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Cádiz CF-Oviedo (0-2) En la playa se estaba mejor

Dos goles a los veinte minutos resuelven el partido para los asturianos ante un Cádiz CF sin pasión ni orgullo

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Ortuño se queja de una acción
Ortuño se queja de una acción

Menudo tostón. Vaya partidito. Esto de madrugar no es para el Cádiz CF de Cervera, tan apasionado de los partidos de noche para que sus chicos se explayen y den todo lo que tienen dentro. Porque desde luego por la mañana no es lo suyo. Hoy quedó claro. Y la verdad es que todo se dio para que no saliese nada. Nada de nada. Lo primero, un Oviedo letal en sus primeros ataques. Tan letal que a los veinte minutos tenía resuelto el negocio con dos tantos de sus ‘killers’, Toché y Linares, que por algo todo un Michu espera su momento en el banquillo. Vaya trío tiene Fernando Hierro, que salvaba el cuello con un partido de lo más placentero tras perder dos jornadas consecutivas.

Se le da bien Carranza a estos de azul. Hay que reconocerlo. Por muchas ganas que se le tengan al club astur tras llevarse un ascenso en un Carranza pletórico antes del ‘play off’.

El Cádiz CF sorprendió.Pero no por cómo lo hizo en otras ocasiones. Sorprendió por su falta de autoestima, por su falta de compromiso con el resultado, por su falta de ganas. Y eso Cervera no lo piensa perdonar, no lo perdonará. El esfuerzo no se negocia dice el técnico y esta mañana había momentos que no se veía ese orgullo que ha hecho grande a este equipo. Tiene un pase. No hay que cargar las tintas tampoco, será el horario, lo que sea… Pero el partidito ahí se queda.

Como ahí se queda el lapsus mental que sufre este equipo cuando encaja un gol. Eso no puede Cervera. Se le dirá con respeto, con cariño incluso, pero eso de entregar la cuchara tan pronto como se encaja un gol hay que evitarlo a toda costa.

Y eso que el Cádiz CF salió bien, firme, decidido. No habían pasado ni dos minutos cuando Álvaro García ya había tocado el área del Oviedo en la primera de las contras que concedió el Oviedo, un equipo que vino con la lección aprendida a Carranza. Los asturianos, al poco, también se presentaron en los dominios de Cifuentes pero la advertencia de Toché apenas fue tomada en serio dado que su amago de disparó murió en las manos del portero del Cádiz CF.

El dominio del Cádiz CF durante los primeros diez minutos no trajo sus frutos. El balón era para los gaditanos, que empujaron a los asturianos contra su área, pero las oportunidades no se lograban crear. Y claro, el Oviedo, poco a poco, se fue echando hacia arriba. Primero avisó Jon Erice con un centro que llevaba veneno pero al que puso remedio Servando, que envió a córner el centro del navarro.

Ya había avisado el conjunto azulón y ya no lo iba a hacer más porque a la siguiente se puso a mandar en el marcador. Y otra vez, y aunque esta mañana doliese mucho menos de lo que dolió a finales de mayo de 2015, el Oviedo hirió al Cádiz CF desde el saque de esquina. Héctor Verdés ganó en el salto para contactar con un balón que le llegó a Toché, solo en el segundo palo, para empalar a gol el primero de la mañana con el que le cambiaban los planes a Cervera. Que se quedó pensativo, como todo el Carranza salvo el sector azulón.

El tanto tumbó al Cádiz CF, que ni siquiera se había levantado cuando recibió otro mazazo nada más pasado el minuto 20. De nuevo Toché hería al Cádiz CF con una internada en el área amarilla. El delantero supo levantar la cabeza con maestría para percatarse de la entrada en la boca de gol de su compañero Linares, al que cedió perfectamente para que consiguiera el segundo tras llegar antes que Servando y Brian, aún con el desayuno en la barriga.

Se puso la cosa chunga, muy chunga. Tanto que Cervera no supo ni cómo meterle mano al paño. Y esperó. Esperó hasta el descanso para intentar cambiar el panorama que había cambiado el acierto letal del Oviedo, que con tres llegadas había hecho dos goles.

