Ana Botín, con su segundo de a bordo, José Antonio Álvarez
Ana Botín, con su segundo de a bordo, José Antonio Álvarez - abc

Banca, el tamaño ya no importa «tanto»... sí la rentabilidad

Hasta que el tamaño se convirtió en un problema con la crisis financiera de 2008, el lema era «cuanto más grande, mejor»

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Lejos parece quedar ya el inicio de la crisis financiera global allá por 2008. Entonces, pocos pensaban que los mayores bancos del mundo, las llamadas entidades sistémicas, fueran a tener que recurrir al dinero público para sobrevivir. «Too big to fail». Esta fue la máxima utilizada por la Reserva Federal de Estados Unidos para justificar la intervención pública ante un posible riesgo de quiebra de algunos de sus grandes bancos. De no haber sido así, las consecuencias hubieran sido aún más desastrosas para la economía. Aquel año, el Gobierno norteamericano, adalid del «laissez faire...» en el mundo, no dudó en intervenir e inyectó 700.000 millones de dólares para rescatar a esas entidades financieras «demasiado grandes para caer». Pues bien, hasta que el tamaño de estas entidades -extrapolable a otras de diferente nacionalidad- no comenzó a convertirse en un problema, asociado a la concentración de riesgos y la gestión de altos niveles de deuda, la idea generalizada era que «cuanto más grande fuera el banco, mejor».

Hoy, paradójicamente, cada vez surgen más voces que apuntan hacia otra manera de ver las cosas. Y el futuro más cercano sobre el sector bancario en el mundo dependerá de quien lo sepa ver o no.

En España, mucho ha cambiado el panorama desde que nos golpeara de lleno la crisis. La obligada reestructuración, que ha acabado prácticamente con las cajas de ahorros (quedan dos muy pequeñas, Caixa Ontiyent y Caixa d’Éstalvis de Pollensa), ha dejado el sistema muy «concentrado», y el Gobierno piensa que ya «saneado», con apenas quince grupos bancarios, del cerca de medio centenar que había hace escasamente siete años. Bajo estas circunstancias, la apariencia trasluce que el «tamaño aún sí importa». En la actualidad conviven las «big five» -Santander, BBVA, Caixabank, Popular y Sabadell, que se vieron prácticamente obligadas a ayudar al Estado en su objetivo de «tragarse» las más perjudicadas-, con otras entidades de tamaño mediano -Abanca, Ibercaja, Unicaja, Kutxabank, Liberbank, BMN-, y con otras de nicho, como Bankinter o Banca March, a las que se suma Bankia, un caso aparte, pero que ha conseguido, tras su nacionalización y su posterior firme ajuste, recuperarse para en un futuro ser privatizada. ¿Se acaba aquí el proceso? Pues no.

A tenor de los últimos movimientos de las grandes entidades, el futuro pasaría por abrir o ampliar mercado en el exterior. Y si bien Santander y BBVA llevan décadas fuera, muy consolidados -incluso han conseguido que su facturación exterior sea ya más del 50% del total-, no descartan seguir creciendo en otros países o ampliar cuota donde ya están. Mientras tanto, los otros tres grandes han decidido seguir sus pasos: esta misma semana, Sabadell en Reino Unido; Popular en Portugal y Estados Unidos -donde sigue buscando sin prisa pero sin pausa- y Caixabank, también en Portugal, para dar posteriormente el salto a países en Iberoamérica o África. ¿En busca de tamaño? Sí, también, pero, sobre todo, de rentabilidad. Un reto que también debe priorizarse dentro de nuestras fronteras, y a pesar de que existe el runrún de que el Gobierno da por «finiquitado» el ajuste «obligado», porque en términos de solvencia el problema se ha resuelto de forma satisfactoria. Parece que el ministro del ramo -Luis de Guindos- ya no aconseja a nuestros banqueros seguir con las compras por el mero hecho de tener que comprar para concentrar aún más el sector. Porque ahora -les recuerda- la nueva situación «va de capital». Es decir, que si una operación corporativa no te hace más rentable, mejor ¡olvídate! Y el tamaño no asegura la rentabilidad, si bien ayuda en el caso de que encuentres el negocio adecuado.

¿Podrán todas las entidades españolas, grandes y menos grandes, resistir los envites sobre sus cuentas de una situación de tipos de interés en mínimos históricos a corto y medio plazo, y por tanto de márgenes estrechos? La lógica dice que en un escenario como el del mercado actual, la estrategia debe pasar por una mejora de la rentabilidad, tanto en los activos gestionados (mayor volumen de activos por empleado y sucursal), como en relación al inversor (retribución vía dividendos). ¿Y esto lo pueden lograr todos? No. En un plazo de dos o tres años, la nueva situación caerá por su propio peso. Los menos grandes querrán buscar nuevo compañero de viaje, pero ya no obligados. Los BMN, Liberbank, Kutxabank, Ibercaja... buscarán quien les acoja y, por ejemplo, el Santander de Ana Botín -ahora arropada por un consejero de su total confianza, José Antonio Álvarez, que sustituyó a Javier Marín, que no puso todo el empeño para hacerse con Catalunya Banc, que finalmente compró BBVA- estará pendiente de las posibilidades de cada una de estas entidades con opciones de ser vendidas para seguir creciendo en España-. Mientras, Isidro Fainé, más interesado ahora en dar el salto internacional, no pierde de vista, por si acaso, a la gallega Abanca -ahora en manos venezolanas (Banesco)-, que se le escapó por los pelos. Pero ¡ojo! la rentabilidad manda.

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