Iker Irribarria ha sorprendido a todos con su poderoso golpeo
Iker Irribarria ha sorprendido a todos con su poderoso golpeo - ASPE

El príncipe que destroza frontones

Un pelotari con cara de niño, cuerpo de hombre y manos de hormigón ha revolucionado el circuito profesional de pelota mano

Después de tumbar a varios campeones, se ha plantado en la final del torneo más prestigioso de este deporte con sólo 19 años en la temporada de su debut

-Madrid Actualizado: Guardar
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No parece un príncipe, al menos de un vistazo. Más bien encarna la tradicional figura de un «chicarrón del norte». Alto, grande y con dos palas por manos, Iker Irribarria pasea sus 19 años por los frontones del norte de España, que se estremecen cada vez que de su diestra sale despedida una pelota que resuena como un trueno al impactar contra la pared y que, al rebotar, ejecuta a sus rivales sin piedad.

Para el recuerdo queda el «regalo» que, con descaro, le envió a uno de los reyes de la pelota mano, Aimar Olaizola, en el frontón de Pamplona, una de las catedrales de este deporte que, para algunos, como se harta a repetir el comentarista Josetxo Lizartza en las retransmisiones televisivas, es «el más bonito del mundo».

Hace una semana, en cuartos de final del torneo más prestigioso del universo «pelotazale», el Manomanista, el joven Irribarria le endosó un tanto al maestro de los que guardarán en la memoria los más aficionados. Recogió la pelota con su cañón derecho y la mandó hasta el 9, pasándola por encima —algo raro a estos niveles— de alguien que ha ganado en cinco ocasiones el máximo trofeo de la disciplina, la Txapela.

Para los que no estén muy familiarizados con este deporte, lo que hizo Irribarria frente a Olaizola fue algo parecido al «Alcorconazo». La bola pasó aquel día por encima de Olaizola igual que el aspirante superó a uno de los dos monarcas del frontón. Inapelable.

El otro rey es Juan Martínez de Irujo. Entre Olaizola y él tienen 27 Txapelas y ambos han dominado en los últimos años la pelota en sus diferentes disciplinas evocando una rivalidad como las mantenidas por Nadal y Federer o Magic Johnson y Larry Bird. «Nos llevamos bien», reconoce Irujo, a quien Irribarria, una semana antes de ganar a Olaizola y tras superar los octavos de final del torneo, eligió como uno de sus ídolos.

«Desde pequeño siempre ha sido de Titín y de Irujo»

Fuera hacía frío, algo que se presupone si el escenario es Soria, y dentro, en una esquina del graderío del frontón municipal, en primera fila, Irrabarria esperaba antes de jugar los octavos de final. Una vez a pie de pista, con la pelota en la mano y vestido de azul, destrozó al rival de turno —22 tantos a 2— fiel a su estilo, a pelotazos. Después, al ser preguntado por este diario, reconoció sus preferencias. «Desde pequeño siempre ha sido de Titín -mítico pelotari riojano- y de Irujo». Y los que entienden de pelota saben que si eres de Irujo, no puedes ser de Olaizola y viceversa.

Quizá ahora, si da la casualidad de que Olaizola se topa con estas líneas, entienda que en Pamplona, además de contra Irribarria, su juventud, sus ganas, sus manos de hormigón y su motivación, también jugaba —de una forma u otra— contra su némesis e ídolo del joven aspirante a campeón, Irujo, que en la edición de este año no iba a poder reeditar el habitual duelo en la cumbre por culpa de una inoportuna lesión.

Irribarría ha ganado a todo un campeón, como es Olaizola en su camino por el Manomanista
Irribarría ha ganado a todo un campeón, como es Olaizola en su camino por el Manomanista - ASPE

«Le veo bien, tiene mucha fuerza en las manos y juega sin presión», señala el propio Irujo sobre Irribarria, quien puede encarnar el futuro de este deporte igual que su referente ha sido el pasado reciente y sostiene el presente. «Ahora viene una generación nueva», destaca Inaxio Errandonea, un pelotari ganador ya retirado, quien ensalza a las estrellas actuales. «La de Irujo, Olaizola, Barriola ha sido una hornada de pelotaris impresionante. No sé si ha sido la mejor de la historia pero ha sido maravillosa, nos ha dado un juego impresionante», suscribe Errandonea, quien también habla de varios nombres de pelotaris jóvenes como los sucesores lógicos porque, el relevo, antes o después, va a llegar. Entre estos apellidos, como no podía ser de otra forma, está el de Iker Irribarria.

Ahora que su nombre empieza a sonar y que los periodistas comienzan a llamarle, Irribarria admite con orgullo que «sigue siendo el mismo de siempre». «Yo salgo con los amigos a tomar algo, a correr a la calle, no me siento nada importante, soy el mismo de antes, tengo un ritmo de vida muy normal», reconoció aquella tarde de abril en Soria donde, pese a ganar, derrochaba humildad. «Ni a mí se me ocurre ganar a Olaizola ni seguro que a Olaizola se le va a ocurrir perder contra mí», reveló en la capital del Duero al conocer que, una semana más tarde, en Pamplona, le esperaba el maestro. Le ganó.

Entonces le ganó y el domingo, después de inclinar en las semifinales del Manomanista —también con poderosos golpes— a otro campeón, Oinatz Bengoetxea, sólo le queda un escalón para cambiar la corona de príncipe por la corona de lana, la Txapela, de rey. La cita, el día 29 contra el actual campeón, Urrutikoetxea.

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