El Cádiz CF, más por la responsabilidad del escenario y llevado por la inercia no tuvo otra que autoexigirse un mínimo de intensidad para controlar el partido aunque con resultado adverso, muy adverso. Sin conexiones de ningún tipo, sin criterio alguno, el Cádiz CF se dejaba ver por las inmediaciones de Juan Carlos casi que de rebote. Como una opción que tuvo Salvi, que de volea lo intentó sin fortuna en su desafortunado día.

Sin noticias de Abel y Eddy

De Abel como mediapunta no había noticias, Eddy seguía inexistente en el centro del campo y Ortuño se peleaba con molinos de viento cada vez que sus compañeros le enviaban bombas. Un desastre, la verdad. Cervera apostó por dos hombres que no tienen tirón ni en la grada, ni en el campo. Abel, que regresaba del ostracismo, apenas apareció para botar los balones parados pero en su misión de contactar con el centro del campo y con el delantero estuvo ‘out’. Más de lo mismo Eddy, que ayer con Garrido en el doble pivote, tenía la pocasión perfecta para reivindicarse pero de nuevo fracasó a lo grande.

Entre medias, el Oviedo seguía haciendo su partido. No era para menos porque las cosas le estaban saliendo genial. El extremo Nando, por el mismo lugar que poco antes había invadido con éxito Toché para asistir a Linares, se adentró en el área para acabar disparando con su izquierda a las manos de Cifuentes. No salía nada, ni iba a salir. La sensación era pésima. Lo peor de todo es que no había ni planes para cambiar el panorama.

Cervera agitó la coctelera y apostó tras el descanso por un doble cambio dando entrada a Aitor y Nico Hidalgo borrando del campo a un nulo Abel y a un desconocido Salvi. Esto hizo que el Cádiz CF saliese con otra mentalidad, pero la impresión, pasados los primeros diez minutos de la redación, vino a ser la misma.

De hecho, el Oviedo pudo tomar más distancia si Toché acierta a cabecear un buen centro de Erice. Visto lo visto, Cervera terminó su invento sacando a Güiza para acabar el Cádiz con un clásico 4-4-2.

Con todo apostado, Cervera y el cadismo entero se echó a ver qué pasaba. Y lo que pasaba es que el equipo era quien llevaba la manija del encuentro pero nunca con autoridad y jerarquía. El Oviedo, de lo más cómodo, dejaba hacer a un Cádiz en el que se echaba de menos el arrojo y el sacrificio de otras veces. Sería por el horario o por el calor, pero lo cierto es que este Cádiz no fue el de otras noches.

Para colmo, Garrido se rompió. El vasco se puso de delantero para intentar aquello del gol del cojo, pero no estaba la mañana para milagros. Pese a todo, Aitor, en su jugada predilecta, casi acorta distancias con un disparo con la derecha que fue escupido por Juan Carlos para que Nico Hidalgo, en fuera de juego según el equívoco del asistente, no remachara a gol de forma inexplicable.

Quince minutos le quedaban y ni el equipo ni la grada parecían creer en la remontada. Era imposible por todo. Por lo que se veía en el campo y por las pocas sensaciones que creaba el entorno del encuentro. Un auténtico tostón. Un desastre, de verdad. Un partido malo donde los haya.

La recta final del choque desembocó en un popurrit de acciones extradeportivas. Dos expulsiones innecesarias por parte del colegiado, que intentó darle un cariz más importante a un encuentro que había estado falto de tensión en todo momento. Pero ni las expulsiones de Erice y Eddy cambiaron el escenario. Güiza lo había intentado previamente con un disparo desviado al saque de una falta, Aitor y Nico le pusieron ganas pero el encuentro no iba por los derroteros que ellos persiguieron.

El partido se iba muriendo casi con la aceptación de la grada, que como no acostumbrada a estos horarios se tomó el encuentro como un piscolabis antes de echarse a la calle para saborear de un día de fútbol matinal y paseo y playa al atardecer. Porque sí, para todos, para los chicos de Cervera también, en la playa se estaba mejor.

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