Todo es negociable hasta... ¿la reforma laboral? Si cuela...

«Urge llegar a acuerdos puntuales entre los líderes políticos para la formación de un nuevo Gobierno, estable, antes de agotar los tiempos previstos por Ley y tener que repetir las elecciones»

Madrid Actualizado: Guardar
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Desde que se dieran a conocer los resultados de los últimos comicios generales en España todo es negociable. Urge llegar a acuerdos puntuales entre los líderes políticos para la formación de un nuevo Gobierno, estable, antes de agotar los tiempos previstos por Ley y tener que repetir las elecciones. Porque incluso algunos, me dicen, rezan «todo lo que se saben» para que eso no ocurra. De hecho, los presidentes del Ibex 35, unos más que otros y no todos, presionan para evitarlo. Está en juego mucha refinanciación de deuda y si los mercados no confían... ¡se acabó la pasta»! Y eso para los empresarios significa, en resumen, ajustes, empezando, claro, por el empleo.

Cierto es que reunirse se están reuniendo.

Todos con todos. Cada cual con sus líneas rojas. Otra cosa es lo que persiga cada uno y con quién quieran aliarse para su beneficio (¿y el de los ciudadanos?). Para el aún partido en el Gobierno, el Popular, sólo es posible negociar con los otros dos partidos con los que confía en poder llegar a firmar acuerdos que beneficien al país. Con PSOE y Ciudadanos. Eso sí, mantiene dos de esos límites que dice que no está dispuesto a traspasar: la unidad de España y que Mariano Rajoy renueve como presidente del Ejecutivo.

Entonces, ¿la derogación de la reforma laboral, o algunos retoques en la misma, podría convertirse en moneda de cambio para que, por ejemplo, los socialistas «estrechen» lazos con los populares? A ver, oficialmente pues.., ¡no! Entre bambalinas, «todo es negociable». ¡Incluso vete tú a saber si también aquellos dentro del partido que tengan mando en plaza piensen en sacrificar al jefe con tal de lograr estabilidad y llegar a un consenso (si encuentran apoyos para ello, claro, porque aún son pocos los «díscolos»...). En cualquier caso, de entrada -¡y de salida!- lo que es un «no» con mayúsculas y rotundo es llegar a pacto alguno con Podemos y con los nacionalistas catalanes, a años luz de la ideología y visión de país de los populares.

El caso es que el PSOE de Pedro Sánchez (o más correcto sería decir «el» Sánchez del PSOE, por el desaguisado que tienen «en casa») se ha alejado desde esa primera reunión con el presidente en funciones mucho más que se ha acercado. De hecho, ha decidido poner pies en polvorosa y, en un alarde de fuerza y visceralidad -para lograr vender a los suyos una decisión sensata, buscando apoyos y similitudes en el exterior que le ayuden a idear una estrategia-, va y toma un avión a Lisboa. ¿Para...? Bueno, dentro de «su» lógica -«ilógica» más bien para muchos, incluso de su propio partido-, a reunirse con el líder de una coalición izquierdista a más no poder, el socialista Antonio Costa, para que le explique de primera mano cómo les va la vida «en coalición».

Recordarán que en el país vecino, hace apenas dos meses, comunistas, bloquistas y socialistas llegaban a un entendimiento formal para poner fin al entonces recién estrenado gobierno conservador de Pedro Passos Coelho (¿les suena de algo la situación?). Pues... ni un mes le duró el «buen rollito» a la alianza lusa de izquierdas. El motivo de la discordia, la rectificación del presupuesto de 2015 que el Ejecutivo hizo en tiempo récord por los altísimos costes para las arcas públicas de la inyección de más de 2.000 millones de euros para salvar de la quiebra al Banco Nacional de Funchal (Banif). La venta de los activos buenos de Banif al Banco Santander por 150 millones no sentó nada bien a los comunistas y a los diputados del Bloco de Esquerda -formación muy similar en sus planteamientos ideológicos a Podemos-. Ambos grupos se mostraron en contra de la operación porque preferían la adquisición del banco en apuros por parte de una entidad financiera pública lusa, como la Caixa Geral de Depósitos (el dichoso intervencionismo tan querido por las izquierdas).

Y... ¡oh sorpresa! Costa consiguió aprobar la modificación presupuestaria gracias a la abstención de los conservadores del PSD. Conocida la experiencia, algunos se preguntarán por qué no le habrá dado a Sánchez por viajar mejor a Alemania y ver cómo funciona allí la gran coalición de Gobierno entre la conservadora Angela Merkel y los socialdemócratas -en su línea ideológica-, y tomar nota de los acuerdos de consenso logrados hasta ahora para que el país siga «en marcha». Desde luego, la economía alemana mejor pinta que la portuguesa tiene y, si bien se retiró cierta confianza al Ejecutivo Merkel en las últimas elecciones (de ahí la necesidad de la coalición), ahora, con la ayuda de los socialdemócratas, cerraron 2015 económicamente mejor de lo que se esperaba.

En cualquier caso, y a pesar de estar en el peor momento para cerrar un Gobierno de coalición a tres bandas (PP-PSOE-Ciudadanos), plantear desde el PP la posible suavización de la actual reforma laboral podría incluso contar con el beneplácito de la Comisión Europea, que, recuerden, en su último informe sobre España ha pedido al Ejecutivo de Rajoy y, por ende, al que salga de las negociaciones tras el 20-D, que profundice en la reforma laboral y aplique nuevos ajustes para cumplir con la reducción del déficit y consolidar la incipiente recuperación económica. Si cuela...

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