del mandato como presidente de las Cortes de Alejandro Rodríguez de Valcárcel, y queda vacante ese puesto. En ese momento se decide que es preferible que vaya a las Cortes y al Consejo del Reino, y Torcuato entiende que su oportunidad de ser presidente del Gobierno ha pasado. La política tiene mucho de azar.

-¿Cuándo apuesta el Rey por Adolfo Suárez como sucesor de Arias Navarro?

-En un principio el Rey pensó en Manuel Fraga, José María de Areilza, Gregorio López-Bravo… Pero se buscaba otro perfil para presidente del Gobierno: que no hubiera hecho la Guerra, que no tenga gran patrimonio, sino que fuera de la clase media, y que provenga clarísimamente del franquismo. A ese retrato robot nos acoplábamos tres nombres: Adolfo Suárez, Rodolfo Martín Villa y yo. Torcuato Fernández-Miranda decidió que fuera Suárez y convenció al Rey, que lo veía verde y con demasiada prisa. Areilza, por su parte, se creyó absolutamente presidente del Gobierno, y convoco para celebrarlo a la prensa en su chalet la tarde que se proclamaba la terna. Más tarde me llamó a su despacho, y me estuvo interrogando durante dos horas sobre la conspiración que había llevado a Suárez a ser el presidente del Gobierno. Fue una decisión del Rey, influenciado por Torcuato.

-A ese primer Gobierno de Suárez se le llamó «el gobierno de Osorio»…

-Suárez no destacó en el tardofranquismo como aperturista, y entendió que necesitaba ayuda y se la pide a Alfonso Osorio, a la vez que le da un papel con media docena de nombres: «Estos son mis amigos, ninguno de ellos, salvo Fernando Abril Martorell, puede ser ministro». Así que los amigos del presidente fuimos vetados por él.

-¿Traicionó Adolfo Suárez a su mentor?

-Las relaciones de Suárez con Torcuato fueron absolutamente fortísimas, hasta que se realiza el referéndum que aprueba la Ley para la Reforma Política con un resultado abrumador. Estaba previsto que el presidente del Gobierno de la Transición no se presentará a las primeras elecciones generales, para no contaminar el proceso. Suárez se resiste, forma la UCD y se presenta. Cree que puede independizarse de la tutela de Torcuato y empieza un paulatino distanciamiento, con encontronazos. . Piensa que podía jugar a su favor el inmenso capital político que tenía. Eso a la oposición le sentó mal.

-¿En el Partido Popular era del círculo de José María Aznar?

-Colaboré a fondo con Aznar antes de ser presidente del Gobierno. Le conocía desde que tenía dieciséis años, porque era amigo de sus padres. Y creo que aporte todo lo que pude modestamente para crear una imagen centrada de la derecha española.

-En 1992 afirmó que «la «ley Corcuera» nos hará menos libres y más inseguros", ¿se ha dado un paso más allá con la «ley Mordaza»?

-En toda Europa caminamos a una pérdida de la privacidad. Estamos ante una regresión respecto al ejercicio de las libertades políticas. El peso aplastante del Estado ante los individuos tendrá sus consecuencias.

-El PP liquidó la «comisión GAL» tras saber lo que iba a declarar el general Sáenz de Santa María, ¿no convenía que se supiera que también actuaron en la época de la UCD?

-Rodolfo Martín Villa me llama para decirme que le va a visitar el general Sáenz de Santa María y que si no tengo inconveniente, le gustaría que asistiera a la reunión, ya que soy miembro de esa comisión. El general quería que le trataran con deferencia. Finalmente no compareció, y me encuentro que dice que nos ha amenazado con sacar a relucir información sobre Fraga... ¡Es un disparate colosal. ¡El propio general que había pedido que se tuviera una consideración especial con él, se inventa esa historia!

-¿Casi llega a ser presidente del Senado?

-Conseguí averiguar por qué no fui, cuando el nombramiento estaba prácticamente hecho, y hasta habían informado al Rey. Fui vetado por Jordi Pujol, pero no a instancias de él, sino de Joaquín Almunia, al que puse en ridículo en una sesión de control siendo el ministro, y se vengó impidiendo mi designación. Las pruebas las conseguí en el libro de memorias de Iñaki Anasagasti, que relata dos llamadas que le hizo Almunia diciéndole que «hay que impedir a toda costa que Ortí Bordás sea el presidente del Senado». Lo tuve que dejar tan chafado, que me cogió un odio africano.

-¿Hubo un momento que el Partido Popular envío a su vieja guardia al banquillo?

-No, yo dimití porque decido retirarme de la política y pido ver al secretario general de ese momento, Ángel Acebes. Era miembro del Comité Ejecutivo del PP y de la Junta Directiva Nacional, y para que no se interprete que rompo con el partido, le propongo que en el próximo congreso no me incluyan y así pasa desapercibido. Fue una dimisión silente. Luego me enteré que Aznar no le había sentado bien que me fuera, porque quizá pensó que todavía podía aportar algo.

-Las elecciones andaluzas parecían que marcarían el fin del bipartidismo…

-El bipartidismo está en declive. Hay un partido emergente que pudo ser la tercera fuerza, pero no se han cumplido las expectativas para Podemos, y viene acompañado de la irrupción de Ciudadanos. El sistema que se preveía ahora ya no está tan claro. Podremos encontrarnos con cuatro fuerzas, aunque todavía somos la única democracia europea en la que nunca ha habido un Gobierno de coalición.

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