Open de AustraliaNadal persigue la leyenda de Federer

Cuando lo ganaban todo, no hace tanto, hubo quien reclamó un cambio de aires de inmediato, pues muchos entendían que ver siempre lo mismo al final acababa cansando. Se aplaudió la llegada de Novak Djokovic, y a Andy Murray se le hizo hueco en el salón, por fin más héroes en el tenis para al menos tener fotos diferentes al final de cada torneo. Pero los mismos que exigían la llegada de otra era son los que ahora aplauden a rabiar el regreso de Rafael Nadal y Roger Federer, convocados a las 9.30 de la mañana (Eurosport, DMax y ABC.es) para disputar la final de sus vidas. Tienen un puñado de tardes de gloria en la colección, pero puede que ninguna tan especial como la que ofrece este Abierto de Australia, renacidos los dos tenistas después de malvivir por culpa de las lesiones.

El tenis, y ningún otro deporte, jamás tendrá una rivalidad tan bonita, así que solo queda disfrutar por si no hay otra, aunque nunca se puede descartar porque estos genios son eternos.

La presentación exige la épica y el adjetivo fácil porque hay muchísimo en juego. Nadal y Federer, que llevan 34 capítulos en común (gana el español el cara a cara por un rotundo 23-11), no se veían en la final de un grande desde Roland Garros 2011, demasiado tiempo para los nostálgicos. En Melbourne, acceden al domingo de autos como actores secundarios, pues Nadal es el noveno cabeza de serie y Federer el decimoséptimo, condenados por ese mismo motivo a sortear bombas desde las primeras rondas. Al balear se le presenta la oportunidad de sumar su decimoquinto grande y de convertirse en el primer jugador de la era open en lograr al menos dos de cada uno de los majors (Laver y Emerson lo hicieron en su día, pero el tenis era otra cosa), sin un mordisco de los buenos desde París 2014. Al de Basilea le va la vida por la decimoctava estrella, siendo Wimbledon 2012 la última. Es el partido, es el deporte, es todo.