Los caddies tiene que llevar grandes pesos y soportar largas jornadas al sol
Los caddies tiene que llevar grandes pesos y soportar largas jornadas al sol

Golf«Nos tratan como al último mono»

Los «caddies» denuncian sus malas condiciones laborales. Han fallecido dos en una sola semana

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El golf es un deporte de glamour y, a nivel profesional, todo el mundo aspira a llegar a los grandes circuitos. Los jugadores superan todo tipo de escuelas para alcanzarlos y los árbitros unos exámenes durísimos para conocerse las reglas al dedillo. Sin embargo, la imprescindible figura del «caddy» (que además de portar los palos debe ejercer de consejero técnico y táctico, aparte de como piscólogo), no cuenta con ningún tipo de examen previo.

Cualquier persona, experta o no, puede llevar la bolsa de un jugador en un torneo del máximo nivel. Y eso, que puede ser anecdótico en algunos casos, se puede convertir en un problema cuando se trata de una costumbre y se produce un vacío legal.

Tanto es así, que no existe una legislación que regule la relación entre jugador y asistente y éste siempre lleva las de perder. El despido es totalmente libre y se puede producir de un día para otro. Los «caddies» funcionan como autónomos pero sin ninguna cobertura social o médica, viajando de país en país en malas condiciones y eso al final repercute en su salud.

Calendarios exigentes

En tres años se ha producido el fallecimiento de tres de ellos por infartos, con la peculiaridad de que los dos últimos lo han hecho en el periodo de una semana. Ayer mismo, el austriaco Max Zechmann (60 años) cayó fulminado en la calle del hoyo 13 del Emirates Golf Club de Dubái sin que se pudiera hacer nada por salvarle la vida.

Un veterano en los circuitos es Pello Iguarán, que después de trabajar para Nacho Garrido o Chema Olazábal ahora está a las órdenes de Francesco Molinari. Tiene claro que «si nos fijamos en los calendarios de hace unos años y los de hoy en día no tienen nada que ver. Ahora son muy exigentes en horas de vuelo porque cada vez más viajamos más lejos y con más diferencias horarias. Esto nos exige estar en mejor forma cada día y eso a ciertas edades cuesta mucho más».

El problema surge cuando no existe nadie de los circuitos que abogue por divulgar esta idea. «En nuestro gremio echo en falta que haya más información sobre los beneficios de la alimentación y de la preparación física –explica Job Sugrañés, que está al lado de Matteo Manassero–. Lamentablemente, los compañeros fallecidos eran de una vieja escuela que no siempre tiene estos hábitos adquiridos. Si a la exigencia de la tarea le sumas sobrepeso, fumar y beber, todo se complica». En el caso de los «caddies» españoles, se da la positiva circunstancia de que son jóvenes de la nueva hornada. «Casi todos somos ex jugadores profesionales que nos hemos pasado al otro lado –prosigue Sugrañés– por lo que desde pequeños estamos acostumbrados a la preparación física y a controlar la alimentación. Venimos con estos conceptos aprendidos. Por ejemplo, mi compañero de habitación y yo siempre buscamos hoteles que tengan gimnasio y dedicamos cada día un tiempo a prepararnos».

Malas condiciones laborales

Además de la propia dureza del trabajo en el campo (suelen estar doce horas en el club, al aire libre, con calor sofocante, lluvia o frío intenso), estos trabajadores deben penar con unos inexistentes derechos laborales. «Los circuitos no se meten en la relación entre jugadores y "caddies" y no tenemos ninguna garantía. Pero lo peor es cómo nos tratan en algunos tours», se lamenta Javier Urquizu, que pasó cuatro años en el LPGA y sólo aguantó seis torneos en el European Tour. «Mientras estuve con Carlota Ciganda en Estados Unidos todo iba viento en popa, porque allí éramos parte integrante del equipo de la jugadora, comíamos en el mismo comedor y usábamos las mismas intalaciones. Sin embargo, en el circuito masculino nos tratan como al último mono, comemos en sitios diferentes y muchas veces a nuestro cargo». Su mala experiencia le afectó tanto que ha colgado la bolsa y ahora trabaja en un despacho de abogados.

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