Juan Villar-Mir de Fuentes, presidente de OHL, junto a su padre
Juan Villar-Mir de Fuentes, presidente de OHL, junto a su padre - EFE

OHL se enfrenta al acoso de los «hedge funds» y a las dudas sobre su solvencia

La compañía ha perdido en la última semana casi la mitad de su valor en Bolsa tras un informe alarmante de Moody’s

Madrid Actualizado: Guardar
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El mensaje se repite en los últimos días en los medios y foros especializados y, si se mantiene la actual inercia, amenaza con convertirse en tópico: «no hay paz para OHL». El grupo que preside Juan Villar-Mir de Fuentes parece haber entrado en una espiral de fuertes caídas en Bolsa que recuerda -no por sus particularidades, pero sí al menos por la magnitud de los retrocesos- a la antesala de las crisis estivales de Abengoa, hace un año, y Gowex, en el verano de 2014.

Desde el miércoles de la semana pasada, en apenas seis días de cotización, la constructora ha perdido un 42,33% de su valor bursátil, 462,7 millones de euros de capitalización. La constructora vuelve a desplomarse en Bolsa este viernes con una caída superior al 10% una hora y media después de la apertura del mercado.

La presentación de los resultados pertenecientes al primer semestre del año, el pasado 29 de julio, supuso el detonante del último terremoto en el mercado de renta variable de la histórica compañía integrada en el grupo Villar Mir: el beneficio neto se contrajo un 94,3% hasta quedar muy cerca de los números rojos (tres millones de euros). La firma atribuyó este descenso a los extraordinarios derivados de una provisión de 102,2 millones de euros para concluir en plazo el proyecto del Centro Hospitalario de la Universidad de Montreal (Canadá), el pago de impuestos en México por las plusvalías de la venta del 25% de la concesionaria Circuito Exterior Mexiquense y el deterioro del Ebitda (resultado bruto de explotación) por la división de construcción. La agencia de calificación crediticia Moody’s asestó la estocada el miércoles pasado, al rebajar un peldaño el «rating» de la compañía, que ya se encontraba catalogado como inversión de grado especulativo, desde «B2» hasta «B3».

Más allá de la rebaja de la nota, que además se situaba en «perspectiva negativa», el informe de la entidad norteamericana lanzaba grandes interrogantes sobre la solvencia de la firma: su deuda bruta con recurso (es decir, aquella por la que responde la compañía de cabecera y no la asociada a proyectos concretos) asciende -según Moody’s- a 1.430 millones, frente a magro beneficio de explotación de 103 millones de euros, una relación que el analista considera no «sostenible», pese a la «positiva estrategia de reposicionamiento» encabezada por el nuevo equipo directivo, con Tomás García Madrid a los mandos del apartado ejecutivo.

El pulso de los bajistas

La respuesta de los mercados resultó fulminante. Los títulos cayeron un 24,1% y pulverizaron los mínimos de las últimas décadas hasta situarse a los niveles de mediados de los años 90. Los analistas se preguntaban cuál sería ahora el soporte de los títulos de la compañía que, para más inri, habían despertado el apetito de los inversores bajistas (aquellos que obtienen beneficio apostando por el descenso del importe de las acciones de una determinada empresa). Fuentes de la compañía sitúan en un 5% del capital social, cerca de 30 millones de euros, la exposición de OHL a los fondos de alto riesgo o «hedge funds» internacionales. Entre los que acumulan más posiciones cortas se encuentran, según los registros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), viejos conocidos en los parqués españoles: Oxford Asset Management, con un 1,1%; Blackrock, con un 0,57%, y Marshall Wace, que dispone de un 0,72%. La dirección de la empresa trató de contrarrestar la presión con el anuncio de recompra de títulos. Pero, de momento, los efectos han resultado, cuando menos, imperceptibles.

Desde la compañía se considera que OHL está siendo objeto de un pulso por parte de este tipo de inversores especulativos y víctima de la «incompresión de los resultados semestrales» por parte de las firma de «rating». Fuentes oficiales de la empresa hacen hincapié en que la cifra que maneja el grupo de deuda neta con recurso resulta inferior -próxima a los 800 millones de euros- a la anotada por Moody’s. Confían, asimismo, en su capacidad para mejorar los márgenes de la división de construcción en el segundo semestre del año y en que el viraje en el plan estratégico -cuyos detalles se conocerán en otoño- permitirá enderezar el apalancamiento y la generación de caja de la compañía, que se concentrará en proyectos de menores dimensiones, más manejables financieramente.

En los últimos meses ha lanzado señales al mercado de que se dispone a sacrificar sus participaciones no consideradas esenciales para aminorar la deuda, que ya recibió la inyección de más de 600 millones procedentes de la última ampliación de capital. El pasado 28 de junio se desprendió de la mitad de su participación en Abertis (7%), por la que ingresó 815 millones, uno de los activos que el patriarca de los Villar Mir consideraba más rentables. Esta desinversión se sumó al traspaso del Metro Ligero de Madrid y la reducción de su presencia en la inmobiliaria Colonial. Sin embargo, esas señales no han sido suficientes.

El reto llega, además, en una etapa de plena transformación. Juan Villar-Mir de Fuentes asumió el pasado mes de junio el testigo de manos de su padre en un intento por rejuvenecer la imagen de una empresa que desde hace doce meses acumula una caída en Bolsa del 85,46%. Pocas empresas españolas llevan un sello personal tan arraigado, el de Juan Miguel Villar Mir, como OHL, producto de la fusión de varias constructoras (Obrascón, Huarte y Lain). Los mercados exigen respuestas urgentes a una OHL en mutación.

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