automovilismo

Mick Schumacher, en el nombre del padre

La carrera del cachorro alemán despega hacia la F1 mientras su legendario progenitor intenta volver a ser un ciudadano

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Corinna Betsch es una mujer rodeada por el riesgo. Y también la prueba irrefutable de que el dinero no siempre proporciona la felicidad. Su marido, Michael Schumacher, siete veces campeón del mundo de Fórmula 1 y jubilado multimillonario, convalece en una mansión fastuosa a orillas del lago Leman en el cantón alemán de Suiza y trata de volver a ser una persona con movilidad normal desde una silla de ruedas. Su hijo, Mick, que era un mozalbete de catorce años cuando su padre se estrelló en las pistas de esquí de Meribel, busca ahora a los dieciséis un porvenir en las categorías de promoción del automovilismo con destino a la Fórmula 1, actividad peligrosa sin duda. Y a falta de padre con capacidad cognitiva para discernir lo que conviene y lo que no, el suegro de Corinna, Rolf, se ha hecho cargo de la tutela deportiva del nieto.

La señora se lleva lo justo con Ralf, el hermano de su esposo, también expiloto de F1, que podría haber ejercido ese papel de representación. Entre Michael, Mick, Rolf y Ralf, Corinna ha envejecido.

Mick Schumacher vive con sus padres y su hermana Gina María en el castillo familiar de Gland, una propiedad de 2.300 metros cuadrados de extensión con sala de cine, pista de bolos, piscina interior climatizada, helipuerto, embarque privado al lago y mansión anexa para la comodidad de los afortunados invitados. Salvo la salud de su padre, a Mick no le falta de nada. También ha heredado la influencia de su progenitor para captar patrocinadores. En el mono de trabajo luce la reseña de Petronas (la petrolera malaya que apoya a Hamilton y Rosberg en Mercedes), la financiera germana DVAG dedicada a la inversión con sede en Frankfurt, y Alpinestars, el fabricante italiano de material relacionado con el motor.

Las fórmulas de promoción en el automovilismo son como las carreras de juveniles en el ciclismo. Los pilotos están deseando que los periodistas les saluden, les presenten a otros reporteros, les pregunten por el futuro y se tomen un café con ellos. Buscan al medio de comunicación en espera de hacerse un hueco promocional en las páginas o la web del periódico, la cámara de la televisión o el estudio de radio. No así Mick Schumacher.

Rehusa a la prensa

El hijo del campeón de Fórmula 1 rehusa a la prensa. Ha ganado su primera carrera en los monoplazas en el circuito de Oschersleben (Fórmula 4) y sus compañeros en la parrilla apenas lo han visto por el paddock relacionándose con los demás. Mucho menos con los medios de comunicación.

Ese manto protector proviene de la experiodista Sabine Kehm, portavoz de prensa de Michael Schumacher y también de Mick. Hace veinte años que dejó su trabajo en el Süddeutsche Zeitung, el periódico centrista que se edita en Múnich, para acompañar a Schumacher por el mundo y organizar su agenda.

Kehm ha hablado en nombre de la familia Schumacher durante los últimos dieciséis meses, desde el accidente en Meribel. Casi siempre para desmentir informaciones, rumores o especulaciones. Un frontón que ha despejado todos los balones. En realidad, ha conseguido que casi nada se sepa sobre la salud de Schumacher. El hermetismo que ha rodeado su recuperación se ha convertido en opacidad total. Y Mick no lo va a aclarar.